Poetas griegas más allá de la colosal Safo

Poca gente habrá que no conozca la figura de Safo, o que no le suene; todo el mundo sabe que Safo fue una poeta de la isla de Lesbos en la Grecia antigua, famosa por poemas de amor a sus alumnas. Es normal, claro, si hasta Platón, se dice, la llamó la décima Musa:

«Que son nueve las Musas dicen algunos… ¡qué descuidados!
¡Ea, que está también Safo de Lesbos, la décima!»

Ἐννέα τὰς Μούσας φασίν τινες· ὡς ὀλιγώρως·
ἠνίδε καὶ Σαπφὼ Λεσβόθεν ἡ δεκάτη. (AP IX, 506)

Es posiblemente la más famosa de los líricos griegos antiguos. Y, por eso mismo, ha eclipsado al resto de poetas antiguas que dio Grecia. Porque, ¿cuántos poemas completos tenemos de Safo? ¿Y el nombre de cuántas poetas griegas antiguas conocemos? ¿Cómo es que no atendemos a otras poetas griegas de las que sí conservamos poemas completos? ¿Es que no vamos a dejar, habiendo tantas y tan buenas, que brille más de una poeta? Hablemos de las otras poetas griegas.
A finales del siglo VI a.C. se fue formando una corriente lírica monódica en la Grecia continental y peninsular que difería un poco de la monodia de autores como Alceo, Anacreonte y nuestra Safo. Esta corriente estaba representada por mujeres como Telesila de Argos, Praxila de Sición y Corina de Tanagra, de las cuales, salvo en el caso de Corina, gracias a algún papiro, conservamos una parte ínfima de su obra, por desgracia. Parece ser, de todas maneras, que cultivaban una lírica muy local en los dialectos de sus regiones y tratando temas mitológicos, cuando los tratan, de su región. De Telesila sólo conservamos un fragmento, que dice

«y Ártemis, oh muchachas,
huyendo del Alfeo»

ἁ δ’ Ἄρτεμις, ὦ κόραι,
φεύγοισα τὸν Ἀλφεόν (PMG 717)

y habla de la persecución por parte de Alfeo, dios que representa al río homónimo del Peloponeso, a la diosa Ártemis, tal vez en un poema sobre la ninfa Aretusa, que pertenecía al séquito de la diosa y fue perseguida por el río.
De Praxila conservamos algún fragmentillo más, como

«Lo más bello que abandono es, por una parte, la luz del sol,
segundo, los astros brillantes y la cara de la luna
y, también, los maduros higos y las manzanas y las peras»

κάλλιστον μὲν ἐγὼ λείπω φάος ἠελίοιο,
δεύτερον ἄστρα φαεινὰ σεληναίης τε πρόσωπον
ἠδὲ καὶ ὡραίους σικύους καὶ μῆλα καὶ ὄγχνας· (PMG 747)

Procede de su perdida obra Himno a Adonis, antiguo dios de la vegetación que, tras haber tenido un devaneo con la diosa Afrodita, muere víctima del celoso Ares transformado en jabalí y lamenta lo que ha de dejar atrás al morir; o este:

«oh amigo, protégete del escorpión que se esconde bajo toda piedra»
ὑπὸ παντὶ λίθῳ σκορπίον ὦ ἑταῖρε φυλάσσεο

verso conservado gracias a un escolio (nota a pie de página) a unos versos de Las Tesmoforias de Aristófanes en los que hace referencia a este proverbio cambiando ‘escorpión’ por otra palabra:                       

«Apruebo el viejo dicho:
bajo toda piedra hay que mirar,
no te vaya un orador a picar.»  

