La erupción de Pompeya fue en octubre

Reproducimos la noticia publicada en El País (28/6/2022) por Lorena Pacho, que viene a confirmar lo que ya se sospechaba: La erupción del Vesubio arrasó Pompeya en octubre y no en verano como se pensaba.

La erupción volcánica más famosa de la historia ocurrió dos meses después de la fecha que hasta ahora se creía. Un reciente estudio científico certifica que la furia del Vesubio arrasó Pompeya entre el 24 y 25 octubre del año 79 y no en agosto, como se sostenía con claridad hasta 2018. Fue entonces cuando los estudiosos comenzaron a sospechar que algo no cuadraba en los tiempos. Una inscripción a carboncillo, con una fecha de otoño, descubierta en la pared de una casa, empezó a sembrar la duda. Ya había otros indicios que apuntaban en la dirección de una datación errónea. Por ejemplo, los cadáveres petrificados iban demasiado abrigados para ser verano, vestían prendas de lana y chaquetas largas que les cubrían el cuerpo. Había braseros en las puertas de las casas y algunos de los frutos carbonizados no correspondían a la fecha tradicional de su cosecha.

Ahora han confirmado todas estas suposiciones una amplia investigación, que se acaba de publicar en la revista Earth-Science Reviews, y que ha estado dirigida por científicos italianos, que han estudiado al detalle las escenas apocalípticas que dejó la terrible erupción para reconstruir todas las fases de la terrible explosión.

Hasta ahora, en libros de historia y guías se señalaba el 24 de agosto del año 79 como el día en el que el Vesubio entró en erupción y sepultó Pompeya gracias a una carta que el escritor de la Antigua Roma Plinio el Joven, que fue testigo directo de la tragedia, había enviado a Tácito. Aunque varios expertos ya hablaban del 24 de octubre como la fecha de la catástrofe y apuntaban a errores de transcripción de la misiva en la Edad Media. En 2018 estas teorías ganaron impulso cuando se descubrió en la pared de una de las casas que están surgiendo en las nuevas excavaciones de la zona llamada Regio V una inscripción fechada en el “decimosexto día antes de las calendas de noviembre”, que según el actual calendario corresponde al 17 de octubre. Es decir, una semana antes de la erupción. Si la frase fue escrita en octubre, la erupción no pudo ocurrir antes. Para revocar la hasta ahora fecha oficial de agosto, los científicos también han tenido en cuenta el descubrimiento de una moneda, un denario de plata que lleva la imagen del emperador Tito, con una inscripción que hacía alusión al mes de septiembre.

El equipo internacional dirigido por el Instituto de Geofísica y Vulcanología italiano (INGV) ha vuelto a analizar los hechos y ha subsanado el error de cálculo de la inmensa máquina del tiempo que es Pompeya para viajar con mayor precisión hasta aquellos días de la antigüedad. El estudio ha revisado los aspectos históricos, estratigráficos, sedimentológicos, petrológicos, geofísicos, paleoclimáticos y de modelización de la erupción, y, por primera vez, se han combinado todos para ofrecer una panorámica más completa de la catástrofe.

La escenografía de aquella fatídica jornada se mantiene: de repente, hacia el mediodía, cuando los habitantes de las ciudades del sur de Nápoles, como Pompeya, Herculano y Estabia estaban inmersos en sus actividades, se produjo una violentísima erupción explosiva. La lava, la ceniza y un flujo de gas incandescente destruyeron y en cierto modo congelaron en el tiempo todo lo que encontraron a su paso, incluyendo casas, objetos y personas.

Aunque la del Vesubio es una de las erupciones más estudiadas y que más ha aportado a la vulcanología moderna, aún hay muchos interrogantes. Por eso, el estudio se ha planteado desde un enfoque multidisciplinar. Así, los científicos han confirmado que las cenizas volaron miles de kilómetros y llegaron hasta Grecia. En la investigación también se explica que la erupción se produjo en ocho fases y se ha reconstruido las características de cada una: “La primera fue muy violenta y levantó una columna de humo de hasta ocho kilómetros de altura, que esparció el material piroclástico en zonas cercanas”, se lee en el texto.

