Un microrrelato sobre sirenas modernas

Para que vayáis calentando motores para participar en nuestro concurso de microrrelatos, os dejamos un ejemplo un poco más largo (éste no cumpliría nuestro requisito de no sobrepasar las 200 palabras, tiene 335). Nos lo envía Begoña Alonso Monedero  y está publicado en el libro editado por Antonio Serrano Cueto, Despues de Troya: microrrelatos hispanicos de tradicion clasica, Palencia, Menoscuarto, 2015.

JUAN JOSÉ MILLÁS
Ulises

Cada español vio el año pasado una media de 22.000 anuncios. Así que a simple vista, sin echar mano de la calculadora, es como si nos fusilaran 2.000 veces al mes, unas sesenta al día. Cruzas por delante de la tele para rescatar de los suburbios de la librería un libro de poemas y recibes seis ráfagas o siete que te dejan en el sitio, aunque tus deudos no lo adviertan: también ellos han sido ejecutados varias veces desde que se levantaran de la cama. Con el libro en la mano vuelves sobre tus pasos, y mientras abandonas la habitación decidido a no volver la vista a la pantalla, el electrodoméstico continúa ametrallándote a traición no para que caigas, no es tan malo, sino para que, verticalmente muerto, salgas a la calle a comprar una colonia, un coche, unas gafas de sol, un cursillo de inglés, una hipoteca o una caja de compresas extrafinas y aladas congeladas para amortizar la inversión del microondas.

Ya en la parada del autobús abres el libro y tropiezas, lo que son las casualidades de la vida, con unos versos de Ángel González que se refieren a los reclamos publicitarios de la civilización de la opulencia: «No menos dulces fueron las canciones / que tentaron a Ulises en el curso /de su desesperante singladura, / pero iba atado al palo de la nave,/ y la marinería, ensordecida/ de forma artificial / al no poder oír mantuvo el rumbo.»

Si miras alrededor, verás otros Ulises atados, como tú, al palo de un libro. Sólo que esto es un autobús y no una nave, y que en lugar de regresar a Ítaca vuelves a la oficina. Cómo no caer, aunque sea un instante, en la tentación de escuchar lo que dice la sirena de Calvin Klein de Mango, o de Winston, que te susurra al oído obscenidades cancerígenas. Veintidós mil anuncios, 2.000 al mes, unos sesenta al día. No hay héroe capaz de resistirlos ni Penélope que lo aguante. Estamos listos.

Reportaje sobre el acto de homenaje a Shakespeare del día 20 de abril

Como se anunció hace unos días en este blog, este pasado miércoles 20 de abril pudimos disfrutar de una escena del Julio César de Shakespeare en el patio del Palacio Anaya a cargo del grupo de teatro Caterva. El acto formaba parte del homenaje que está realizando la Facultad de Filología de la USAL con motivo del aniversario de Cervantes y Shakespeare.

La representación incluyó los discursos que Bruto y Marco Antonio pronuncian ante el pueblo de Roma, quien acaba de conocer la noticia de la muerte de Julio César. Esta escena a veces se ha utilizado como ejemplo del poder que tenía la oratoria para hacer cambiar de opinión a una multitud entera. Marco Antonio consigue cambiar la primera reacción de los romanos, quienes primero aprobaban la muerte del dictador y luego la condenan.

Las escaleras permitían que todos los asistentes se situaran rodeando a los actores mientras otros se integraban entre el público. Así se logró crear la sensación de que como espectador formabas parte de ese gentío que grita reaccionando según van avanzando los dos discursos.

La noticia de este acto fue recogida por Salamanca24horas y por Salamancartvaldia.

Quienes desconozcan esta escena, Joseph L. Mankiewicz dirigió una adaptación de la obra para el cine en la que James Mason hacía el papel de Bruto y Marlon Brando de Antonio. El audio original en inglés de la película completa se encuentra disponible en Spotify. La película se proyectó en una sesión abierta en la Facultad de Filología, tal y como se reflejó en este blog.