τὴν παροιμίαν δ’ ἐπαινῶ τὴν παλαιάν·
ὑπὸ λίθῳ γὰρ παντί που χρὴ
μὴ δάκῃ ῥήτωρ ἀθρεῖν.» (Ar. Th. 529-530bis)

De las poetas de la monodia “local” la más conocida, y de la que más se nos conserva, es Corina de Tanagra, que parece ser que vivió alrededor del año 500 a.C. y fue discípula de Mírtide, otra poeta, a la cual ella misma representa rivalizando con Píndaro, el poeta lírico griego del que mayor obra completa conservamos:

«Critico a la melodiosa
Mírtide yo porque, siendo mujer,
fue con Píndaro a rivalizar.»

«μέμφομη δὲ κὴ λιγουρὰν
Μουρτίδ’ ἱώνγ’ ὅτι βανὰ φοῦ-
σ’ ἔβα Πινδάροι πὸτ ἔριν.» (PMG 664a)

Corina era de Beocia, igual que Píndaro, y alguna fuente la representa como ganadora de varios agones contra el poeta, tal vez cierto, tal vez confusión con el fragmento citado. Gracias al papiro de Hermúpolis conocemos mejor su obra, que consistía, en gran parte, en narraciones líricas de mitos de su región, algunos ampliamente conocidos en toda Grecia, como los Siete contra Tebas, y otros más marginales, como la disputa entre los montes Citerón y Helicón, ambos de Beocia, que compitieron en un concurso de poesía:

«Y a los bienaventurados al punto las Musas
ordenaron llevar su voto
secreto a los cántaros de dorados
brillos; se levantaron todos juntos;
más votos logró el Citerón.
Rápidamente Hermes proclamó
a gritos que había alcanzado la deseada
victoria y con coronas
… le adornaron
los bienaventurados; y su espíritu se alegró»

μάκαρας δ’ αὐτίκα Μώση
φ]ερέμεν ψᾶφον ἔ[τ]αττον
κρ]ουφίαν κάλπιδας ἐν χρου-
(⸏)σοφαῖς· τὺ δ’ ἅμα πάντε[ς] ὦρθεν·
πλίονας δ’ εἷλε Κιθηρών·
τάχα δ’ Ἑρμᾶς ἀνέφαν[έν
νι]ν ἀούσας ἐρατὰν ὡς
ἕ]λε νίκαν στεφ[ά]νυσιν
…].(.)ατώ.ανεκόσμιον
(⸏) μάκα]ρες· τῶ δὲ νόος γεγάθι·» (PMG 654a, 19-28)

Avanzamos unos siglos y llegamos al mundo del epigrama, composición lírica muy breve, originalmente compuesta como epitafios, que luego acabó adquiriendo vida propia y una independencia enorme, que empezó a cultivarse como género independiente en los siglos IV y III a.C. Conservamos, gracias a obras como la monumental Antología palatina, una importante cantidad de poemas, si bien breves, completos, de poetas y poetisas como Erina, Ánite, Mero y Nóside. Erina centra su obra (o lo que se nos conserva) en la pronta muerte de Báucide, compañera suya de niñez que murió recién casada a los diecinueve años; tal vez por confusión con la muerte de su amiga, se le ha atribuido también a ella una muerte prematura y en la soltería. Tenemos fragmentos de un poema de 300 versos titulado La rueca, en el que se queja de la muerte de Báucide, y tres epigramas completos, en dos de los cuales lamenta la pérdida de su amiga, a quien llama cariñosamente ‘Bauco’:

«De la recién casada Báucide soy (el sepulcro); si pasas por la muy llorada
lápida dile al Hades que está bajo tierra
“Envidioso eres, Hades” y, al ver los hermosos símbolos
la muy cruel suerte de Bauco conocerás,
cómo a la niña, con las antorchas con las que cantó un himeneo,
 el suegro quemó en el fuego.
Y tú, oh Himeneo, tu afinada canción de bodas
tornaste en un resonar lastimoso de trenos.»

