A los alumnos del Máster de Secundaria les insisto en que, en la medida de lo posible, hablen a sus estudiantes de las formas en que se nos han transmitido los textos antiguos y se sirvan de esos materiales para sus clases. Manuscritos, papiros, óstraca están hoy al alcance de todos, son herramientas originales y atractivas a partir de las cuales se pueden explorar muchos terrenos.
Durante el confinamiento di con este vídeo en italiano, muy básico, pero muy original. El profesor introduce los rudimentos de la lectura practicando sobre dos óstraca, una vasija de cerámica, dos monedas, un par de inscripciones, papiros, señales de tráfico modernas, y finaliza con una frase de Esquilo escrita en mayúsculas.
¿Cómo no aprovechar para hablar del ostracismo, el funcionamiento de los tribunales, el chivo expiatorio (φαρμακός), el jurado? ¿Por qué no invitar a los alumnos a leer la información proporcionada por Peter Connolly en las páginas 28-30 de La Ciudad Antigua. La vida en la Atenas y la Roma clásica, Madrid, Acento Editorial, 1998 (traducción del original inglés The Ancient City, Oxford University Press, 1998)? ¿Qué me dicen del cleroterion, que se utilizaba para sacar a suertes los nombres de los ciudadanos? No sólo puede verse uno en este enlace , sino también una recreación de dicha máquina y las aplicaciones que puede tener hoy en día la réplica actual.
En otra entrada publicada hace poco más de un año me refería a unas tablillas escolares encontradas en el Antiguo Egipto (véase también la noticia en ABC). El hallazgo del que me hago eco hoy es mucho más espectacular, más de dieciocho mil fragmentos cerámicos que fueron utilizados como material de escritura hace unos dos mil años.
No todos los documentos están en griego. Pero muchos fragmentos están vinculados a la escuela: ejercicios de escritura, problemas matemáticos, también los clasificados como “castigos”.
Esperamos con verdadero interés las publicaciones del equipo coordinado por Sandra Lippert, directora de investigación del parisino Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS). Sus conclusiones ayudarán a profundizar en el conocimiento de la escuela griega antigua, terreno que en nuestro departamento desbrozaron los profesores José Antonio Fernández Delgado y Francisca Pordomingo Pardo, ambos catedráticos de Filología Griega, ahora ya jubilados. Su discípula, Ana Isabel Blasco Torres ha pronunciado muy recientemente una conferencia sobre “La enseñanza del griego en el Egipto grecorromano”.
No faltarán, por tanto, fuentes a las que acudir para informarse. Y puesto que he elegido un óstracon de una categoría muy especial, la pictórica, con un babuino y un ibis, animales consagrados a Thot, dios de la sabiduría y la escritura, identificado con Hermes, y su figura como Hermes Trismegisto suele despertar curiosidad, quizás no esté de más remitir aquí al corpus del “Tres veces grande”.
La fiabilidad de las fuentes y la formación de criterio propio son otros valores que intento inculcar a los alumnos del Máster que pronto serán profesores. En ese sentido y dado el tema que estamos abordando, conviene recordar el hallazgo en 2018 de un óstracon en Olimpia con unas líneas de La Odisea. Lo llamativo del hallazgo condujo a titulares sensacionalistas, cuyos puntos flacos han de ser cribados. En esta entrada de una revista digital, a cargo de José Palanca, puede seguirse un tratamiento muy acertado de dichas noticias. Proporciona, además, enlaces de interés. Sobre todo, tiene el acierto de remitir a este especialista en lenguas clásicas, Peter Gainsford, cuyo discurso con autoridad y solvencia () pone los puntos sobre las íes.
Los óstraca, las pizarritas, los materiales escolares pueden volver a nuestras aulas.
Mi madre nos enseñó de pequeños esta sentencia con la que siempre nos arrancaba una sonrisa: “Buenos días, Don Gaspar, venimos a la escuela para (no) estudiar”.
Hay mucho que aprender de ese guiño. Yo, pronta a cumplir veinte años en esta Santa Casa de la Universidad de Salamanca, lo sigo haciendo. Deo gratias.
Julia Navarro Barberan, a través de Mª Ángeles Martín, Diego Corral y Eusebia Tarriño nos envían distintos enlaces (Notiulti, The Guardian, El Confidencial) a la noticia del descubrimiento de un mosaico de grandes dimensiones, probablemente el más grande encontrado en Londres, de unos ocho metros de lado. Parece el suelo de un comedor de una mansio romana y, por los restos encontrados en la zona, fue frecuentada por gente adinerada. Debajo de este había otro más pequeño que es exactamente igual a uno encontrado en Trier, lo que sugiere que ambos fueron elaborados por los mismos artesanos ambulantes.