Texto: Marina Lozano Saiz

Fotos: Sandra Cruz GutiérrezIMG_2492 copiaIMG_2497IMG_2499IMG_2500IMG_2507IMG_2516

Lecturas Cervantinas 2

En respuesta a algunas peticiones os dejamos el cartel y el marcapáginas del homenaje que la Facultad de Filología de la Universidad de Salamanca rindió al escritor el día 20 de abril y del que ya hemos dado cumplida cuenta en otra entrada. Pinchad en estos enlaces: marcapáginas 1 marcapáginas 2.

Asimismo pinchando en este enlace: LECTURAS CERVANTINAS PARA UN HOMENAJE podéis acceder al cuadernillo que contiene la selección de textos que se leyeron.

Cervantes última versión

Susana González Marín

Casi cerrado por fiesta de nuestro patrono San Isidoro

San Isidoro de Sevilla, Isidoro para los amigos y para muchos estudiosos de su obra, era un sabio tan enciclopédico, sabía tantas cosas, que hace unos años fue propuesto como patrono de la Wikipedia. La verdad es que no se si la propuesta tuvo éxito (espero que alguien nos lo aclare), pero, en cualquier caso, es desde hace tiempo el patrono de las Humanidades, razón por la que cada año los alumnos y profesores de Filología  disfrutamos el 26 de abril de un día de asueto que viene de perlas a comienzos de la primavera y antes del empujón de fin de curso.

La familia de Isidoro era de Cartagena, que en su época (nació el 560 y murió en 636 ¡contemporáneo casi exacto de Mahoma!), estaba bajo el dominio del Imperio Bizantino. En su juventud vivió la tensión política entre bizantinos y visigodos, y la tensión religiosa entre católicos y arrianos, resuelta en ambos casos a favor de los primeros, que eran los suyos, así que enseguida llegó a ser obispo de Sevilla, y a tener una gran influencia sobre varios reyes visigodos, especialmente Sisebuto, y aún tuvo tiempo para estudiar, y para escribir una gran cantidad de obras.

La más popular de todas ellas, la que le ha convertido en patrono de las letras en cualquier soporte, son las Etimologías, una enciclopedia en la que intentó reunir el conocimiento acumulado durante siglos en Grecia y Roma: las siete artes liberales, leyes, medicina, el universo, el ser humano, animales y plantas, objetos inanimados… No es muy original (sus fuentes son los comentarios de los autores latinos, y los Padres de la Iglesia, libros que guardaba en su extensa biblioteca), pero contiene una cantidad enorme de datos que en algunos casos se habrían perdido sin su intervención, y su sistematización del contenido es interesante: parte de la etimología de la cosa para exponer lo que ha averiguado sobre ella, y a menudo sus explicaciones son pintorescas.

Suponemos que en su época aún se hablaba latín en esta parte del antiguo Imperio Romano; él lo escribe bien, reflejando los cambios que se han producido, pero no lee directamente las grandes obras de la literatura latina, y mucho menos las de la griega (no sabía griego). Sin embargo, tiene un gran respeto por los clásicos, a los que cita continuamente. ¿A que esta situación de la cultura clásica de comienzos de la Edad Media resulta familiar hoy en día? Mucha cita, y poco conocimiento directo.

No sabemos si Isidoro escribió su enciclopedia porque era consciente de que llegaba una edad oscura para el saber, o si lo hizo para cobrar muchos derechos de autor, el caso es que las Etimologías se convirtieron en un auténtico best seller: centenares de copias circularon por toda Europa, como demuestra la gran cantidad de manuscritos conservados, que tanto complican la vida a sus editores. Su lectura permite atisbar el nivel cultural de la época, y claro está que produce nostalgia. Pero a su autor le han permitido encontrar un sitio en la lista de autores latinos importantes procedentes de Hispania, junto a los dos Sénecas, Lucano, Marcial y Quintiliano.

¡Viva San Isidoro, nuestro santo patrono!

M.J. Cantó

LECTURAS CERVANTINAS PARA UN HOMENAJE: UN CLÁSICO ENTRE CLÁSICOS

El pasado miércoles 20 de abril un centenar de “amantes de las letras” (con y sin título acreditativo) tuvimos ocasión de escuchar, durante casi dos horas, a Miguel de Cervantes conversando con los clásicos.