Asimismo, ha explicado el vulcanólogo del INGV y coautor de la investigación, Domenico Doronzo, el nuevo estudio “permitirá mejorar la aplicabilidad de los modelos de predicción, desde los fenómenos precursores hasta el impacto de diversos procesos eruptivos y deposicionales”. “El espíritu de nuestro trabajo era entender cómo un evento del pasado puede ser una ventana al futuro, abriendo nuevas perspectivas para el estudio de hechos similares que puedan ocurrir mañana. Este estudio mejorará la aplicabilidad de los modelos de predicción y ayudará a reducir la vulnerabilidad de las zonas y las numerosas infraestructuras expuestas al riesgo volcánico, no sólo en las inmediaciones del volcán, sino —como nos enseña Pompeya— incluso a cientos de kilómetros de él”, señala Doronzo.

FERNANDO LILLO REDONET: HOTEL ROMA

            El pasado mes de mayo ha aparecido en la editorial Confluencias el nuevo libro del profesor Fernando Lillo Redonet: Hotel Roma. Turismo en el Imperio Romano. Como el propio subtítulo del libro indica, se trata de un estudio sobre el turismo en época romana en el que el propio autor plantea desde el primer párrafo cuál es la intención del libro: preguntarse por las razones que impulsaban a un romano a abandonar la comodidad de su hogar y lanzarse a viajes, en ocasiones peligrosos, para visitar otros lugares, y comparar los hábitos del turista antiguo con el moderno, llegando a la conclusión, como no podía ser de otro modo, de que las diferencias entre un turista de la antigüedad y otro actual no son tantas.

            Aunque el libro es mucho más que esto. En efecto, al hacer un recorrido por los lugares de atractivo turístico en época romana, el lector repasa la mitología, la historia y las costumbres relacionadas con estos lugares. Pongamos un ejemplo. Al hablar de Olimpia y sus juegos, no sólo se nos narran infinidad de detalles y anécdotas relativos al desarrollo de los juegos con sus diferentes pruebas (costumbres), sino también datos relacionados con la mitología fundacional de los juegos (mitología), o con los personajes históricos que visitaron el lugar (historia). El libro se convierte, así, en un viaje por la geografía, historia, mitología y vida cotidiana de la antigüedad.

            Pero es que, además, las referencias a la Grecia antigua son constantes, de modo que personajes importantes de la historia de Grecia como Solón, Pitágoras, Platón, Jerjes, Temístocles, Alejandro Magno, entre otros muchos, visitan constantemente las páginas del libro, de modo que, aunque el título haga referencia al Imperio Romano, son muchas las anécdotas relacionadas con la historia, la mitología y la vida cotidiana de Grecia.

            El libro aparece dividido en seis capítulos. Todos los capítulos del libro se encuentran ilustrados con mapas en los que se sitúan los lugares que el lector visita, con documentación fotográfica interesantísima sobre los detalles más curiosos y, lo más importante, con abundantísimas citas textuales entresacadas de entre un material riquísimo de decenas de autores antiguos (tanto griegos como romanos), de textos epigráficos y papiráceos. En el capítulo primero se nos habla de los destinos turísticos más cercanos a Roma (las villas al sur de Roma y en el golfo de Nápoles) para, pasando por Sicilia, terminar con la descripción del viaje que el cónsul Paulo Emilio realizó por Grecia en el s.II a.C. Además de hacer un recorrido por las villas más lujosas de aquellos tiempos (las de Tiberio  y Adriano), se nos explican las razones por las que un romano de la época abandona Roma para descansar en una segunda residencia, razones, por cierto, que podría aducir un urbanita moderno: masificación de la ciudad, contaminación acústica que no nos deja descansar, contaminación y malos olores, condiciones poco salubres, suciedad. Hacemos un recorrido por la vida disoluta en Bayas o disfrutamos de una visita turística por Sicilia y Grecia, muy semejante esta última a la que cualquier agencia de viajes moderna podría ofrecernos en un paquete veraniego.

