Feliz Navidad
os desea el equipo de Notae tironianae, que relaja su actividad durante estos días.
La Bucólica Cuarta fue escrita en el año
713 desde la Fundación de Roma, 40 antes de Cristo.
Belleza y misterio nutren el poema
más profético de la Antigüedad,
que anuncia el nacimiento de un niño maravilloso.
Con estas palabras presenta Juan Antonio González Iglesias el poema de Virgilio que los cristianos consideraron una profecía del nacimiento de Jesús. Él lo tradujo en diciembre de 2007 para felicitar la Navidad a sus amigos. Con el mismo propósito lo compartimos aquí con nuestros seguidores.
VIRGILIO
BUCÓLICA IV
Ahora cantemos, Musas sicilianas,
temas algo más nobles, que no a todos
les gustan los arbustos y los simples
tamarindos. Si vamos a cantar
los bosques, sean los bosques que merece
un cónsul. Viene ya la última época
que el poema de Cumas anunciara.
Está naciendo de lo no tocado
una grandiosa sucesión de siglos.
Ya regresa la Virgen, ya regresan
los reinos de Saturno, ya nos mandan
nueva progenie desde el alto cielo.
A este niño que está naciendo ahora,
bajo el cual por primera vez la estirpe
de hierro acabará y en todo el mundo
surgirá la de oro, sí, a este niño,
dale tu apoyo tú, casta Lucina:
ya está reinando tu querido Apolo.
Esta gloriosa era empezará,
Polión, en tiempo de tu consulado.
Comenzarán a desfilar los meses
conducidos por ti, meses magníficos.
Si de nuestra maldad queda algún resto,
será borrado y todas las naciones
quedarán libres del eterno miedo.
Él tomará la vida de los dioses,
con los dioses verá mezclarse a héroes,
y él mismo será visto junto a ellos,
y un mundo en paz gobernará con esas
virtudes heredadas de su padre.
Para ti, niño, irá dando la tierra,
sin que nadie la haya cultivado,
sus pequeños regalos, sus primicias:
hiedras errantes por doquier con bácar,
y colocasia entre el alegre acanto.
Al redil volverán las cabritillas
por sí solas, con ubres rebosantes,
y ya no tendrán miedo los rebaños
de los enormes leones. Y tu cuna
para ti hará que broten tiernas flores.
Morirá la serpiente, morirá
la mentirosa hierba del veneno.
Brotará en cualquier suelo amomo asirio.
Tan pronto puedas leer las maravillas
de los héroes, las gestas de tu padre,
y sepas la virtud y su secreto,
se irá tornando rubia la campiña
de espigas blandas, colgará uva roja
en las zarzas bravías, y las duras
encinas gotearán miel cual rocío.
Mas sobrevivirán algunas huellas
de aquella culpa antigua: ordenarán
tentar a Tetis con embarcaciones,
rodear de murallas las ciudades
y cavar surcos en el suelo fértil.
Otro Tifis habrá y habrá otra Argos
para llevar a los mejores héroes,
habrá otra guerra y será enviado
el magno Aquiles otra vez a Troya.
Después, cuando la edad más vigorosa
te haya hecho un hombre, se retirará
el navegante mismo de los mares,
dejarán el comercio los bajeles,
y de todo darán todas las tierras.
No sufrirán los campos más arados,
ni las vides más hoces, el robusto
labrador quitará el yugo a los bueyes,
no aprenderá la lana más el arte
de mentir con colores diferentes,
será el propio carnero el que en los prados
cambiará su vellón süavemente
a múrice rojizo, a azafranada
gualda, y el minio por naturaleza
vestirá a los corderos mientras pacen.
Siglos tan prodigiosos, —les dijeron
las Parcas a sus husos— corred ya,
las tres de acuerdo en inmutable sino.
Avanza (ya es el tiempo) hacia tan nobles
honores, oh linaje bienamado
de los dioses, oh gran fruto de Júpiter.
Mira cómo te dan su asentimiento
el universo grávido de curvas
y las tierras y el flujo de los mares
y el insondable cielo. Mira cómo
todas las criaturas ya se alegran
por el siglo que trae nuestro futuro.
Ojalá sea entonces largo el tramo
último de mi vida, y tenga aliento
bastante y pueda relatar tus hechos.
No seré superado en las canciones
ni por el tracio Orfeo ni por Lino
aunque el padre y la madre los ayuden,
a Orfeo Calíope, a Lino el bello Apolo.
Y hasta Pan, si conmigo compitiera
sometiéndose al juicio de la Arcadia,
hasta Pan, ante el juicio de la Arcadia,
se reconocería derrotado.
Niño pequeño, empieza a conocer
a tu madre en el juego de sonrisas,
que a tu madre estos nueve meses tuyos
largos padecimientos le han causado.
Niño pequeño, empieza a sonreír,
que a quien sus padres no le sonrieron,
ningún dios lo ha invitado a su banquete,
ninguna diosa lo invitó a su lecho.
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