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El motivo fue el homenaje que la Facultad de Filología de Salamanca preparó para conmemorar el cuarto centenario de la muerte del padre del inmortal Don Quijote. Culpables, a quienes todos agradecemos su trabajo y buen gusto a la hora de elegir los textos y organizar todo el acto, Susana González Marín (departamento de Filología Clásica e Indoeuropeo) y Javier San José Lera (departamento de Literatura Española e Hispanoamericana). Presidiendo la sala, entre otros objetos, un busto de Homero, un ejemplar del Quijote, una calavera recordando a Shakespeare y un dibujo de Cervantes (original de Pablo Toussaint) proyectado en la pared frontal. Y como maestros de ceremonias, guías en ese viaje con la doble función de presentar los textos y a sus lectores, Emilio de Miguel Martínez y Juan Antonio González Iglesias.

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Con poco más de diez minutos de retraso y prácticamente todas las sillas del Aula Magna ocupadas daba comienzo el viaje. Olvidamos la lluvia y las preocupaciones particulares y nos trasladamos a esos mil lugares y tiempos que sólo la literatura permite recorrer sin pensar en dinero y maletas: no sólo recorrimos la Mancha en compañía de don Quijote y su fiel Sancho sino que también fuimos niños en la plaza de una ciudad griega escuchando a los rapsodas cantar la expedición a Troya, compañeros de Eneas en su viaje a Italia y ciudadanos romanos contemporáneos de César.

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Bajamos a los infiernos y subimos al Parnaso, nos codeamos con dioses y labradores, filósofos y caballeros, ninfas y princesas. Aprendimos sobre poesía, sobre modelos de héroes, sobre los castigos eternos y hasta de los mercaderes venecianos, que mandaban a sus hijos a aprender humanidades antes de tomar parte en el negocio familiar. Desde un atril se leía un texto cervantino; después, desde el otro, tomaban la palabra los clásicos grecolatinos, aquellos que ya no celebran centenarios sino bimilenarios y que habían inspirado el pasaje previo: Homero, Hesíodo, Cicerón, Ovidio, Virgilio…

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Todo el acto fue posible, además de por los promotores ya nombrados, por el buen hacer de los treinta lectores, estudiantes y profesores de los dos departamentos organizadores, que prepararon y recitaron los textos con gran maestría. Y es que, como señalaron los maestros de ceremonias, “los poetas necesitan la ayuda de las musas, y nosotros la de los lectores”. Sin ellos el acto habría sido frío y habría carecido de frescura. Pero el largo aplauso final y los comentarios del público confirmaron el éxito de la iniciativa común de ambos departamentos. Gracias a todos los que lo hicisteis posible.

Texto: Isabel Varillas Sánchez

Fotografías: Sandra Cruz Gutiérrez

Adjuntamos la lista de lectores que intervinieron:

ANA AGUD APARICIO
AROA ALGABA GRANERO
CAROLINA ÁLVAREZ MARCOS
ADELAIDA ANDRÉS SANZ
CECILIA ARES DEL TESO
SARA BONILLA RODRÍGUEZ
Mª JOSÉ CANTÓ LLORCA
ROSARIO CORTÉS TOVAR
NURIA CRUZ FERNÁNDEZ
SANDRA CRUZ GUTIÉRREZ
JOSÉ ALBERTO DÍAZ VALERO
FRANCISCO DAVID GARCÍA MARTÍN
LAURA GARRIDO DÍAZ
CARMEN GONZÁLEZ GÓMEZ
Mª PAZ DE HOZ GARCÍA-BELLIDO
MARINA LÓPEZ MOLINA
ALBERTO LÓPEZ REDONDO
MARTA MARTÍN DÍAZ
ZOE MARTÍN LAGO
EMILIO DE MIGUEL
PAULA PAVÓN RODRÍGUEZ
FEDERICO PEDREIRA NORES
ROCÍO PÉREZ CABRERA
AGUSTÍN RAMOS GUERREIRA
FABIOLA DEL RINCÓN FERNÁNDEZ
RODRIGO RÍO PÉREZ
PABLO TOUSSAINT NORIEGA
ISABEL VARILLAS SÁNCHEZ
EMILIA VELASCO MARCOS
ÁNGELA GABRIELA ZAMBRANA BERBETTI

Otras fotografías, cortesía de Mª Ángeles Martín y Javier San José:

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Convocatoria de un concurso de microrrelatos de tema clásico

Nuestro blog promueve un concurso de microrrelatos de tema clásico en el que pueden participar todos los alumnos matriculados en la Universidad de Salamanca. Como bien sabéis, no tenemos ninguna fuente de financiación propia, así que tenemos que agradecer a la Delegación de Alumnos de la Facultad de Filología que con su apoyo económico haga posible esta iniciativa.