            El capítulo segundo está dedicado a las maravillas del mundo antiguo, incluyendo, además de las siete tradicionales, otras naturales, y la maravilla de las maravillas del mundo antiguo, Roma. Descubrimos de boca del mismísimo Plinio el joven que a los romanos les pasaba lo mismo que a nosotros: en muchas ocasiones conocemos y vistamos más las maravillas que tenemos más lejos, olvidándonos de las que se encuentran al lado de casa.

            En el capítulo tercero nos adentramos en el turismo de “peregrinación” para encontrar las tumbas, huesos y pertenencias no sólo de los héroes mitológicos de la religión grecorromana, sino también de los personajes bíblicos más admirados en el cristianismo primitivo: visitamos la ciudad de Troya, los templos donde, se decía, se conservaban el escudo y la clámide de Agamenón, las flechas de Teucro, el caldero de bronce donde fue cocido Pelias por Medea, la tumba de Deucalión…, o los Santos Lugares que cualquier turista piadoso sigue visitando hoy en día.

            El capítulo cuarto está dedicado íntegramente a Egipto, la joya del turismo en todas las épocas, también en la antigüedad. Es en este capítulo donde predomina el material epigráfico y papiráceo sobre el literario. Especialmente interesante resulta el análisis que se hace de las inscripciones (tanto en griego como en latín) encontradas en las pirámides de Giza, en una de las bases de los Colosos de Memnón o en las tumbas del Valle de los Reyes.

            Con el capítulo quinto nos adentramos en el turismo de salud. Y caemos en la cuenta de que en este campo seguimos siendo también muy clásicos. En efecto, al igual que los romanos visitamos balnearios en los que tomar las aguas y someternos a tratamientos de lodo, sauna y SPA, y visitamos santuarios religiosos cuando queremos pedir una gracia especial que pueda curar nuestra enfermedad. Lo mismo hacían los antiguos griegos y romanos. Especialmente interesantes en este capítulo son las descripciones que se hacen de los antiguos balnearios en las actuales Orense y Alange, y la explicación de los métodos curativos que se llevaban a cabo en los santuarios de Asclepio en Epidauro y Pérgamo.

            Y con esto llegamos al último capítulo, el dedicado al turismo deportivo y de espectáculo. No podía faltar en él una breve e interesantísima descripción sobre los Juegos Olímpicos y una aproximación al anfiteatro y el circo romanos, dos temas que domina ampliamente el autor.

            Hasta aquí la breve descripción sobre el contenido del libro. Ahora trataré de justificar por qué creo que este libro acabará convirtiéndose en un libro de lectura obligatoria para cualquiera que quiera abordar la temática. En primer lugar, su estilo ágil, fluido, sin estridencias hace que su lectura resulte amena; además, al reunir todas las citas y el aparato bibliográfico en estupendos índices finales, el libro carece de las tediosas notas que tanto pueden distraer al lector. Toda la información académica y erudita se puede encontrar en los índices finales.

            En segundo lugar, el aparato fotográfico y cartográfico ayuda en gran medida a situar lo que se nos describe en cada capítulo. En efecto, otra vez al final del libro se nos ofrecen ordenados por capítulos los mapas necesarios para poder localizar la gran cantidad de lugares que vamos visitando en nuestro viaje. Además, una selección muy atinada del material fotográfico nos permite hacernos una idea muy clara de aquello que se nos está describiendo.

            En tercer lugar, los cientos de pasajes que aparecen citados a lo largo del libro de autores antiguos, inscripciones y material papiráceo convierten a este libro, a nuestro entender, en la principal referencia bibliográfica en lengua española sobre el tema. Hasta la fecha no conocemos de un estudio tan completo en español y desconocemos si existe algo parecido en lengua extranjera. Sí que existe mucha bibliografía sobre el tema del viaje en la antigüedad en general (desde el fundacional de Casson, Travel in the ancient world, hasta otros más modernos, todos citados en la bibliografía final del libro), pero es más difícil encontrarla sobre un tema tan concreto como el del turismo en la antigüedad.

