The Walking Latin

Todos conocemos la viral serie televisiva de la AMC, The Walking Dead, cuya trama gira en torno a un grupo de supervivientes que, tras un apocalipsis zombie, buscan un lugar seguro en un mundo caótico, enfrentándose a todo tipo de peligros, entre los cuales, el peor sin duda es la corrupción y la maldad del propio ser humano, a pesar de la acuciante presencia de los walkers o caminantes.

El programa está basado en los cómics originales del mismo nombre escritos por Robert Kirkman, Tony Moore y Charlie Adlar; consta de siete temporadas por el momento. Toda su historia se desarrolla en los Estados Unidos —como de costumbre—, y bien sabida es la devoción de los norteamericanos por el mundo clásico, por lo que esta serie tiene varios ejemplos de la pervivencia de nuestras linguae matres.

En el episodio número siete de la séptima temporada, Sing me a song, la dirigente de una de las comunidades supervivientes, Deanna Monroe, durante una situación peliaguda —tranquilos, no voy a hacer spoilers—, deja escrito en un pedazo de papel esta frase: Dolor hic tibi proderit olim, es decir, “Este dolor algún día te será de ayuda.”

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Esta bella sentencia pertenece a los Amores 3, 11a, 7 de Ovidio, autor que vivió desde el año 43 a.e.c hasta el 17 e.c. y mundialmente conocido por su Ars Amandi, Tristia y Metamorphosis.

Huelga decir que el nombre de la personaje que la escribió también pertenece al mundo clásico, siendo una evolución de la diosa romana de la caza y la luna, Diana.

Por otra parte, los creadores de la serie tuvieron muy en cuenta la importancia de una de las ciudades más esplendorosas e influyentes de la Época Helenística e Imperial: Alejandría. En la quinta temporada, Rick Grimes y su grupo hallan esta comunidad poblada por supervivientes, haciendo alusión a que es su luz, su salvación, muy en relación a una de las siete maravillas del Mundo Antiguo, el faro de Alejandría.

Este colosal faro fue construido en el s. III a.e.c. en la isla de Faros, de la cual tomó su nombre, frente a las costas de Alejandría en Egipto. Se hizo bajo el mandato de Ptolomeo I y tenía una altura de 134 metros. Este monumento pervivió por más de un milenio, en el siglo XIV fue destruido por un terremoto. Actualmente se está barajando en varios países de Europa erigir una réplica del faro así como otra del Coloso de Rodas.

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En tercer lugar, otra de las comunidades, esta vez de naturaleza un poco distinta a la anterior, también recibió un nombre plenamente latino, se trata de Terminus, cuyo significado es transparente. En la mitología romana, uno de los pocos dioses no importados del mundo heleno es Término (Terminus en latín), cuya función era la de vigilar los caminos y señalar dónde empezaba y acababa cada territorio. Este vocablo latino también significa “mojón, miliario”, lo que encarna y da forma a la divinidad en las representaciones artísticas.MArcos 3

Por último, la serie toma comienzo en una ciudad estadounidense de fama muy dilatada, Atlanta, capital del estado de Georgia, al sudeste de los Estados Unidos. Este topónimo es un falsus amicus en toda regla, pues todos podemos caer en la fácil etimología de la mítica ciudad de los Atlantes, de la cual ya hablamos en una entrada reciente.

En primer lugar, es tremendamente curioso cómo el nombre que se asignó en un comienzo a esta población fue Terminus, coincidiendo de forma muy causal con el otro enclave de la serie ya mencionado. Se debe a que, cuando los habitantes de Georgia inauguraron su primer trayecto en ferrocarril, el punto donde este acababa era la primitiva Atlanta, y puesto que era el fin del recorrido, le dieron el nombre de Terminus, para cambiarlo poco después por Marthasville, a partir del nombre de la hija del gobernador del momento.

Sin embargo, los pobladores querían un nombre con mayor sonoridad, y convinieron en que Atlanta era una buena opción. El cómo llegaron a esta conclusión está reñido, pues unos autores afirman que era el segundo nombre de la muchacha previamente mencionada, mientras que otros postulan que, J. Edgar Thomson, el jefe de ingeniería del ferrocarril, dio el nombre porque la ruta era Oeste y Georgia-Atlántico, por tanto a partir del océano.

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Atalanta fue en la mitología griega una heroína virgen y cazadora, consagrada por tanto a Artemisa, la cual según Apolodoro en su Biblioteca Mitológica, estuvo entre los participantes de los Argonautas, la única mujer. La etimología es discutida, pero la opción más aceptada afirma que viene de ἀτάλαντη, “que tiene el mismo valor que (¿quizá un hombre?)”, desvelando una vez más esta mentalidad misógina de los griegos.

Marcos Medrano Duque

A los de clásicas nos la dan con queso…y algo más

Basta con darse una vuelta por cualquier supermercado patrio o foráneo para descubrir productos con nombres clásicos y algunos de ellos en latín. Así que después de haber recorrido distintos establecimientos en busca de la comida semanal, darme alguna que otra sorpresa e ir haciendo fotografías cual ciudadano nipón en cualquier ciudad europea, procedo a dar unas leves pinceladas para comentar tales imágenes.