Bases del concurso de microrrelatos de tema clásico:

  1. Podrán participar todos los alumnos matriculados en la Universidad de Salamanca.
  2. El tema del microrrelato debe tener relación con el mundo clásico. Deberán ser originales e inéditos, con una extensión máxima de 200 palabras.
  3. Las obras se enviarán vía e-mail a la siguiente dirección: sana@usal.es.
  4. El período de entrega permanecerá abierto desde ahora hasta el 25 de mayo de 2016.
  5. Los participantes deben enviar: nombre, dirección, D.N.I. o pasaporte, teléfono de contacto, dirección válida de correo electrónico y relación con la Universidad de Salamanca. Se incluirá en archivo adjunto el texto presentado a concurso en formato Word y en pdf. Cada participante podrá presentar un máximo de tres obras.
  6. La organización designará a un jurado competente, así como las normas de su funcionamiento. El jurado no conocerá, en ningún caso, los nombres de los autores o autoras, tan solo el título de la creación.
  7. El fallo del jurado, que se dará a conocer el 5 de junio, será inapelable. Se notificará vía correo electrónico al ganador y a todos los participantes, y a través del blog Notae tironianae.
  8. Premio: 100 euros y la publicación inmediata en el blog Notae tironianae.
  9. Los relatos finalistas serán también publicados en el blog.
  10. El hecho de participar en este certamen implica la plena aceptación de las presentes bases. Todas las incidencias no previstas serán resueltas por la organización en beneficio del concurso. El jurado podrá interpretar libremente los aspectos de las bases que no se hayan previsto o tenido en cuenta en el momento de publicación de las mismas.

Animaos y participad.

Susana González Marín

 

Pompeya y la(s) erupción(es) del Vesubio

Como desgraciadamente nos muestran las noticias del terremoto de Ecuador de los días pasados, la corteza de la tierra se mueve, se pliega, se quiebra o se abre para soltar materiales incandescentes desde su interior provocando catástrofe a los que vivimos sobre ella. Pero no siempre lo hace de la misma forma, porque no siempre es igual el terreno que se rompe, ni la clase de erupción ni los tipos de magma que salen del manto.

Plinio el Joven tenía 18 años cuando vivió la erupción del Vesubio y, en medio de su correspondencia conservada, dos cartas dirigidas a su amigo Tácito, en las que narra el acontecimiento (Epistulae 6,16 y 6, 20), le han hecho especialmente famoso y le han permitido trascender los límites de la filología clásica para entrar en la historia en general y en algunas ciencias como la vulcanología en particular. Su descripción minuciosa de la erupción del 79 d. C. (bajo el reinado de Tito), ponderada de forma especial por la ciencia moderna, ha dado lugar incluso a la denominación de un tipo de explosión volcánica, la erupción pliniana, hoy desgraciadamente muy conocida (Monte Santa Elena [EE.UU.] en 1981, el Chichonal [México] en 1982 o el Pinatubo [Filipinas] en 1992, por recordar las de épocas cercanas).

Para nosotros la erupción que acabó con Pompeya (y con Herculano, Estabia y Oplontis) ha determinado muchos saberes sobre la cultura romana, gracias al estado de conservación en que la ciudad quedó sepultada y que comenzó a ser conocido a partir las excavaciones empezadas allá por el año 1738. Una casualidad hizo que se descubriera el teatro de Herculano y una inscripción dijo a los excavadores dónde estaba Pompeya. Ahí empezaron muchos de los conocimientos que hoy tenemos sobre el mundo romano. El propio Goethe dijo que, de las desgracias acaecidas a este mundo, ninguna había procurado a la posteridad mayor alegría que aquella erupción.