            En definitiva, tenemos ante nosotros un trabajo que, tanto por su rigor científico como por su amenidad, merece tenerse en las estanterías tanto del lector especialista como del menos entendido en la materia.

Ignacio-Tadeo Baciero Ruiz

Intentando recuperar Lancia

El 22 de junio Juan Navarro en El País se hacía eco de los intentos que se están efectuando por parte del Instituto Leonés de Cultura para recuperar el yacimiento romano de Lancia, situado entre los ríos Porma y Esla y las localidades de Mansilla Mayor y Villasabariego. La zona ha sido expoliada durante años, ahora se pretende excavar y explotar su posible atractivo turístico. Incluso los vecinos están devolviendo las piezas de las que durante años ellos y sus familares se habían apoderado.

El poblado, donde los astures resistieron el ataque de los romanos, fue finalmente ocupado por estos (26-25 a. C.), que edificaron allí termas, palacios y mercados.

Profesores del Departamento de Filología Clásica e indoeuropeo (1950-51/1959-60).

Esta tabla ha sido enviada para su revisión a los profesores del Departamento de Filología Clásica e Indoeuropeo, tanto a los que actualmente están en activo como a los que ya disfrutan de la jubilación. Agradezco a todos ellos su colaboración, especialmente a Carmen Codoñer, Emiliano Fernández Vallina, Adelaida y Mª Ángeles Martín Sánchez. Afortunadamente también en esta ocasión hemos podido disponer de apoyo documental, los Anuarios indicadores de Cursos de la Universidad de Salamanca, que están disponibles desde el curso 50-51 hasta el 56-57. Es cierto que en ellos se observan algunas erratas e incongruencias que difícilmente podemos subsanar, pero han sido una ayuda inestimable para la reconstrucción de estos años. En cambio, aún nos faltan muchos datos de los cursos siguientes.

Recuerdo de nuevo que en la búsqueda del material ha sido de especial ayuda Luis Noriega Villafañe (Secretaría del Decanato), María José Gutiérrez Gutiérrez (Secretaría de la Facultad) y Concepción Álamo Garzón (Archivo de la Universidad de Salamanca).

Observaréis que no aparece la columna que corresponde a Indoeuropeo porque no había dotada ninguna cátedra de la materia. Las clases de Introducción a la lingüística indoeuropea durante esta década fueron impartidas por Martín Sánchez Ruipérez. Por otra parte, hemos incluido, como novedad, a los profesores de Historia Antigua que formaban parte entonces del Seminario de Clásicas.

Como siempre, sin duda hay errores; agradeceremos enormemente las posibles correcciones.

Susana González Marín

Like a rolling stone

Algunas formas y costumbres de la antigüedad clásica, como el orden jónico o el fascismo, han mostrado una obstinada reticencia a desaparecer. Entre las pervivencias más o menos inocuas se encuentran algunos proverbios que, como recogió Alba Boscá en dos entradas de este blog (aquí y aquí), han sabido camuflarse camaleónicamente en los refraneros de las lenguas modernas. Una de ellas, en una de sus múltiples variantes latinas, es saxum uolutum non obducitur musco, cuya traducción castellana es algo como «roca movediza, nunca moho cobija», con esa rima fácil que funciona tan bien en los dichos populares y tan mal en los poetas cargantes.

En ocasiones su autoría se adjudica a Publilio Siro, un completo desconocido para muchos de nosotros, pero que debió de ser en su momento uno de los autores de mimos más relevantes, una suerte de César en harapos tras conseguir que, de acuerdo con algunas anécdotas transmitidas, el tirano que cruzó el Rubicón retirase su favor a Décimo Laberio, su principal competidor; de acuerdo con la Crónica de Eusebio en la recensión de Jerónimo, Publilio, tras la muerte de Laberio, Romae scena tenet.