Hasta finales de año está disponible en RTVE el documental «Bayas, la Atlantis de Roma», cuya sinopsis reproducimos: El Vesubio sumergió Pompeya con fuego y Bayas con agua. A pocos kilómetros de Nápoles, Bayas, la ciudad de lujo y placer hedonista del Imperio Romano, es el sitio arqueológico sumergido más grande del planeta. Se encuentra dentro de la caldera de los Campos Flegreos, un supervolcán actualmente en alerta naranja. Un equipo de restauradores, único en el mundo, tiene la ardua tarea de restaurar y preservar esta maravilla, al tiempo que siguen encontrando nuevos hallazgos que nos muestran la maravilla que fue Bayas en su día y lo que queda por encontrar.
Rescatamos el vídeo de la escena en la que Loki, interpretado por Tom Hiddleston, se dirige en latín a los habitantes de Pompeya el día de la erupción del Vesubio. Pertenece al segundo episodio de la serie Loki, emitida por la plataforma Disney+ en 2021. No olvidemos que el actor estudió Clásicas en la Universidad de Cambridge.
A mis antiguos alumnos, que me han escuchado leer este cuento en clase
Un error del tinte
El catedrático de latín había dejado el coche en doble fila mientras compraba una botella de champaña para celebrar con su esposa la publicación de una gramática a la que había dedicado la mitad de su vida. El hecho de que el libro fuera a aparecer durante los primeros días del siglo XXI le parecía una coincidencia dichosa, como si le garantizara un milenio tan excitante como aburrido había sido el anterior. Se veía ante una segunda vida cuyos éxitos sociales le compensarían de los fracasos de la primera. No podía pedir más. Ni menos tampoco, se dijo con una punzada de rencor al considerar que nunca nadie le había regalado nada.
Al salir del establecimiento vio que cuatro jóvenes con aspecto agresivo esperaban a que retirara su coche para mover ellos el…
A comienzos de diciembre, por doble vía, me animaron Juan Antonio González Iglesias y Susana González Marín a que hiciera una breve reseña de este libro de Gustav Schwab, Leyendas Griegas (editado por Michael Siebler, Köln, Taschen, 2021), que la editorial ha tenido la deferencia de regalar al Departamento de Filología Clásica e Indoeuropeo y que se incorporará a la Biblioteca de nuestra Facultad.
Lo hago con mucho gusto, si bien con más retraso del que hubiera deseado, demora por la que pido disculpas. Escribo estas breves líneas, convencida de que es un gran libro, el regalo perfecto para la carta de los Reyes Magos, para un cumpleaños… Y lleva siéndolo desde hace casi dos siglos.
Se llevarán las manos a la cabeza y dirán: pero si ha sido publicado en 2021. Sí, y la edición no puede ser más espléndida, tapa dura, papel de alta calidad, maravillosas ilustraciones. Pero el texto es una versión reducida de la magna obra de Gustav Schwab, tres volúmenes publicados entre 1838 y 1840.
Quien desee conocer las razones que laten bajo esa redacción puede leer el prólogo escrito por Schwab, fechado en Stuttgart, septiembre de 1837, que se reproduce en la edición de Gredos, Madrid, 2009. Encontrará allí también el prólogo que el eminente latinista Eduardo Valentí Fiol hizo para la primera traducción al castellano que corrió a cargo de Francisco Payarols en 1952 y cuyos derechos han sido cedidos también para ésta de 2021. En la de 2009 encontrará también un prólogo de otro gran especialista, Vicente Cristóbal, e incluso un apéndice a cargo de Julius Wolf, con motivo de la reedición de la obra en alemán, y el correspondiente prólogo en el que se califica al libro de Schwab cual tesoro salvado entre las ruinas y la devastación de la II Guerra Mundial.
¿Por qué me detengo en todos estos detalles? Porque es ahí, en ese prólogo de J. Wolf donde aparece la idea de “exposición cerrada”, que es el argumento que más me ha desasosegado de la introducción de la presente edición, a cargo de Michael Siebler.
No puedo estar más acuerdo con Siebler respecto a la atracción que los mitos de la Antigüedad despiertan, ni en la admiración por la obra de su compatriota, en la validez de su método conforme a sus objetivos de formar a la juventud. Los rebasó con creces, justamente por la belleza que supo imprimir a ese “volver a narrar las más bellas y significativas leyendas de la Antigüedad clásica [de los] viejos escritores y sobre todo [de los] poetas de forma simple y despojadas del resplandor de la representación artística y, allá donde fuera posible, con las propias palabras de aquellos” (p. 13).