Pero Plinio no fue el único que nos contó el hecho. Tácito (Historiae 1,2) y Suetonio (De Historicis, 80), con menciones muy breves, y Dión Casio, años más tarde de forma más extensa [Ῥωμαϊκὴ ἱστορία 66, 21–23], dieron cuenta de la desgracia. Y tampoco el Vesubio ha escupido fuego y destrucción una sola vez. Años antes de la catástrofe clásica, en el 62 d. C., un terremoto había castigado fuertemente Pompeya (para muchos sismólogos modernos fue un anuncio de lo que se estaba gestando). Séneca lo cuenta en sus Naturales quaestiones (6,1,1–3; 6,1,10; 6,1,12; 6,27,1; 6,31,1) quejándose de que estos fenómenos no pueden evitarse ni preverse. También lo menciona Tácito (Annales, 15,22) y se han hallado en la Pompeya destruida varias reconstrucciones de edificios e inscripciones que las recuerdan. Modernas investigaciones en vulcanología relacionan terremoto y erupción y han puesto de manifiesto que el Vesubio ya había tenido en la edad del bronce, en torno al 1780 a. C., una erupción aún más brutal que la del 79.

Después de la famosa que destruyó Pompeya, están documentados varios terremotos y  erupciones más. La última, incluso filmada, es de 1944. Y se ha descubierto una enorme y ominosa bolsa de magma bajo la zona en la actualidad. Un documental del canal Historia (pincha aquí para verlo) correspondiente a la interesantísima serie geológica Así se hizo la tierra, aunque efectista y apocalíptico en los comentarios, muestra todo lo relacionado con las erupciones del Vesubio y con la realidad que se esconde bajo el volcán.

Parece que Vulcano, el dios romano probablemente correspondiente al Hefesto de los griegos, tiene una importante morada bajo la tierra en el golfo de Nápoles, pero a los que nunca hayáis ido a Pompeya os aconsejo atreveros a la visita. Merece la pena arriesgarse.

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Relieve de la casa de Caecilius Iucundus en Pompeya representando un terremoto

IsisInscripción que recuerda al benefactor que pagó la reconstrucción del templo de Isis tras
el terremoto del 62

Para los aficionados: hay cientos de libros y con muy diferentes pretensiones en los que encontrar documentación sobre la catástrofe de Pompeya. Voy a citar solo tres de distinto signo en los que encontraréis abundante información (y mucha bibliografía adicional). Los interesados en las fuentes antiguas de los datos que rodean a la historia de Pompeya encontrarán de enorme utilidad el libro de A. E. Cooley y M. G L. Cooley, Pompeii and Herculaneum. A Sourcebook (Routledge, 2014); para los curiosos de la cultura que la Pompeya sepultada nos permitió descubrir sugiero el de M. Beard, Pompeya. Historia y leyenda de una ciudad romana (Crítica, 2009); y para los admiradores de la belleza de los tesoros artísticos que Pompeya nos legó, la preciosa obra colectiva coordinada por M. Ranieri Panetta Pompeya. Historia, vida y arte de la ciudad sepultada (Galaxia Gutemberg, 2004). Los dados a veleidades científicas (quizá no demasiados entre los lectores de este blog) que quieran distinguir entre erupciones plinianas, estrombolianas, hawaianas, etc., o entre volcanes de escudo, de fisura, de domo de lava, etc. lo pueden encontrar en cualquier manual de vulcanología y sismología o pueden utilizar como punto de partida las entradas correspondientes de la wikipedia (pincha aquí).

¡Ah! Y no dejéis de leer una novela preciosa, Pompeya, de Robert Harris. Defraudará a muy pocos, os lo aseguro.

Agustín Ramos Guerreira

Lesbos: llegando al paraíso

Este es el Lesbos de Alceo y Safo hoy.

Samuel arada
Una madre abrazada a su hijo en la costa de Lesbos. De la serie Llegando al paraíso. Samuel Aranda. Premio Ortega y Gasset de Periodismo 2016

Susana González

 

Cervantes y la edad de oro

Miguel de Cervantes Saavedra comienza así el capítulo XI de la primera parte del Quijote, titulado «De lo que sucedió a don Quijote con unos cabreros»:

Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban  estas dos palabras de tuyo y mío. Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes: a nadie le era necesario para alcanzar su ordinario sustento tomar otro trabajo que alzar la mano y alcanzarle de las robustas encinas, que liberalmente les estaban convidando con su dulce y sazonado fruto. Las claras fuentes y corrientes ríos, en magnífica abundancia, sabrosas y transparentes aguas les ofrecían. En las quiebras de las peñas y en lo hueco de los árboles formaban su república las solícitas y discretas abejas, ofreciendo a cualquiera mano, sin interés alguno, la fértil cosecha de su dulcísimo trabajo […].

