Julio César es también protagonista de las obras de Ovidio. El poeta lo menciona en su obra Fastos a propósito de las modificaciones del calendario que se relatan en el libro tercero:
(…) sed tamen errabant etiam nunc tempora, donec
Caesaris in multis haec quoque cura fuit.
non haec ille deus tantaeque propaginis auctor
credidit officiis esse minora suis,
promissumque sibi voluit praenoscere caelum
nec deus ignotas hospes inire domos.
ille moras solis, quibus in sua signa rediret,
traditur exactis disposuisse notis;
is decies senos ter centum et quinque diebus
iunxit et a pleno tempora quinta die.
hic anni modus est: in lustrum accedere debet,
quae consummatur partibus, una dies.
Fastos, 3, 155-166
«No obstante, el calendario continuaba siendo defectuoso hasta que César, a sus muchas preocupaciones, añadió también ésta. Este dios y fundador de tan eximia descendencia no consideró esta empresa indigna de su atención. Quiso conocer de antemano el cielo que se le había prometido, para no entrar, una vez convertido en dios, como un extraño en una morada desconocida. Se dice que fue él quien estableció en tablas precisas el tiempo que tarda el sol en regresar a cada uno de los signos. Añadió sesenta días y a quinta parte de un día entero a los trescientos cinco ya existentes. Esta es la duración de un año: cada lustro debe añadirse un día más, que es la suma de las fracciones.»
(Traducción de Marcos Casquero, Universidad de León, 1990)
Las ediciones ilustradas de las obras de Ovidio imaginaron esta acción de Julio César tal y como aparece en dos ediciones que conserva la Biblioteca General Histórica de la Universidad de Salamanca: los Fastos editados en Venecia en 1508 en casa del famoso impresor Giovanni Tacuino y la edición de la misma obra que vio la luz en Milán en 1510 impresos por Leonardo Pachel.
Ambas imágenes, concebidas de manera similar en una estructura tripartita para reseñar varios de los episodios recuperados por Ovidio en libro que ilustran, presentan en la última parte, a la derecha de la imagen la escena del momento en el que César, coronado de laurel, vestido a la romana, entronizado y con un cetro, dispone las reformas del calendario que unos escribas toman al dictado. La escena, que es similar a la que se reproduce en el espacio central y representa las reformas de Numa Pompilio, muestra el avance en la representación del ambiente y de la escritura que se hace en un volumen en lugar de la especie de tabula sobredimensionada que recoge las modificaciones del monarca.
Pero Julio César es también uno de los protagonistas del poema de las Metamorfosis del poeta latino. En concreto, la última de las transformaciones que se narran o describen en el poema es justamente la conversión en estrella del dictador.
Ovidio lo cuenta así:
Vix ea fatus erat, media cum sede senatus
constitit alma Venus nulli cernenda suique
Caesaris eripuit membris neque in aëra solui
passa recentem animam caelestibus intulit astris,
dumque tulit, lumen capere atque ignescere sensit
emisitque sinu: luna volat altius illa
flammiferumque trahens spatioso limite crinem
stella micat natique videns bene facta fatetur
Ese suis maiora et vinci gaudet ab illo.
(Met. 15, 843-851)
«Apenas había terminado de decir esto, cuando en mitad del palacio del senado se posó la bienhechora Venus sin que nadie pudiese verla, y de entre los miembros de su César, capturó su alma fresca, no dejando que se disipase en el aire y la introdujo entre los astros del cielo, y mientras la llevaba notó que cobraba luz y empezaba a arder, y la soltó de su regazo; vuela el alma más arriba de la luna y respelandece convertida en una estrella que arrastra una cabellera llameante de enormes proporciones, y al ver los hechos gloriosos de su hijo declara que son mayores que los suyos y se regocija de ser sobrepujada por él.»
(Traducción de Antonio Ruiz de Elvira, CSIC, Madrid, 1994)
Algunas ediciones ilustradas también imaginaron el momento del catasterismo de César y la intervención de su divina antepasada, Venus. Una de ellas, en concreto la que se edita en Amberes en 1595 en casa de Pedro Bellero, con la traducción castellana de Bustamante, propone esta visión del magnicidio, el traslado y apoteosis del alma del dictador, representada como un rostro que parece una máscara que llega a las manos de la diosa Venus, mientras la asamblea de los restantes dioses contemplan la escena desde el cielo en el que se va a integrar el eximio mortal, y en el que ya figura un reciente miembro, el propio Hércules.
Fátima Díez Platas
Universidad de Santiago de Compostela
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