«Νύμφας Βαυκίδος εἰμί· πολυκλαύταν δὲ παρέρπων
στάλαν τῷ κατὰ γᾶς τοῦτο λέγοις Ἀίδᾳ·
“Βάσκανός ἐσσ’, Ἀίδα.” τὰ δέ τοι καλὰ σάμαθ’ ὁρῶντι
ὠμοτάταν Βαυκοῦς ἀγγελέοντι τύχαν,
ὡς τὰν παῖδ’, ὑμέναιος ἐφ’ αἷς ἀείδετο πεύκαις,
ταῖσδ’ ἐπὶ καδεστὰς ἔφλεγε πυρκαϊᾷ·
καὶ σὺ μέν, ὦ Ὑμέναιε, γάμων μολπαῖον ἀοιδὰν
ἐς θρήνων γοερὸν φθέγμα μεθαρμόσαο.» (AP VII, 712)

Ánite, que vivió alrededor del año 300, es la poeta griega de la que más poemas completos conservamos (¡diecinueve seguros!), aunque la mayoría de cuatro versos. Natural de Tegea, en la Arcadia, se la ha relacionado con Safo y estaba especializada en describir pequeñas escenitas casi pictóricas y delicadas en epigramas encargados para poner sobre fuentes, pedestales, ofrendas, etc. Habla una imagen del dios Pan:

«Extranjero, bajo el olmo tus cansados miembros descansa;
entre sus verdes hojas suena un dulce vientecillo.
Bebe la fresca agua de la fuente, pues es para los caminantes
descanso, en la ardiente estación de la cosecha, muy agradable»

Ξεῖν’, ὑπὸ τὰν πτελέαν τετρυμένα γυῖ’ ἀνάπαυσον·
ἁδύ τοι ἐν χλωροῖς πνεῦμα θροεῖ πετάλοις·
πίδακά τ’ ἐκ παγᾶς ψυχρὰν πίε· δὴ γὰρ ὁδίταις
ἄμπαυμ’ ἐν θερινῷ καύματι τοῦτο φίλον. (AP XVI, 228)

También tiene epitafios escritos con dulzura, muchos para jóvenes muertas antes de haberse casado, y algunos ficticios, de animales, como éste de un delfín varado:

«Ya no gozoso por los navegables mares
desde lo profundo erguiré mi cabeza,
ni ya al ver cerca de los hermosísimos labios de los remos de las naves
mi bellísima imagen resoplaré lleno de alegría;
la purpúrea agua del mar me ha traído a tierra firme
y yago aquí, en esta suave playa.»

Οὐκέτι δὴ πλωτοῖσιν ἀγαλλόμενος πελάγεσσιν
αὐχέν’ ἀναρρίψω βυσσόθεν ὀρνύμενος,
οὐδὲ παρ’ εὐσκάλμοιο νεὼς περικαλλέα χείλη
ποιφυξῶ τἀμᾷ τερπόμενος προτομᾷ·
ἀλλά με πορφυρέα πόντου νοτὶς ὦσ’ ἐπὶ χέρσον,
κεῖμαι δὲ † ῥαδινὰν τάνδε παρ’ ἠιόνα (AP VII, 215)

Mero de Bizancio se casó con un filólogo, Andrómaco, con el que tuvo un hijo al que llamaron Homero en honor al poeta, y que fue un aclamado escritor de tragedias. Su marido escribió un léxico etimológico y ella, por su parte, versos épicos, un himno a Posidón, elegías, poemas monódicos y epigramas. Se nos conservan dos enteros, escritos para unas ofrendas:

«De Afrodita en el atrio dorado pendiente aquí quedas,
¡oh, racimo colmado del jugo de Dioniso!
No podrá ya tu madre criar su nectáreo follaje
abrazando con pámpanos graciosos tu cabeza.»