Don Quijote pronunció el discurso de la Edad de Oro mientras comía unas bellotas en compañía de su escudero Sancho Panza y unos cabreros que les habían convidado, sentados a la sombra de un alcornoque y con un zaque de vino para refrescarse.

Grandes escritores de época clásica, como Hesiodo, Ovidio, Virgilio y Horacio tuvieron la aetas aurea muy presente en sus poemas, al hablar de la vida bucólica, la justicia y los bienes compartidos.

El propio discurso de don Quijote contiene una alusión al “comunismo primitivo”, tan característico de la Edad de Oro, también  referido por el propio Ovidio en sus Metamorfosis I,  vv. 101-104:

También la propia tierra, sin daño y sin haber sido tocada por la azada ni herida por arado alguno, ofrecía por sí misma todas las cosas” […]

El poema Beatus Ille (Épodo II, vv.  1-4) de Horacio es otra de las fuentes que se integran, en un claro ejercicio de imitatio composita, dentro del fragmento cervantino:

“Feliz aquel que lejos de negocios
cual la mortal gente antigua,
paternos campos labra con sus bueyes,
soltado de
toda usura; […]”.

La obra de Virgilio constituye otra de las fuentes fundamentales del discurso de don Quijote. En el poeta mantuano, la profecía de la Sibila de Cumas, presente tanto en la Bucólica IV como en el libro VI de la Eneida, anuncia el nacimiento de un niño, y con él, el advenimiento (o restauración) de una segunda Edad de Oro. Este tema literario debe entenderse dentro del programa augústeo auspiciado por el círculo político de Mecenas:

“Luego, cuando ya la edad robusta te haga un hombre, el propio pasajero renunciará al mar, y el pino naval  no cambiará mercancías. Toda tierra dará de todo. El suelo no sufrirá a los rastrillos, ni la viña las hoces; el forzudo labrador desuncirá entonces también los toros del yugo. La lana no aprenderá a fingir colores variados, sino que el prodio carnero, en los prados, cambiará sus vellones ora con púrpura suavemente roja, ora con amarillo azafrán; de su grado el color escarlata teñirá a los corderos en el pasto. ‘Aprisa, hilad tales siglos’, dijeron a sus husos las Parcas, de acuerdo con la voluntad inmutable de los hados…”. (Bucólicas IV, vv. 37-47)

“Y este varón, ¿lo ves?, ¿el que los dioses / tanto te han prometido, Augusto César? / Casta de un dios, al Lacio el siglo de oro / hará volver, el siglo de Saturno…”. (Eneida VI, vv. 1141-1144, Madrid: Cátedra, 1993)

Hay que destacar la importante dimensión social presente en el discurso, sus “guiños” al modelo de sociedad descrito por Tomás Moro en su libro Utopía. En esta obra fundamental del humanismo renacentista, el mito de la Edad de Oro se articula en forma de proyecto político-literario. Para los humanistas, las letras cumplen una finalidad claramente ética, esto es, ayudar al ser humano a alcanzar su humanitas o esencia de hombre. Los libros de caballerías o la defensa de las causas justas no son una simple locura de don Quijote. Miguel de Cervantes, a través de este  personaje, quiso mostrar ante todo la humanidad del hombre como prioridad.

Un equilibrio entre las letras y la espada, la razón y el corazón.

Elena Villarroel Rodríguez

Agradezco la ayuda que me ha prestado para la elaboración de este texto el Doctor en Filología Hispánica Luis Miguel Gómez Garrido.

 

 

¿Y si la historia no fue como nos la contaron? Discusiones actuales sobre historia romana y cristiana

Recientemente, han aparecido en el periódico El País dos artículos interesantes que se hacen eco de las últimas investigaciones históricas en torno a los primeros hitos del Cristianismo en el Imperio Romano: «Aún no sabemos quiénes ni por qué mataron a Jesús» (Juan Arias, 1/04/2016), y «Los cristianos que Nerón nunca mató» (Guillermo Altares, 11/12/2015). Como rezan sus títulos, hoy se está empezando a poner en duda la veracidad tanto del relato evangélico, como de las fuentes romanas al respecto; y las conclusiones, sin ser definitivas, parecen ser bien distintas de lo que (parece) afirman los textos antiguos.