1. Óleum del molino

Óleum del molino es un aceite virgen extra de variedad hojiblanca elaborado por Almazaras Valderrama en Montilla (Córdoba). Se trata además del único aceite con nombre latino galardonado con el premio al mejor aceite ecológico en la feria Bio Fach 2012 en Alemania (enlace aquí). Así que ya tenemos los clasicistas dos buenas razones para aderezar nuestras ensaladas. Un servidor, que ha probado ese aceite, constata su buena calidad. He puesto tilde a la palabra oleum para respetar el delicado diseño con el que se ha realizado la etiqueta del producto. Dicha vírgula la vemos representada como una hoja de olivo que recuerda al cliente cómo se ha de pronunciar el nombre, ya que, según la regla de la penúltima, ha de acentuarse la primera sílaba en este caso. ¡Hasta tal punto llega la publicidad!

2. LAVRVS

 

Si lo del aceite no tiene precio, ver un queso cuyo nombre es LAVRVS, escrito con V mayúscula, con una cara extraída de un mosaico romano como anagrama y en la etiqueta unos versos de Virgilio ¡EN LATÍN!, damas y caballeros… esto es impagable. Tal como se ve en las imágenes, la consideración hacia el mundo clásico no puede ser mayor. La quesería artesana LAVRVS, ubicada en Torres de Carrizal (Zamora), es una empresa familiar con ganadería propia dedicada a procesar la leche de sus ovejas y convertirla en estos quesos tan virgilianos (enlace aquí). Los versos en concreto proceden de la tercera Bucólica (Verg., Ecl. III, 62-63) y son una intervención del pastor Menalcas:

Et me Phoebus amat; Phoebo sua semper apud me3. Virgilio
lmunera sunt, lauri et suave rubens hyacinthus.
»
El que me cuida a mí es Febo; a Febo su ofrenda en mi casa/siempre le tengo: el laurel y el jacinto de suave encarnado». (Tr.: Juan Manuel Rodríguez Tobal)

La razón por la que esta buena gente decidió acompañar sus quesos con estos versos nos es desconocida de momento. No sé si será hilar demasiado fino, pero me atrevería a decir desde este rincón, donde no he de sufrir las censuras de los sabios virgilianistas, que no es descabellado pensar que la bucólica cita viene dada por los personajillos representantes del género: los pastores. Al fin y al cabo, esta familia son pastores que hacen y comercializan su propio queso; como los de Virgilio, mutatis mutandis. Amén de que al principio de la composición el mismo Menalcas se dirige a las infelices ovejas y este queso está hecho con leche de oveja. El motivo por el que escogen estos versos con referencia a Apolo y a sus amores a través del laurel (Dafne) y el jacinto (Jacinto) me parece un auténtico misterio. Sólo es evidente el hecho de que el queso se llama LAVRVS (“laurel”) y que uno de los versos contiene la palabra lauri. Así que quizá este blog junto a la delegación local de la SEEC y el Departamento habrían de organizar una excursión a la fábrica con fines puramente científicos. ¡Todo sea por la filología! Yo lo dejo caer.

4. vailecus

Y ahora permítanme, queridos lectores de Notae tironianae, que haga un poco de patria, porque los dos quesos que comentamos a continuación (“VAILECUS” y “musgo de capra”) proceden de mi amado valle del Alberche en su parte abulense. VAILECUS es una marca registrada por la empresa “Quesos del Alberche” (Navandrinal, Ávila) que elabora quesos tiernos, semicurados y curados con leche de cabra (enlace aquí). Lo descubrí en Cebreros durante la feria anual de productos de la tierra con motivo de la fiesta de la vendimia y he de hacer justicia a la ciencia y decir que en un primer momento no fui capaz de encontrarle la etimología. Es más, creía que era un nombre inventado y latinizado para darle apariencia de latín. Sin embargo, gracias a los sabios consejos sugeridos por la dirección del blog, se puede dar una respuesta más sensata. VAILECUS puede ser una simple variante del dios celta del inframundo y protector del monte al que los vetones adoraban: Vaelico (VAELICUS). Se encuentra Navandrinal dentro de la zona donde otrora habitaban los vetones. Por tanto, es un hecho harto interesante, pues el nombre de este dios parece estar emparentado con la raíz celta para designar al lobo: vailos (relativamente similar al inglés wolf). Nuestro queso entonces, tiene un nombre con bastante más pedigrí del que creíamos al principio. No es extraño que tenga el nombre de un dios vetón, ya que, al fin y al cabo, están bautizando el producto bajo el patronazgo del protector de los bosques y montes; algo parecido al Fauno Luperco itálico. Mas, como el que suscribe no es autoridad ninguna en el campo del indoeuropeo y mucho menos quiere cometer intrusismo para con los celtistas, animo desde aquí a los expertos en la materia a hablar sobre dicho tema y a publicar una entrada. No cuenta para la ANECA, pero todo se andará.

5. Musgo de capra

Más fácil, afortunadamente, es el regusto latino del producto elaborado por la quesería de Elvira García en El Barraco (Ávila), que goza de varios galardones internacionales y ofrece una gran variedad de derivados de la leche de sus cabras (enlace aquí). Recomiendo personalmente la visita a ambas queserías y a la degustación de tales lácteos. Lo dice un servidor, que ya ha ido varias veces.