Κεῖσαι δὴ χρυσέαν ὑπὸ παστάδα τὰν Ἀφροδίτας,
  βότρυ, Διωνύσου πληθόμενος σταγόνι,
οὐδ’ ἔτι τοι μάτηρ ἐρατὸν περὶ κλῆμα βαλοῦσα
  φύσει ὑπὲρ κρατὸς νεκτάρεον πέταλον.» (AP VI,119)

Nóside nació en el sur de la península itálica, entonces repleta de colonias griegas, en la primera mitad del siglo III a.C. De los doce (¡doce!) epigramas suyos que conservamos, diez están relacionados con mujeres, muchos en relación a ofrendas, como ésta de una prostituta a Afrodita:

«Vayamos al templo y veamos de Afrodita
la estatua, cuán artística queda con oro.
La puso Poliárquide, que sacó muchas
riquezas por la hermosura de su propio cuerpo.»

Ἐλθοῖσαι ποτὶ ναὸν ἰδώμεθα τᾶς Ἀφροδίτας
  τὸ βρέτας, ὡς χρυσῷ δαιδαλόεν τελέθει.
εἵσατό μιν Πολυαρχὶς ἐπαυρομένα μάλα πολλὰν
  κτῆσιν ἀπ’ οἰκείου σώματος ἀγλαΐας. (AP IX, 332)

De todos sus poemas, sólo uno tiene temática amorosa:

«“Nada hay más dulce que el amor; las dichas, todas secundarias
   son. Desprecié hasta la miel en la boca.”
Tal dice Nóside, y al que Cipris no ha amado,
  no conoce aquello, ni cómo son sus rosas.»

Ἅδιον οὐδὲν ἔρωτος· ἃ δ’ ὄλβια, δεύτερα πάντα
   ἐστίν· ἀπὸ στόματος δ’ ἔπτυσα καὶ τὸ μέλι.
τοῦτο λέγει Νοσσίς· τίνα δ’ ἁ Κύπρις οὐκ ἐφίλησεν,
  οὐκ οἶδεν τήνα γ’, ἄνθεα ποῖα ῥόδα. (AP V, 170)

Sin embargo, aun siendo éste el único poema amoroso suyo que tenemos, ella misma se relaciona con Safo, natural de Mitilene, como su inspiración:

«Si navegas, viajero, a gozar con las Gracias floridas
 de Safo en Mitilene, la de bellos coros,
parte a decirles que adicta a las Musas y a ella
  Lócride me engendró, y es Nóside mi nombre.»

Ὦ ξεῖν’, εἰ τύ γε πλεῖς ποτὶ καλλίχορον Μιτυλάναν
  τᾶν Σαπφοῦς χαρίτων ἄνθος ἐναυσόμενος,
εἰπεῖν, ὡς Μούσαισι φίλαν τήνᾳ τε Λοκρὶς γᾶ
  τίκτε μ’ ἴσαν χὤς μοι τοὔνομα Νοσσίς, ἴθι.» (AP VII, 718)

Otra poeta, Hédile, hija de la escritora de yambos Mosquine de Atenas, madre del poeta Hédilo de Samos (o de Atenas), escribió un poema elegíaco sobre el mito de Escila del cual Ateneo nos conserva un fragmento en su Banquete de sabios:

Llevando como regalo alguna concha de la roca Eritrea,
   o de los alciones los polluelos aún sin plumas,
para la ninfa, con timidez, regalos. De su llanto
  hasta la sirena, cercana doncella, se lamentó,
pues se alejaba de las costas y de las regiones cabe al
   Etna.»

ἢ κόγχου δωρήματα’ φέροντα Ἐρυθραίης ἀπὸ πέτρης,
   ἢ τοὺς ἀλκυόνων παῖδας ἔτ’ ἀπτερύγους,   (35)
τῇ νύμφῃ δύσπιστος ἀθύρματα. δάκρυ δ’ ἐκείνου
  καὶ Σειρὴν γείτων παρθένος οἰκτίσατο·
ἀκτὴν γὰρ κείνην ἀπενήχετο καὶ τὰ σύνεγγυς
   Αἴτνης. (Suppl. Hell. 456)

En él Hédile habla de los regalos que Glauco lleva, enamorado, a la ninfa Escila.