Revisar exhaustivamente los Evangelios canónicos puede indicarle al historiador actual alguna incoherencia que obligue a reinterpretar las líneas maestras de la condena a muerte (que no de la divinidad) de Jesucristo. Es el caso del investigador checo Paul Winter (1904-1969), que atribuyó su crucifixión no al pueblo judío, sino al poder provincial romano: Jesús de Nazaret, rex Iudeorum, habría sido visto como un revolucionario social, y su causa, como una auténtica amenaza política. Prueba de esto se encuentra en las diferencias contradictorias que median entre los propios Evangelios, por lo que se refiere, sobre todo, a los juicios paralelos del Sanedrín y de Pilatos, con su errática actitud frente al reo. Así pues, como concluye su libro Sobre el proceso de Jesús (1961), cambiaría considerablemente el signo de los hechos.

Asimismo, merecen especial atención las noticias que recogen este acontecimiento histórico desde la óptica pagana. Por lo temprano de su fecha, es muy significativo el extraordinario capítulo sobre los cristianos en los Annales (15.44) de Tácito, que, contradiciendo la versión bíblica, viene a confirmar la hipótesis de Winter. Pero el mismo texto que da luz en un sentido, causa nuevos y serios problemas en otro.

En efecto, la obra de Tácito se tuvo por lo común como una historia relativamente rigurosa y veraz dentro de este género literario, y quizá por eso sólo pensadores como Voltaire le achacaron como defecto su resentimiento latente o su conservadurismo demodé. En cambio, buena parte de la crítica opina hoy que el autor romano no es tan fiel a la realidad histórica, y que bajo sus palabras puede haber otro tipo de realidades, cosa que no se lo pone a priori fácil al lector.

Para el caso, Brent D. Shaw ha publicado hace unos meses «The Myth of the Neronian Persecution» (JRS 105), un artículo tan sugerente como transgresor, cuando menos. Su tesis principal consiste en que la famosa persecución de los cristianos tras el gran incendio de Roma, en época de Nerón, no es otra cosa que un ejemplo de anacronismo histórico deliberado por parte de Tácito. De acuerdo con el profesor canadiense, es muy improbable que en el año 64 esta causa religiosa contase con muchos seguidores; y se confirma aún más improbable, en tanto que no se halla ninguna otra mención literaria a estas ejecuciones masivas de cristianos en fecha Julio-Claudia. Se percibe, de nuevo, un nuevo caso de modificación histórica en torno a la relación entre romanos y cristianos, que hace adoptar otras explicaciones en el curso de los acontecimientos.

Dadas estas alternativas, restaba a sus autores concluir (y, en la medida de lo posible, verificar) su argumentación explicando el porqué de estos cambios más o menos profundas en el relato de la historia. Y, de hecho, coinciden en el diagnóstico: según estos dos investigadores, tanto el testimonio de los evangelistas cuanto la información de Tácito atienden probablemente a las necesidades ideológicas y/o políticas que cada cual tiene en su tiempo. Porque hoy no cabe duda de que el Nuevo Testamento es bastante posterior a la vida de Jesucristo, en un momento en que convenía más culpar a los judíos y obtener el favor romano, y de que Tácito veía a los cristianos como una secta judía que, por forzado que pareciese, merecía un castigo ejemplar en la historia para advertir del trastorno que suponía para la identidad pagana de la Ciudad. Juicio durísimo que, por cierto, bien concuerda con el que de quienes achacan al cristianismo la responsabilidad última de la caída del Imperio.

Es, pues, de agradecer que un periódico tan influyente como el arriba citado no sólo aborde de vez en cuando temas clásicos, sino que también divulgue la labor de filólogos e historiadores a través de sus páginas culturales y con la firma de unos periodistas reconocidos, informando e invitando a la reflexión por igual. Sólo queda aquí recomendar la lectura de uno y otro artículo, para plantearnos, al menos, hasta qué punto los relatos antiguos, junto con el curso de la historia, han contribuido a configurar nuestro imaginario cultural.

Federico Pedreira Nores

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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