6. lacrimus-rex-tomevinos

 

 

7. gladium

 

 

 

 

 

 

No debíamos terminar esta entrada sin la dicha mención a algunos vinos con nombre en latín, haciendo gala de una sana “enofilia”, palabra que el gran Gregorio Hinojo nos dejó registrada en este blog el pasado mes de junio (pueden leer la entrada aquí). El tinto rioja “LACRIMUS REX” forma parte de una amplia tirada de vinos de las bodegas de Rodriguez Sanzo y a juzgar por la simpática huella de dinosaurio que vemos en la etiqueta de la botella, podríamos decir que el apelativo rex le viene del famoso tiranosaurio. Respecto a lacrimus, ha de venir de lacrima (lágrima), pero tal raíz no se encuentra registrada en el corpus con esa desinencia. ¡Otro gazapo al cesto! Los otros dos vinos que traemos aquí tienen un nombre claro y meridiano: gladium y vites virides. ¿La mención a la espada será por lo que corta este caldo o lo fuerte que entra en el estómago? Por otra parte, es todo un acierto poner vites virides a un vino ecológico. En cuanto a si estos vinos son dignos de beberse, he de emitir la callada por respuesta. Invito desde aquí a todos los lectores y a mis compañeros a que organicemos una cata de caldos latinos.

8. Vites Virides

Para terminar, invitamos a los lectores y amigos de este blog que nos envíen fotos e información de todos los productos alimentarios que se encuentren con nombre latino. Con que nos envíen la foto sin más será suficiente. Por último, si esta entrada les ha dado hambre y ganas de atrasar la operación bikini una semana más, por favor, disculpen las molestias. Comer está bien, pero si se puede comer al modo filológico, ¡miel sobre hojuelas!

Ibor Blázquez Robledo

 

 

300 entradas

Hoy hemos alcanzado 300 entradas. Creo que todos lo tenemos que celebrar.

Muchas gracias a nuestros colaboradores y a nuestros fieles seguidores, y también a los que nos leen solo de vez en cuando.

Vamos a por las 500.

Sí, Caraca sobrevive a pesar de todo

Elena Villarroel nos llamó ayer la atención sobre una noticia aparecida la semana pasada en varios medios de comunicación: parece que los restos encontrados en Driebes, una población de unos 350 habitantes en la provincia de Guadalajara, corresponderían a la ciudad de Caraca mencionada por las fuentes antiguas. Así lo creen Javier Fernández, arqueólogo y codirector de la excavación junto a Emilio Gamo Pazos, tras una prospección con georradar.

Sin embargo, aunque la noticia es sin duda positiva, el relato que leemos en El País, «¡Otra columna romana, aquí no hay quien cultive!», sobre el tratamiento que durante mucho tiempo se ha aplicado a los restos que aparecían no puede ser más triste y habla de la tenebrosa situación en que la educación más elemental ha vivido en España en épocas no muy lejanas.

Aunque, como ayer decía Elena, ya en 1945 se descubrió el llamado ‘tesoro de Driebes’,  actualmente expuesto en el Museo Arqueológico Nacional -es decir, aunque ya había pruebas de la existencia de una zona con un valor arqueológico notable-, sin embargo no sólo ha sido despreciado sino destrozado, y si no, saqueado por los furtivos. Uno de los vecinos (de 63 años, no precisamente un anciano) declara que los niños jugaban hasta no hace mucho a tirarle piedras a ánforas romanas de dos mil años de antigüedad: “También jugábamos a romper jarrones, vasijas, tejas y piedras. No teníamos ni idea de que estábamos destrozando piezas de un valor incalculable. Éramos solo críos”. No resulta tampoco muy consolador lo que dice el hijo de uno de los propietarios de la tierra: “Se ponían a labrar y sacaban columnas, sillares, piedras talladas y las tiraban a tomar por saco. Y se agarraban un cabreo de la hostia. Claro, no sabían lo que era todo aquello. Lo único que les importaba era que no podían cultivar. Qué van a saber, si son labriegos de toda la vida. No tenían ni puta idea”. Eso sí, ahora el alcalde ya está pensando en los turistas: “Allí podría ir el parking y allá el acceso al yacimiento a través de una pasarela”.

En fin, para evitar estas cosas es para lo que vale una enseñanza pública de calidad. Los críos y los labriegos de toda la vida también deben recibir una educación que les proporcione  criterios para apreciar y distinguir los bienes culturales.

Susana González Marín

Hallazgo de una villa romana en Driebes (Guadalajara)

Con esta entrada, Notae Tironianae se hace eco del descubrimiento de una villa romana, en la localidad de Driebes (Guadalajara). En esta misma localidad fue descubierto en 1945 un tesoro de orfebrería con fíbulas, monedas, lingotes, etc. Un equipo de investigadores empezó las prospecciones con georadar en octubre de 2016, descubriendo la existencia de una ciudad a setenta centímetros bajo tierra, con su foro, termas, viviendas y hasta un acueducto con dimensiones similares al de Segóbriga (Cuenca). Se trataría de Caraca, una ciudad de época carpetana (entre los siglos IV a.C y II d.C) y de unos 2.000 habitantes. También apuntan la existencia de un templo romano, ubicado bajo las ruinas de la ermita situada en el cerro de la Virgen de la Muela.

Está previsto que continúe el trabajo mediante excavaciones y hacer lo posible para que pueda ser visitado cuanto antes.

Para leer la noticia completa en El confidencial, pinchad aquí:

A raíz de este descubrimiento, cabe preguntarse, ¿habrá más yacimientos romanos y ciudades subterráneas ignotas?