Schwab tuvo el mérito de crear verdaderamente un canon que permite al lector disfrutar de numerosos mitos, cuyos textos crea combinando la información de muy diversos autores. Eso no es malo en sí, ni mucho menos. Sirve al novel que se acerca por primera vez a ese universo, a quien quiere recrearse sin más en la lectura, a quien necesita buscar un ejemplo para articular un discurso con referencias clásicas, incluso al experto que se plantea una reflexión sobre la comunicación de las viejas historias.
Pero, de ahí a comulgar con la exaltación que hace M. Siebler del mérito de haber conseguido “una única recopilación de narraciones cerrada en sí misma” (p.13), cierre en el que vuelve a insistir [“nunca antes habían sido cerradas… la creación de círculos argumentales cerrados en sí mismos” (p.14)], media un abismo.
Las múltiples ilustraciones de esta nueva edición, el primer párrafo de la introducción sin ir más lejos, desmienten esa concepción de los mitos griegos. Siguen hoy omnipresentes, y Siebler incide en aspectos bien interesantes, como la influencia en el devenir político o en los superhéroes modernos. Pero, si lo son, si están omnipresentes, si siguen utilizándose hoy, si no nos son ajenos, ni siquiera al gran público al que va dirigida esta obra, es precisamente porque son cambiantes, y ése es un aspecto que debe subrayarse, y no sugerir la falsa idea de que ésta es la versión definitiva de los mitos griegos. Es un elenco maravilloso, admirable, útil y suficiente para diversos fines, pero que no anula ni muchísimo menos la diversidad de versiones, el encuentro con las auténticas fuentes grecolatinas, o con las recreaciones literarias y artísticas que suscitaron a lo largo de los siglos. Todo lo contrario, alienta ese deseo de saciar la sed de mitos que nuestra sociedad sigue experimentando hoy.
Cada uno la siente de forma diferente. Del elogio que Hermann Hesse hizo a la obra de Schwab me llama la atención que le permita “leer sobre la furia de Aquiles o sobre la desgracia de Ícaro en buen alemán sin notas ni comentarios” (p.16). A veces yo también quiero disfrutar así, pero en más de un punto no puedo dejar de lamentar que Siebler en su comentario no haya puesto la oportuna nota en la que fundamenta sus líneas.
Hay otro aspecto que, en mi humilde opinión, debería haber sido tratado con mayor acribia, la transcripción de los nombres propios griegos. Valentí Fiol expuso las dificultades que se plantearon en su día, 1952, y el lector interesado las puede ver en la reproducción de su prólogo en la edición de Gredos, 2009. El editor de Taschen, 2021, p. 326 se limita a señalar que los textos impresos han sido extraídos de esa edición, con traducción de Francesc Payarols. Y añade: “Las historias se han acortado parcialmente, y algunos fragmentos han sido adaptados al lenguaje actual y a las actuales normas de la ortografía española”.
Entendemos las razones, pero nos parece insuficiente. De hecho, ni siquiera se cumple esa norma cuando en el prólogo p. 25 se desliza krytonita, naturalmente del alemán Kryptonit. La grafía castellana que corresponde a dicho término es criptonita, por más que no aparezca en el DRAE. Los nombres griegos de dioses y héroes deberían haberse revisado siguiendo el libro de cabecera para estas cuestiones: Manuel Fernández Galiano, La transcripción castellana de los nombres propios griegos, Madrid, SEEC, 1969. Es una cuestión importante, sobre todo, porque la indudable repercusión de la obra llevará a muchos a hablar de Diómedes en lugar de Diomedes (Fernández Galiano §157), a empeñarse en Cronos, Helios, Dionisos, cuando es preferible generalizar las formas sin la –s: Crono, Helio, Dioniso (Fernández Galiano §189-192).
Habría sido un acierto mantener el utilísimo índice onomástico detallado de 2009. El que aquí se ofrece es muy sumario y además mezcla figuras mitológicas con autores citados, incluso nombres de artistas.
Sobre éstos se ofrece un elenco de sus biografías ordenadas por fecha de nacimiento, que constituye una fuente de información muy rica. Concluyen con el ilustrador Clifford Harper, cuyas viñetas en blanco y negro abren cada capítulo, figura después un breve resumen de la leyenda y el nombre o nombres de los artistas cuyas obras han sido elegidas para ese apartado.