Volviendo atrás, al siglo VI a.C., tenemos a Cleobulina o Eumetis, hija de Cleobulo, uno de los siete sabios de Grecia, considerada de las primeras filósofas, que escribía adivinanzas, de las cuales nos han llegado cuatro, como esta:

«Vi a un hombre con fuego soldando bronce a un hombre»

ἄνδρ’ εἶδον πυρὶ χαλκὸν ἐπ’ ἀνέρι κολλήσαντα (Arist. Po. 1458a, 29-30)

conservada, entre otras fuentes, en la Poética de Aristóteles, y a la que Ateneo en su Banquete de los sabios añade el verso

«tan fuertemente soldados que se hacían consanguíneos»

οὕτω συγκόλλως ὥστε σύναιμα ποιεῖν.» (Deipnosoph. X 452b, 10)

que habla de un médico que pone ventosas sobre el cuerpo de un enfermo, a lo mejor con sangría.

Yendo más hacia atrás en el tiempo tenemos a la poeta Beo, de datación incierta, que fue sacerdotisa de Apolo en Delfos, y a la que se le atribuyó un poema sobre ornitología y un himno a Delfos. Conservamos dos fragmentos suyos, parece que de este himno y haciendo referencia a los oráculos, gracias a la ancestral “guía turística” de Pausanias, Descripción de Grecia:

«allí un memorable oráculo realizaron
los hijos de los Hiperbóreos, Pagaso y el divino Agieo.
(…) Olén, que se hizo el primero profeta de Febo,
el primero construyó la canción de versos antiguos»

ἔνθα τοι εὔμνηστον χρηστήριον ἐκτελέσαντο
παῖδες Ὑπερβορέων Παγασὸς καὶ δῖος Ἀγυιεύς.
(…) Ὠλήν θ’, ὃς γένετο πρῶτος Φοίβοιο προφάτας,
  πρῶτος δ’ ἀρχαίων ἐπέων τεκτάνατ’ ἀοιδάν. (Paus. X 5, 8)

Juan Estobeo recoge una oda de una poeta llamada Melino, cuya patria sitúa en Lesbos seguramente por confusión con el metro sáfico que usa en el poema, dedicado a Roma:

«Salud, Roma, hija de Ares, 
de dorada diadema belicosa soberana, 
que habitas un venerable Olimpo en la tierra siempre inexpugnable. 
A ti sola, señora, diote la Moira 
el imperio de un poder y gloria indestructibles, 
para que, dueña de un digno poder, gobiernes. 
Bajo tu yugo de poderosas bridas 
el pecho de la tierra y del canoso mar 
está sometido. Tú guías inamoviblemente las ciudades de los pueblos. 
El poderoso tiempo que todo lo destruye 
y cambia la vida, cada vez de manera distinta, 
sólo a ti el favorable viento que hincha tus velas no te lo trueca.  
Porque tú sola, entre todos, los más poderosos 
hombres y los mayores lanceros engendras, 
igual que de Deméter el rico fruto, pero en hombres.» 