Elena Villarroel Rodríguez

 

Estrogenuinas estrenan videoclip

Ya otras veces os hemos hablado de la banda salmantina de punk-rock Estrogenuinas, un grupo integrado por Ángela y Carolina Álvarez, María Gómez y Elena Nieto. Muchos de vosotros ya conocéis a Carolina, que, tras acabar sus estudios de grado, cursa en este momento el Master de Secundaria en nuestra Universidad en la rama de Filología Clásica. Además también ha colaborado en Notae tironianae.

No podemos por menos de alegrarnos de que ahora nos lleguen noticias sobre los éxitos de este grupo, que ha sido fichado por Subterfuge Records. Aquí podéis ver la presentación que hacen del grupo en su página.

De hecho, el pasado 22 han estrenado un EP (extended play) »Sonido Chirll-Out», editado por Subterfuge Records, grabado y masterizado en los estudios Dobro de Valladolid y producido por Javier Bielva, vocalista de Arizona Baby y Corizonas. El EP está disponible en plataformas digitales como Youtube.  También lo podéis escuchar en Spotify, iTunes / Apple Music y Deezer.

Pero no paran ahí las buenas noticias. La semana pasada se ha presentado el videoclip oficial de una canción que probablemente os sonará, “Nietzsche es mi fetiche”, que ya aparecía en su primer disco autoeditado, »De Guijuelo a Wisconsin». El videoclip (rodado por Álvaro Fernández) tiene como escenario un entorno que nos resulta familiar, la librería Letras Corsarias, en Salamanca (puedes pinchar aquí o aquí para verlo). Sobre la idea de la que surgió la canción, el grupo comenta: “A partir de la verdad irrefutable de que Nietzsche es nuestro fetiche, montamos todo el complejísimo sistema axiomático-filosófico posterior”. En el clip podemos ver cómo Apolo y Dioniso (referencia a lo “apolíneo” y a lo “dionisíaco”) decoran la carpeta de una joven obsesionada con el filósofo alemán, convertido en una suerte de sex-symbol o ídolo adolescente. Puedes verlo aquí.

Os dejamos las fechas de sus próximas actuaciones en directo: en el Tres Acordes Fest de Salamanca, un festival gratuito en el que sólo participan bandas locales, y en el Palencia Sonora, que se celebrará los días 9 y 10 de junio en Palencia.

Sólo nos queda desear a las componentes de Estrogenuinas mucho éxito y que podamos aquí seguir contándolo.

Susana González Marín

Gregorio Hinojo: Non omnis moriar.

Gregorio Hinojo Andrés nació en 1943 en Fuentes Calientes, Teruel, y disfrutaba de la pronunciación italianizante del Magnificat que hacía a la Virgen maña. A Salamanca llegó con 23 años desde Valencia, donde había cursado comunes, para estudiar la especialidad de Filología Clásica, carrera que culminaría en 1976 con la defensa de su tesis doctoral Los términos princeps, imperator y dux a final de la República y principios del Imperio Romanos bajo la dirección de Carmen Codoñer Merino. Desde 1969 hasta 2013 ejerció la docencia en la Universidad de Salamanca, los últimos veinticuatro años como catedrático de Filología Latina, condición que prolongó como Catedrático emérito hasta que la envidiosa muerte, en la expresión que él dedicó a un querido colega, nos lo arrebató el día 16 de este mes.

Difícilmente la figura total de Gregorio Hinojo puede ser en estos días glosada de manera suficiente y, desde luego, no es una tarea para la que me sienta autorizado. En cambio, sí tengo el convencimiento de que todos los que en mayor o menor medida lo conocimos tenemos la obligación de releer el precioso perfil que Perfecto Andrés Ibáñez escribió para el libro que en edición de José Carlos Fernández Corte e Isabel Moreno Ferrero compiló algunos de los artículos de Gregorio y que recibió el acertadísimo título de Curiosus verborum perscrutator (2014). A cada cual quedará, sin embargo, elegir el mejor momento para ello pues, por ejemplo, el bellísimo párrafo final de Perfecto Andrés, más bello ahora si cabe, resulta particularmente doloroso.

Con todo, parece adecuado que quien dedicó cuarenta y cinco años a la docencia sea ahora recordado por uno de sus alumnos de los últimos años y agradezco a la profesora Susana González Marín y a este blog el que me brinden esa oportunidad. En más de una ocasión Gregorio se preció de poseer un particular “baúl de los recuerdos”, una maleta en la que almacenaba las fichas que sus alumnos le fuimos entregando durante estas cuatro décadas y media.

No sólo en su trabajo como profesor, sino también en su obra investigadora plasmó su profundo cariño por la Universidad que lo acogió. Dedicó un artículo al medallón del edificio histórico (“Οἱ βασιλεῖς τῇ Ἐγκυκλοπαιδίᾳ αὕτη τοῖς βασιλεῦσι”, 2007) y otro al Brocense (“El comentario de El Brocense a los autores grecolatinos”, 2003). Más allá de ello, Hinojo siempre estuvo bien dispuesto a declarar su enorme admiración por Francisco Sánchez de las Brozas hasta tal punto de convertir en divisa personal un extracto del primer capítulo de la Minerva:

Non igitur dubium est, quin rerum omnium, etiam vocum, reddenda sis ratio: quam si ignoraverimus rogati, fateamur potius nos nescire, quam nullam esse constanter affirmare.

