Margallo arúspice

Eran cerca de las nueve de la noche del viernes 7 de octubre. Iba por la N-403 escuchando la radio cuando comenzaron el noticiario de la noche. Entre algunas de las nuevas que transmitían los locutores de RNE estaban las declaraciones que esa mañana había hecho en Ankara José Manuel García Margallo, Ministro de Exteriores del Gobierno en funciones (noticia aquí). Su sabor clásico merece que se reproduzca literalmente la respuesta que dio a los periodistas cuando le preguntaron por el tema que desde hace casi un año nos atormentamos las gentes de este país: ¡EL GOBIERNO! (Si Tip y Coll levantaran la cabeza…).

Allá va: «No he tenido tiempo de auscultar el hígado de las aves, pero el día es brillante y mi presentimiento íntimo es que las cosas van por buen camino y tendremos antes del 31 de octubre fumata blanca».

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Hace unos días Elena Villaroel Rodríguez nos ilustraba en qué consistía la ornitomancia romana y cómo se puede rastrear su huella en la cultura popular hasta nuestros días. Dejaremos a un lado la referencia al cielo despejado ‒que, por cierto, también tiene que ver con la adivinación antigua‒ y el guiño a la elección papal, para centrarnos en lo hepático de la declaración. Hoy traemos a colación otro de los sacerdocios romanos: haruspex. Parece que el señor Margallo todavía recuerda de sus años de escolar ‒ya que puede que de ahí le venga el conocimiento de este tipo de adivinación‒ la existencia de rituales donde se buscaba el futuro hurgando en las entrañas de las aves. Además, el que suscribe ha de decir que, cuando la frase se oye con el tono en el que se pronunció, causa más impacto, puesto que el ministro empleó un tono bastante irónico, incluso me atrevería a decir que sarcástico. Supongo que por el hartazón causado por el hecho de que los periodistas lleven meses haciendo la famosa pregunta.

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El «hígado de Piacenza» es una representación en bronce del hígado de una oveja hallado en el Piceno con inscripciones etruscas. Está dividido en distintas celdas con teónimos escritos en ellas

Ciertamente los haruspices eran unos sacerdotes de origen etrusco que se encargaban de predecir el futuro examinando las entrañas de un animal sacrificado. La etimología de la palabra haruspex está relacionada con el verbo specio: mirar/ver (σκέπτομαι) y la raíz indoeuropea *ghere: entraña; luego, literalmente: “el que mira las entrañas”. ¡Qué sería de nosotros sin la etimología! Y hemos de decir más, la técnica a la que se refería el ministro tiene nombre propio de origen griego: “alectomancia” (DRAE), que viene de la palabra para designar al gallo (ἀλέκτωρ) y μαντεία (adivinación). Este método de predicción consiste en ver el futuro mediante el canto del gallo o la observación de la piedra de su hígado: la alectoria. Ésta es redonda y tiene el tamaño de una avellana.

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Mosaico de Pompeya, Museo Arqueológico de Nápoles

Hemos visto una vez más cómo los contenidos de nuestras disciplinas se pueden deslizar de manera anónima en uno de los temas de más rabiosa actualidad. Es muy interesante que un político haya escogido una respuesta tan ingeniosa como esta, ya que demuestra, no sólo el conocimiento o cierto barniz cultural en el emisor de la misma, sino también que la elección de esa forma de expresión sólo pueden desentrañarla (y nunca mejor dicho) los conocedores de la Cultura Clásica.

Me gustaría acabar con dos reflexiones respecto al hígado de las aves del señor Margallo. No es cosa rara que los políticos ‒al menos los romanos‒ se preocuparan de la adivinación; pues recordemos la obra que compuso Cicerón: De Diuinatione, tratado gracias al cual conocemos bastantes hechos sobre augures y arúspices. Finalmente… fíjense ustedes hasta qué punto hemos llegado con el problema de la formación de Gobierno, que hasta un Ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación se ha planteado consultar las entrañas de las aves. Tiene su gracia. Discúlpennos y sonrían, por favor.

Ibor Blázquez Robledo

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