Como ya adelantaba las imágenes a color, son bellísimas, originales, muchas de ellas poco comunes. Constituyen un placer para la vista y configuran un auténtico arsenal que invita al comentario, a indagar en sus fuentes, a proseguir la búsqueda.
Dadas las características de la obra, la bibliografía es muy breve y se limita a obras en alemán, pero con la interesantísima inclusión de catálogos de exposiciones recientes.
Un sucinto árbol genealógico de los dioses abre y cierra el libro. Sus nombres van acompañados de pictogramas. Éstos se agrupan en un original glosario (pp. 313-324) que de alguna manera suple ese índice onomástico que echamos en falta y, desde luego, se aviene mejor con la obra actual. Dicho glosario, que incluye también lugares y obras, está ordenado alfabéticamente. Unos se ajustan a la perfección a la figura antigua, el jabalí para Meleagro, la roca para Níobe, otros son más modernos, una cerradura para Pandora, un frasco que destila un líquido para Medea. Hay dos con los que no puedo sino discrepar: una mano que escribe con pluma para Homero, un libro abierto para La Ilíada. Al menos la entradilla habla de atribución y de la fecha aproximada en que fue puesta por escrita la epopeya. El icono diseñado para La Odisea con su combinación de mar, isla, cielo, pájaro me parece más acertado.
Huelga decirlo, si discrepo es por temor a la que auténtica naturaleza oral de las dos grandes epopeyas atribuidas al aedo por antonomasia quede orillada. Verdad es que si las conocemos hoy como tales es porque fueron confiadas a la escritura, copiadas una y otra vez, contadas y recontadas, fuente de inspiración literaria y artística. A ello contribuyó extraordinariamente en su día Gustav Schwab y esta nueva edición de su obra, de lujo, incluso con dos señaladores de tela, con su mapa antiguo para las Argonáuticas, libro magníficamente ilustrado, marca un hito en esa senda por la que tan grato nos resulta caminar.
Hace cerca de un año me topé por casualidad (o por designio de los dioses) con una serie animada inspirada en la Ilíada de Homero y en la Teogonía de Hesíodo que reinterpreta la mitología griega considerando a los dioses como jóvenes adolescentes del instituto Gods’ School, nombre que da título a estos dibujos animados. Se trata de un proyecto personal creado y dirigido por el ilustrador francés Gaylord Cuvillier Libessart que cuenta con el soporte de la CNC Talent (Centro Nacional de Cine y Animación francés). Gaylord C. Libessart empezó con esta idea hacia el año 2014 pero, con tal de sacar su trabajo a flote, necesitaba contar con un equipo y sobre todo con apoyo económico. Cinco años después lo consiguió y, por ello, el 31 de enero de 2019 sacó su primer capítulo y, a finales de ese mismo año, el 6 de diciembre, el segundo. Aun así, dado que es una serie completamente gratuita a la que se accede por YouTube, el creador se vio obligado a crear una campaña de crowdfunding (o micromecenazgo) para conseguir financiar su proyecto. Parece ser que su petición ha tenido éxito, ya que dos años después del lanzamiento del segundo episodio, el 12 de diciembre de 2021, ha podido sacar un tercero e incluso un cuarto el 27 de enero de este año.
Como ya os había avanzado al principio, en esta serie encontramos a los dioses griegos vueltos en adolescentes que deben asistir al instituto del Monte Olimpo para convertirse en las grandes divinidades del mañana. Es realmente interesante ver cómo se readaptan conservando su carácter y atributos que tanto los definen. Como no podía ser de otro modo, los chicos populares son los tres dioses principales: Zeus, Posidón y Hades, que en este caso no pertenecen al club de baloncesto sino al de lanzamiento de disco. Entre las chicas destaca obviamente la pareja del apuesto Zeus, Hera, joven prepotente y presumida que siempre quiere llamar la atención. En cuanto al resto, volvemos a encontrar al Hermes mensajero, a la inteligente y pacificadora Atenea, al bélico Ares o a la valiente y decidida Ártemis. Todos y cada uno de ellos están bien representados con sus atributos: Atenea, por ejemplo, va acompañada de su búho, Apolo aparece siempre tocando la lira y Hestia sigue portando el fuego sagrado. Incluso Zeus es capaz de convertirse en el animal que desee con tal de seducir. No faltan tampoco los asuntos del corazón, pues dos son los triángulos amorosos que encontramos: por un lado el bien conocido de Afrodita, Ares y Hefesto (en el que Ares pinta poco) y por otro el de Hades, Perséfone y Menta, quien intenta por todos los medios imposibilitar la unión de los dioses infernales.