Sin embargo, las dos figuras del Estudio Salmantino que centraron su actividad fueron Antonio de Nebrija y Fray Luis de León. Del primero trabajó con particular interés su obra historiográfica en una monografía (La obra histórica de Nebrija: estudio filológico, 1991) y múltiples artículos (“Acotaciones a la labor historiográfica de Nebrija”, 1993; “Nebrija y la historiografía renacentista: la fortuna”, 1994). Uno de sus artículos sobre el Nebrisense (“Nebrija y Salamanca: historia de un desencuentro”, 1999) resulta especialmente revelador para comprender no sólo la ruptura del ilustre humanista con Salamanca, sino la firme relación de Hinojo con su alma mater. A la pasión inicial que ambos compartían por el latín pronto se les sumó un parentesco más. La cátedra de Filología Latina que Hinojo ganó en 1989 lo autorizó, en recuerdo de los antiguos títulos de la Universidad de Salamanca, a presentarse como Maestro de gramática —no es necesario especificar cuál— sin que nadie haya conocido ganas o argumentos para cuestionárselo. Esto a veces provocaba escenas divertidas, como la que él mismo contaba en la que a raíz de una entrevista en la prensa le adjudicaron el puesto de maestro de primaria. El artículo finaliza con los esfuerzos, en los que él participó, de la moderna Universidad de Salamanca por hacer justicia y restaurar el recuerdo de Nebrija, su ilustre predecesor en el cargo.

Y si la gramática hermanó a Hinojo con Nebrija, el Venusino hizo lo propio con Luis de León, cuyo horacianismo estudió profundamente Gregorio (La poética horaciana en Fray Luis de León, 2006; “Presencia de Horacio en Fray Luis de León”, 1994; “La recusatio horaciana de Luis de León”, 1996; “Horacio en España: Fray Luis de León”, 2009).

La Universidad supo restituirle parcialmente tanta devoción y le confió la lección inaugural del curso 2012–2013, que él tituló La invención de las palabras, durante la que se mostró tal y como era: agudo, interesante y divertido. Por suerte, no es necesario confiar en mi criterio y es posible ver el acto aquí .

Las palabras. En la relación de Gregorio Hinojo con las palabras se mezcla un contagioso entusiasmo con algo que sólo se me ocurre llamar camaradería. Le encantaba presentar las palabras como si de viejos amigos se tratasen, desgranando anécdotas de juventud, lances dudosos o ascensos y caídas. Esto le llevó a crear e impartir una asignatura de enorme popularidad en la Facultad, Historia de las palabras, de vocación claramente hedonista. Cada clase era una auténtica celebración de la perplejidad y la felicidad que el contacto con las palabras puede propiciar. Quiero pensar que Gregorio tomaría con el buen humor que lo caracterizaba la ironía de que precisamente en este punto no encuentre los términos adecuados para transmitir el ambiente de esas clases. El rigor del docente era el único auténtico principio rector en aquel gabinete de curiosidades; recuerdo verlo disfrutar proponiéndonos cognados inverosímiles, preguntando por el porqué del nombre del bizcocho, las magdalenas o el abadejo, urgiéndonos a crear neologismos o, uno de sus temas predilectos, discerniendo las designaciones de la muerte voluntaria (“Suicidium. Barbarismo y perversión”, 1998; “Las designaciones de la muerte voluntaria en Roma”, 1998). Sí voy a permitirme recoger algo que me impactó profundamente. Hinojo sentía una sincera y generosa amistad por todas las palabras, sin atisbo de límites, y no sólo hacia las que su competencia profesional en principio lo inclinaba. Como él mismo dice en la lección inaugural, esa simpatía expansiva lo aboca a un humanismo radical, sin concesiones. Pese a lo que de convencional hay en ello, estoy íntimamente convencido de que Gregorio encarnó el ideal con el que W. Jaeger abría su Paideia:

Φιλόλογος ὁ φιλῶν λόγους καὶ σπουδάζων περὶ παιδείαν.

A la manera del acertijo de la esfinge tebana, Gregorio se enorgullecía de haber enseñado Catulo de joven, Virgilio en la edad mediana y Horacio con la madurez, lo que atestigua, más que sus profundos conocimientos de poesía latina, su intrínseco horacianismo. Con Catulo escribió de amor (“Ambivalencia y antagonismo del sentimiento amoroso en la poesía de Catulo”, 1998; “La retórica de la seducción amorosa: Catulo”, 2003), refinó nuestro conocimiento de los estilos de Virgilio (“Del estilo de las Bucólicas y las Geórgicas”, 1982; “Los adjetivos de color en las Bucólicas y en las Geórgicas”, 1984) e indagó en los modos del decir desdiciendo de Horacio (“Recusationes…?”, 1985). Yo sólo lo conocí en la última fase, la de Horacio, y a nadie puede sorprender que atesore aquellas clases como algunas de las que más he disfrutado en mi vida de estudiante. Su semestre de Horacio comenzaba con algunas citas de Byron y Goethe en las mostraban que Horacio era demasiado cerebral, demasiado perfecto. Si alguno de sus alumnos, acaso distraído por el peso de los autores románticos, caía en la trampa y concordaba con ellos, Hinojo iniciaba una bella refutación y aplazaba el fin del debate al final del curso. A veces, después de haber traducido en clase una oda, aparecía con un mosaico de traducciones apretadas en las dos caras de un folio y tras preguntarnos cuál preferíamos discutíamos sobre los aciertos y torpezas de cada una. Otras veces, cuando anunciaba la próxima oda que íbamos a ver en clase, se ponía serio y nos advertía que esa no la tradujésemos como las otras, que con esa había que hacerlo bien y, a poder ser, en verso. Alguna vez lo hice y creo me hubiera gustado que le gustara alguna traducción mía. Ello no ocurrió nunca, pero amablemente me agradeció el esfuerzo.