La imagen está tomada del ejemplar del Chronicon que guarda la Biblioteca General Histórica de la Universidad de Salamanca

Ciertamente, si se quiere forzar una paternidad putativa, la colección de sentencias descontextualizadas de Publilio Siro, del que apenas conocemos el lenguaje que usó, ofrece una oportunidad perfecta. Difícilmente un par de frases pueda captar tan bien la situación actual de respetuosa incomprensión como las que Michael David Reeve colocó al comienzo de su capítulo sobre Publilio en Text and transmission:

Why the mimes of the Syrian Publilius swept audiences of the late Republic off their feet might be easier to say if more had come down to us than two fragments quoted by grammarians and a collection of one-line maxims in senarii and septenarii. No doubt citiziens too snooty to be caught enjoying light entertainment declared their admiration for the maxims, as in later generations the two Senecas and Gellius did.

La recepción de Siro no está lejos del “Marcial moralizado”, esos extraños pastiches que convierten a Marcial en una suerte de filósofo estoico. Como tantos otros textos grecolatinos, la editio princeps como tal de las sententiae de Publilio se debe a la cuidadosa edición de Erasmo, quien ciñó el corpus a algo más de doscientas máximas entre las que, por supuesto, no se encontraba ya saxum uolutum non obducitur musco.

La imagen corresponde al mínimo ejemplar de la Biblioteca General Histórica, de 1550; la editio prínceps es de 1514.

 Lo cierto es que de todas las ediciones impresas que he podido consultar (sin ser muchas, sí demasiadas) con las Sententiae, desde el 1475 (los prouerbia de la editio princeps napolitana de Séneca) hasta el 1897 (la edición de Meyer, que era la canónica hasta hace poco), solo he hallado la inclusión de saxum uolutum non obducitur musco en la obra de Théophile Baudement, con la forma musco lapis volutus haud obducitur, y en una traducción inglesa que claramente depende de la de Baudemunt, la de Darius Lyman de 1856, The moral sayings of Publius Syrus, a Roman slave. La referencia a la esclavitud de Publilio Siro no es casual. Lyman fue un férreo defensor de la abolición de la esclavitud y llegó a publicar en el mismo año, esto es, cinco años antes de que comenzara la Guerra Civil en Estados Unidos, Leaven for doughfaces; or, Threescore and ten parables touching slavery, un libro de fábulas morales destinado a concienciar a los norteños que pensaban que la abolición de la esclavitud iba a tener efectos casi tan nocivos sobre la economía como, por ejemplo, los que ahora algunos con un gato siamés al hombro vienen profetizando respecto a la subida del Salario Mínimo Interprofesional. El interés de Lyman en Publilio Siro parece partir del motto que adoptó la Edinburgh Review, iudex damnatur, cum nocens absolvitur, esta sí una de las sententiae de Publilio. Cuando Lyman se interesó por el autor, uno de los fundadores de la revista le confesó que ninguno de los que habían elegido la divisa había leído una línea más de Publilio Siro, lo que hace concluir certeramente a Lyman «what a reputation for learning and extensive erudition a man might acquire by an apt quotation from an inaccessible author».

Si la edición erasmiana borró la autoría de Publilio sobre saxum uolutum non obducitur musco de buena parte de las colecciones posteriores, Erasmo no se olvidó del proverbio y encontró su lugar entre los Adagia, junto con la correspondiente versión griega y bajo el epígrafe de la assiduitas, un concepto que quizá algún traductor proactivo y emprendedor se sintiera inclinado a rendir con el modismo de ‘resiliencia’.

La imagen, como es habitual cortesía de Óscar Lilao, corresponde al ejemplar de los Adagia de 1530 que conserva la Biblioteca General Histórica. En las ediciones modernas corresponde con el 2374.

Con anterioridad a Erasmo encontramos el proverbio tanto en griego como en latín, pero no de manera prolija. La primera atestiguación escrita de la que he sabido se encuentra recopilada en ese extraño libro con pretensiones de barco que hizo Egberto de Lieja en el s. XI, Fecunda ratis, y cuya mayor popularidad se debe a que conserva una de las tradiciones más famosas de Caperucita Roja antes de Perrault. En la recopilación de dichos e historias clásicas y seculares que compone la “Proa” del barco, Egberto recoge: assidue non saxa legunt uoluentia muscum (182). Ya en el s. XV, el bizantino Miguel Apostolio incluía en su Συναγωγὴ παροιμιῶν: Λίθος κυλιόμενος, φῦκος οὐ ποιεῖ (10,72).