Χαῖρέ μοι Ῥώμα, θυγάτηρ Ἄρηος, 
χρυσεομίτρα δαΐφρων ἄνασσα, 
σεμνὸν ἃ ναίεις ἐπὶ γᾶς Ὄλυμπον αἰὲν ἄθραυστον. 
σοὶ μόνᾳ, πρέσβιστα, δέδωκε Μοῖρα 
κῦδος ἀρρήκτω βασιλῇον ἀρχᾶς· 
ὄφρα κοιρανῇον ἔχοισα κάρτος ἀγεμονεύῃς. 
σᾷ δ’ ὐπὰ σδεύγλᾳ κρατερῶν λεπάδνων 
στέρνα γαίας καὶ πολιᾶς θαλάσσας 
σφίγγεται· σὺ δ’ ἀσφαλέως κυβερνᾷς ἄστεα λαῶν. 
πάντα δὲ σφάλλων ὁ μέγιστος αἰὼν 
καὶ μεταπλάσσων βίον ἄλλοτ’ ἄλλως 
σοὶ μόνᾳ πλησίστιον οὖρον ἀρχᾶς οὐ μεταβάλλει. 
ἦ γὰρ ἐκ πάντων σὺ μόνα κρατίστους 
ἄνδρας αἰχματὰς μεγάλους λοχεύεις, 
εὔσταχυν Δάματρος ὅπως ἀνεῖσα καρπὸν ἀπ’ ἀνδρῶν. (Suppl. Hell. 541) 

En el año 130, el emperador Adriano y la emperatriz Sabina fueron de viaje a Egipto y visitaron los colosos de Memnón. Eran unas estatuas dedicadas al faraón Amenhotep III, confundido por los griegos con Memnón el etíope, hijo de la Aurora, frente a la ciudad de Luxor. Una de ellas, tras el daño que sufrió en un terremoto, “cantaba” por las mañanas; el agua que se condensaba en sus grietas durante la noche se evaporaba con el sol, provocando el sonido. Las estatuas se volvieron una gran atracción turística y los emperadores fueron a verlas junto a Julia Balbila, una noble romana de ascendencia griega y gran poeta que, para conmemorar su visita, grabó en las estatuas varios poemas que compuso para la ocasión. Recomiendo leer otra entrada de este mismo blog, en la que se habla de esta poetisa y se incluyen los textos y traducciones de los colosos.

La última poeta griega de la que hablaré es Teosebia, que vivió en el siglo V en el Imperio romano de Oriente y de la que se nos conserva un epigrama, una vez más, en la Antología Palatina.

«Vio Acestoria tres penas: se cortó el pelo 
  primero por (la muerte de) Hipócrates, luego por Galeno; 
y ahora, sobre el penoso sepulcro de Ablabio yace 
  y, avergonzada, con aquél entre los hombres se muestra.»

εἶδεν Ἀκεστορίη τρία πένθεα: κείρατο χαίτην 
   πρῶτον ἐφ᾽ Ἱπποκράτει, καὶ δεύτερον ἀμφὶ Γαληνῷ: 
καὶ νῦν Ἀβλαβίου γοερῷ περὶ σήματι κεῖται, 
   αἰδομένη μετὰ κεῖνον ἐν ἀνθρώποισι φανῆναι. (AP VII, 559) 

Muchas son las poetas que dio la Grecia Antigua, aunque no se nos hayan conservado en su mayoría, y muy buenas. Ya es hora de que hablemos de ellas con la altura y el respeto que se merecen. Esta pequeña muestra de lo que tenemos de estas mujeres espero que haya dado una visión más global de la mujer griega como creadora, como artista comisionada, en muchos casos, para hacer obras, como poeta. Y, ahora sí, concluyo esta entrada con un poema de Safo:

«Unos un ejército de caballeros, otros de infantes, 
otros de naves dicen que sobre la negra tierra 
es lo más hermoso; yo que aquello que uno ama.»

Ο]ἰ μὲν ἰππήων στρότον, οἰ δὲ πέσδων, 
οἰ δὲ νάων φαῖσ’ ἐπ[ὶ] γᾶν μέλαι[ν]αν 
ἔ]μμεναι κάλλιστον, ἔγω δὲ κῆν’ ὄττω τις ἔραται· (Voigt 16, 1-4)

Lucas Cadenas

He consultado principalmente:

RODRÍGUEZ ADRADOS, Francisco (2006), Lírica. Barcelona. Editorial Gredos.

FERNÁNDEZ-GALIANO, Manuel (1978), Antología palatina. Madrid. Editorial Gredos

 

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