Gregorio Hinojo fue un hombre de «muchas y plurales amistades», como su amigo Paco Novelty recordó hace unos días aquí. La misma pluralidad puede hallarse en su quehacer académico. Si destacó en el estudio del lenguaje latino del amor, no quedó atrás en la investigación del léxico político (“El término auctor en Cicerón”, 1978; “El léxico político de Aurelio Víctor”, 2005), o en los puntos en los que ambos se encontraron (“Léxico erótico y léxico político en latín”, 1999). Escribió también sobre historiografía (“La historia como género literario: opus… unum hoc oratorium maxime”, 1985; “Salustio y la teoría de Cicerón sobre la historia”, 1999), lo cual permitió que nos iluminara algunos de los pasajes más bellos de toda la prosa clásica (“La «muerte voluntaria» de Petronio (Tac. Ann. XVI, 18–19)”, 2004; “Tácito y el Barroco Fúnebre”, 2006). Del mismo modo supo compaginar su trabajo sobre el sofisticado latín renacentista (“Los Adagia de Erasmo en la Universidad de Salamanca”, 1988; “La norma lingüística en el latín renacentista”, 1994) con  las formas del “latín vulgar” (“Versipelis: ¿A/N o V/O?”, 1999; “Estatuto lingüístico del Testamentum Porcelli”, 2003), como también mostró su docencia de los últimos años en las clases de Humanismo grecolatino y Latín vulgar, asignatura esta en la que por primera vez coincidí con él. Precisamente en alusión al simpático Marco Grunnio Corocotta le regalé una de las típicas figuras de Corocotta, a quien se atribuye el caudillaje de los cántabros durante las guerras contra Augusto y que custodió celosamente la mesa del despacho de Hinojo. Sería desvirtuar la pulcritud filológica de Hinojo olvidar mencionar aquí el cuidado mimo que vertebró toda su carrera ocupándose del orden de palabras tanto en latín como durante los primeros pasos del castellano, mimo este que hallamos en múltiples artículos (“Del orden de palabras en el Satiricón de Petronio”, 1985“Del orden de palabras en latín tardío y castellano medieval”, 1988; “El orden de palabras en latín medieval”, 2002; “El orden de palabras en el latín de la Biblia”, 2014).

No he pretendido hacer una relación de sus publicaciones, que bien puede encontrarse en otros sitios. Ni siquiera de sus páginas más agudas o mejor hilvanadas. No. Es una invitación al reencuentro en sus palabras. Pronto la primavera castellana se instalará definitivamente en Salamanca y la escalinata de Anaya, sus jardines y bancos, quedarán colmados «mitad por ninfas, mitad por expresidiarios», como nos dijo un día Hinojo al terminar una clase por esta época. Al ver en esa vitalidad la vitalidad que nos falta quizá un súbito dolor nos sorprenda, acaso atragantados todavía los versos de la oda 1, 24 de Horacio. Será entonces el momento adecuado para solazarnos en las palabras de Gregorio y descubrirnos reunidos una vez más con nuestro querido Maestro de Gramática.

Diego Corral Varela

Cine y cómic

El pasado martes 28 de febrero Isaac Pérez Hernández dio una conferencia en el curso extraordinario de innovación docente LAS MIL PALABRAS DE UNA IMAGEN. Los textos clásicos del Peplum, con el título CINE Y CÓMIC. Ha tenido a bien resumirla para el público de Notae Tironianae

La manera en la que la ficción puede influir en cómo la sociedad entiende e interpreta elementos de su propia cultura es sorprendente. Por poner un ejemplo: tal vez si no hubiéramos visto a tantas princesas Disney –o similares–  recibir la corona de manos de un arzobispo, no  hubiera hecho falta que los periodistas españoles insistieran tanto en que el actual Felipe VI no iba a ponerse la corona en la cabeza en ningún momento durante su proclamación como rey de España, tal y como manda la tradición monárquica.

            Al igual que el cine o la literatura, el cómic también muestra muchos elementos de la cultura clásica y los somete a una interpretación y deformación que obedecen a sus propios intereses. En la mayoría de los casos dichos elementos proceden de otras obras de ficción y no de las fuentes originales, pero pueden influir, condicionar e incluso cambiar la manera en la que la sociedad entiende la realidad histórica. Además, dado el público que normalmente entendemos que es el objetivo de estas publicaciones, también suelen ser una “fuente” de conocimientos previos de los alumnos; ya sea para bien o para mal. Por todo esto conviene que también tengamos presente el mundo del cómic para ver qué ideas e interpretaciones del mundo antiguo les están llegando a nuestros alumnos y al conjunto de la sociedad a través de este medio.

            Siempre que hablemos del cómic y el mundo clásico una parada obligatoria es Astérix, la forma en la que sus autores emplean los elementos clásicos y juegan con ellos nos sigue resultando muy seductora, además que su enorme difusión durante décadas ha facilitado que todos los ingredientes grecorromanos que contienen lleguen a todo el mundo.