Sin embargo, en este caso el personaje principal es una diosa que suele estar en un segundo plano: Eris o la Discordia, hija de Nyx, convertida aquí en una joven incomprendida que tan sólo quiere encontrar su camino en la vida y ser aceptada entre un grupo de dioses que la consideran un monstruo. Es también un incomprendido el mortal enviado al Olimpo para cursar un año en el Gods’ School, ni más ni menos que el héroe comúnmente criticado por su cobardía, Paris de Troya.
A pesar de que por ahora la serie tan solo consta de cuatro capítulos (cuya duración ronda los quince minutos cada uno) nos damos cuenta de que Libessart ha decidido crear un hilo argumental en el que los mitos tradicionales se reinventan, se entremezclan y se amalgaman de tal manera que el resultado es algo completamente distinto y original. En el cuarto episodio, por ejemplo, se explica el motivo por el cual Eco pierde su voz, pero de un modo completamente nuevo que surge precisamente de la remodelación de estos mitos. Aun así, tanto esta recreación como los continuos guiños a las historias por todos conocidos nos demuestran un dominio de la materia por parte del creador. Quizá algunos ven esta serie como una aberración que trastoca los relatos que les han enseñado, pero, bajo mi punto de vista, es realmente fascinante observar cómo la mitología griega consigue adaptarse a nuestros tiempos y a la vez conservar su esencia. Su calidad, su originalidad, su intento por acercarnos a los dioses y por querer dar relevancia a otros que suelen relegarse hacen que esta serie tan entretenida (o al menos su inicio) sea muy recomendable. Para quienes apenas conocen nuestro gran legado clásico, es una gran oportunidad para despertar su curiosidad, mientras que para los que es de sobra conocido, tengo la certeza de que les gustará y les hará recordar por qué los mitos griegos les encandilaron desde el primer momento.
Por si he conseguido llamaros la atención, aquí os dejo el link del canal de YouTube en el que aparecen los episodios en inglés y en francés con subtítulos en español (cuya calidad es óptima) así como los enlaces de los episodios en inglés con subtítulos en español para que los tengáis más a mano:
Os paso también el enlace al Instagram y os animo a visitar la cuenta de Facebook de su creador donde encontraréis subidas ilustraciones que hace de los personajes bastante buenas.
Se trata de dos impresos de la obra ovidiana que reeditan el texto latino acompañado por los comentarios de dos humanistas italianos de la última mitad del siglo XV, Antonius Constantius Fanensis (Antonio Costanzi de Fano) y Paulus Marsus (Paolo Marso). Los comentarios se escribieron originalmente entre 1480 y 1482, y Bartolomeo Merula los editó juntos por primera vez en Venecia en 1496.
Tacuino realiza en 1508 la primera edición acompañada por seis grabados xilográficos, uno por cada uno de los libros, más el grabado que adorna la portada y que representa a Ovidio y sus comentaristas. Cada uno de los seis grabados que ilustran los libros muestra dos o tres escenas relacionadas con fiestas y acontecimientos recogidos en los Fastos. Este tipo de grabados compartimentados se encuentran de forma frecuente en las ediciones ilustradas de inicios del XVI, y de manera especial en las ediciones venecianas de las Tristes y las Heroidas. La edición milanesa de Pachel reproduce el mismo esquema.
En ambas ediciones de la obra de Ovidio Rómulo protagoniza el grabado que adorna el libro primero.
La representación que tiene el mismo tema y la misma composición pero distinta factura muestra, en el lado izquierdo de la estructura bipartita, a Ovidio postrado ante la imagen del dios asociado al mes de enero, Jano, representado con su doble faz, y en el lado derecho, a Rómulo, que aparece sentado en una especie de silla curul sobre un pedestal en el que está inscrito ROMVLVS, y está estableciendo el calendario, como celebra el poeta en los primeros versos del libro.
En el muro sur del claustro interior del edificio antiguo de la Universidad de Salamanca, el llamado de las Escuelas Mayores, a la derecha de la entrada de la capilla y al lado de la lápida que recuerda la fundación de la Universidad por Alfonso IX de León, se ha colocado un vítor (¡tan grande como la lápida!) recordando a D. Lamberto de Echevarría. Se ha escrito en latín y en él se puede leer “30ANNOS”. Sí, así, con números arábigos. Si Cicerón levantara la cabeza… Bueno, y Alfonso IX.
Agradecemos a Javier San José el envío de la fotografía.
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