            No es de extrañar que la primera vez que muchas personas vieron el águila de de la legión, el símbolo de Roma y su poder militar, ésta estuviera hincada sobre “casi” toda la Galia, mientras que, con una lupa, se nos llamaba la atención sobre una aldea que resiste “hoy y siempre” la invasión romana. La tipología y la idea de Roma que se nos muestra en Astérix sigue siendo muy eficaz, más allá de sus anacronismos y sus peculiaridades, y por ello habrá muchas personas que, cuando oyen la palabra “centurión romano” o “formación de tortuga”, dibujen en su mente alguna de las viñetas de Gosciny y Uderzo o rememoren esos momentos de su infancia —y no tan infancia— en los que visionaron las películas animadas basadas en antedichos cómics.

            Pero no todo es Astérix. La temática romana o griega sigue llamando la atención del público y siguen realizándose adaptaciones e interpretaciones del mundo clásico, como – por citar un ejemplo –el cómic de Enrico Marini Las Águilas de Roma, donde se nos representa una Roma más parecida a la que se puede ver en la serie de la HBO Rome y con una trama y estética de su estilo. Otro ejemplo peculiar es 300 de Frank Miller. En este cómic se nos representan de una manera muy deformada y desde una estética muy peculiar el soldado y la cultura espartana. La visión que este cómic da de estas realidades históricas goza de una enorme divulgación gracias a la adaptación cinematográfica que se hizo en el año 2007, por lo que hoy no es raro ver a un profesor de cultura clásica o de griego contraponer con el cómic y la película los datos de las fuentes literarias y la arqueología, para “reconducir” las ideas previas sobre los espartanos con los que los alumnos llegan a clase.

            También el mundo del superhéroe del cómic americano tiene sus ingredientes clásicos. La misma idea de “super-héroe” ya es una referencia a ello. Los personajes que nacen en los años 30, la llamada Época de Oro o Primera Época de los superhéroes, –Superman como héroe apolíneo, Batman como justiciero dionisíaco–  beben de forma clara de la idea de héroe mitológico mezclada con elementos cristológicos. Cuando el género va avanzando y se decide dar profundidad a la psicología de los distintos héroes, nos encontramos historietas donde los personajes tienen que hacer frente a sus demonios internos, como Heracles, que tuvo que expiar su locura, o Aquiles, que hubo de deponer su cólera. 

           Los elementos que caracterizan a los distintos personajes también nos recuerdan a pasajes de la mitología. Si nos fijamos en Superman, veremos que tiene en su origen kryptoniano una referencia a tantos y tantos héroes mitológicos que eran “de la casta de Zeus”, en su fuerza sobrehumana una reminiscencia de Heracles y en su casi invencibilidad y punto débil, la kryptonita, una moderna adaptación de Aquiles y su talón.

            Para terminar también tendríamos que detenernos en el mundo del cómic japonés, el manga, y su versión animada, el anime. Estos medios tienen mucho éxito y aceptación en el mundo juvenil de nuestros días y gozan de gran difusión gracias a internet, aunque la mayoría de estas obras están pensadas por y para público japonés, salvo algunas excepciones más aptas para publicarlas en occidente.

            Cada vez más autores de cómic japonés van introduciendo elementos del mundo clásico en sus obras. Poco a poco y siguiendo la estela de J. K Rowling en Harry Potter, el latín está más presente en la gran cantidad de conjuros que usan los personajes de estas obras, donde el costumbrismo y lo fantástico forman una mezcla homogénea y barroca, pero, a diferencia de la autora británica, no se recurre a un latín inventado sino que se toman palabras latinas reales con un uso “correcto” de su morfología y su sintaxis.

            Uno de los cómics japoneses donde la presencia de la cultura clásica juega un papel más importante es Saint Seiya de Masami Kurumada, más conocida en España como Los caballeros del zodíaco. En este cómic y en su versión animada se nos presenta un mundo dividido, como en la mitología, entre los grandes dioses olímpicos Zeus, Poseidón y Hades y en el que la reencarnación de la diosa Atenea y sus caballeros del zodíaco luchan para preservar la independencia de la tierra y la humanidad ante los planes de estos tres dioses.

            Como buen cómic para adolescentes japoneses, es una obra llena de luchas de artes marciales enmarcadas en una estética muy recargada de saltos kilométricos, poderes mágicos y armaduras asombrosas, pero donde se pueden rastrear –aunque deformados– muchas referencias a mitos de la antigua Grecia como la rivalidad por el patronazgo de Atenas entre Poseidón y Atenea, el mito de Perseo y la Gorgona, Orfeo o la captura del Paladión.

            Una de las partes que más nos puede llamar la atención es el momento en el que Atenea y sus caballeros deciden bajar al Hades para hacer frente al dios de los muertos y a sus guerreros. Este capítulo, que constituye más de un tercio de la obra original y retoman algunas de las secuelas que se han ido realizando, hace que este manga introduzca a su público en historias que han llenado la literatura desde Homero pasando por Virgilio y Dante. En las páginas del cómic vemos lugares recogidos en la Odisea y la Eneida, como los distintos lugares de la geografía infernal, los jueces de los muertos (uno de los cuales, Radamantis, tiene un papel muy importante en la trama), o las puertas del Hades con la famosa inscripción que Dante nos relata en la Divina Comedia. Con historietas como éstas el público japonés, tan alejado a primera vista de la tradición clásica, puede tener una referencia para conocer algo de la mitología y la cultura grecorromana.

           Todo esto no son más que algunos ejemplos de la presencia de los elementos clásicos en las distintas tradiciones del cómic. Nuestro principal objetivo al tratar sobre estos temas no es ni mucho menos incitar a que se empleen en una clase de cultura o lengua clásica, ni como documento, ni tampoco como “amenizador” de nada, puesto que los contenidos por sí solos tienen todo el valor, el interés y la seducción y así lo debe entender la sociedad y el alumno. Lo que sí queremos dejar claro es que al ver en conjunto lo que en este tipo de ficciones se toma del mundo clásico, el alumno pueda entender y “vivir” la absoluta vigencia de la tradición clásica y cómo las realidades que vemos en clase impregnan los cómics, películas, series o juegos que llenan sus ratos de ocio fuera del colegio y tras los cuales hay tantos talentos, capitales y personas moviéndose por todo el mundo.

            Y si todas estas obras nos parecen que presentan la cultura clásica muy deformada, que en verdad lo hacen, aprovechemos también eso e invitemos a nuestros alumnos a analizar el cómo y porqué de tal deformación o adaptación. Tal vez así vayamos despertando su espíritu crítico y, si conseguimos eso, como profesores de humanidades, bien nos habremos ganado el sustento.

Isaac Pérez Hernández.

 

Dani & Flo

Es raro que Tirón y las notas tironianas lleguen a los periódicos, pero a veces pasa. Cristina González Díez nos envía la siguiente columna de El País firmada por Alex Grijelmo:


Dani & Flo
El signo de la conjunción inglesa nació en el siglo I a. de C., obra del primer taquígrafo de la historia


El canal Cuatro ha denominado uno de sus nuevos programas Dani & Flo, quizás para darle un toque anglosajón y por tanto moderno y prestigioso. Sin embargo, el signo “&” nació en el siglo I antes de Cristo y lo inventó un romano a quien se considera el primer taquígrafo de la historia: el secretario de Cicerón.

Se llamaba Tirón, y tenía la condición de esclavo. Esclavo pero notario (porque tomaba notas para reflejar fielmente algo, que de ahí viene nuestra palabra). Se dedicaba sobre todo a dar fe de los discursos del senador romano, y a tal efecto creó un sistema de unas mil fórmulas que resumían en rasgos simples los grupos de letras y las locuciones más usuales en latín. En uno de esos abreviamientos, Tirón redujo la palabra “et” (“y”) juntando en un solo trazo la e y la t para no levantar el puño de la mesa. El signo correspondiente, “&”, lo compuso a partir de una e redonda (similar a la del símbolo del euro) prolongada en una t inclinada. Para los escribas, un gran avance; sobre todo cuando usaban la letra gótica.

Cicerón le quedó muy agradecido por la eficacia de su taquigrafía y le dio la condición de liberto (sin que dejara de seguir a su servicio). A partir de entonces, el notario se llamó Marco Tulio Tirón, tras adoptar el nombre de pila de su jefe.

El signo “&” se extendió luego a otros idiomas en los cuales resumía dos o tres letras en un solo rasgo, como sucede en inglés o alemán (en los que “y” se escribe “and” y “und”).

Por su parte, el Diccionario académico español de 1791 acogió el signo “&” para sustituir a “etcétera” (con una c añadida: &c, a fin de significar et y cétera). La c se caerá después, en la edición de 1884, y el símbolo “&” se mantendrá solitario hasta 1984, si bien desde 1843 se le añade en esa entrada la alternativa etc., que acabaría imponiéndose. Algunas gramáticas académicas incluyeron también el abreviamiento “&”, designado con el nombre “et” (lo he verificado en las de 1900 y 1920) pero ya con el significado primigenio de “y”. Todo lo cual no impedía que el signo apenas se emplease en español, porque carecía de sentido sustituir y por &, o escribir &c en vez de etc., al tratarse de rasgos más difíciles de trazar. Sin embargo, todavía alcanza a aparecer “&” en la Ortografía de 1999, para morir por fin en la de 2010. (José Martínez de Sousa, Ortografía y ortotipografía del español actual, 2004. Página 446).

Los diccionarios ingleses incluyen desde 1830 el símbolo “&” con el nombre “ampersand”. En las cantinelas de los estudiantes de entonces se cerraba el abecedario con un “and, per se, and” (“y, por sí mismo, &”). Se trataba de una letra que sólo servía per se, es decir, que no se podía contar con ella para formar ninguna otra palabra: siempre iba sola. Y ese recitado que terminaba en “and, per se, and” derivó en el nombre “ampersand”.

Y de ahí lo copiamos ahora, frente al sabio abandono que le propinaron nuestros antepasados. Así que cuando el genitivo sajón, que se quiso elitista, se ha desprestigiado ya por su extensión a todo tipo de negocios (Ernesto’s bar y similares), cobra fuerza en su lugar este signo inútil; aplicado también con la intención de que abrillante destacadas marcas españolas, como “tarjeta Renfe & tú”, “Vittorio & Lucchino”, “Devota & Lomba” o “Durán & Durán, abogados”. Pero quizás el efecto se desvanezca de nuevo si vienen detrás “Eduviges & Manolo, peluquería” o “Ruiz & Gutiérrez, frutas y hortalizas”.

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