De nuevo, la imagen pertenece a un ejemplar de la Biblioteca General Histórica; en esta edición el proverbio se corresponde con 12,5 y no con 10,72 como en las ediciones más recientes.

Aunque existe la tendencia a pensar que se trata de un original griego, lo cierto es que no hay ningún argumento de peso y probablemente la propia idea de buscar un origen lachmannianamente jerarquizado de un dicho popular está condenado al fracaso. Prueba de ello es la amplitud de lenguas en las que, en época moderna y contemporánea, el dicho ha sido recopilado, como el Refranero multilingüe muestra, incluida probablemente la traducción más famosa, la inglesa: a rolling stone gathers no moss.

Más allá de su relevancia para la erudición paremiológica, su impacto en ese marco cada vez más esquivo, el de la cultura popular, es imponderable. De la mano de Muddy Waters, el “jefe” del blues de Chicago, el “Catfish blues” que llevaba sonando probablemente desde los ’20 del siglo XX, si no antes ―aunque algunos de los versos se pueden documentar veinte años antes, la primera grabación se atribuye a Robert Petway, al que la falta casi absoluta de información biográfica ha querido metamorfosear en una especie de misterioso trotamundos―, se convierte en “Rollin’ stone”, una de sus canciones más significativas. A partir de ahí, la historia es más conocida.

En 1961 un grupo de jóvenes aficionados al blues de Chicago, la mayoría de los cuales había ido a las mejores escuelas, empezó a reunirse para tocar y, de manera escasamente original, decidieron llamarse The Blues Boys. Cuando un año después la formación varió y empezaron a actuar de manera semiprofesional, se vieron en la necesidad de buscar un nuevo nombre que, en homenaje a Muddy Waters y siguiendo la línea de escaso esfuerzo imaginativo, no fue otro que The Rollin’ Stones.

Un flyer de los primeros conciertos de The Rolling Stones, con la variante original; como diría un conocido y estimado estacionario, «un incunable».

La expresión inglesa conocería una segunda vida cuando en 1965 Bob Dylan publicó “Like a rolling stone”, marcando su transición a un sonido eléctrico que no fue muy bien acogido por algunos de los puristas del folk; se trata probablemente de la controversia más estéril y exasperante que afectó a Dylan hasta que le concedieron el Nobel. No se puede saber con certeza si se trató de una sátira del círculo de Warhol ―algunos han señalado incluso, con poco o nulo fundamento, que estaba inspirada por Edie Sedgwick, la femme fatale de la Velvet Underground―, pero lo cierto es que por tal lo tomaron ellos; en puridad, pocas cosas habría de las que esa corte de narcisistas de The Factory no se considerase el epicentro. El éxito de la canción fue inmediato y, junto con la canción de Muddy Waters, terminó por decidir el nombre de una nueva publicación que vería la luz un par de años después, en 1967, y que acabaría convirtiéndose en uno de los anales de los nuevos movimientos culturales, la famosa revista Rolling Stone. Tratando de saldar su deuda y con todo el descaro del mundo la revista Rolling Stone, imagino que sin volverse para ver los ceños fruncidos, ha declarado en un par de ocasiones el “Like a rolling stone” de Dylan como “la mejor canción”.

Existe una infinidad de covers, incluida una algo curiosa de Mick Ronson, una de las “arañas de Marte”, y que contó con la colaboración de David Bowie. Sin embargo, probablemente la versión más conocida es, precisamente, esa otra, bastante sosa, de The Rolling Stones, que, según creo, apareció por primera vez en los directos de Stripped. De hecho, incluso hay un directo del ’98 en Argentina, musicalmente pésimo pero divertidísimo, en el que Bob Dylan canta riéndose ―probablemente la única persona a la que la situación le divierta más que a Ronnie Wood― algo parecido a su versión mientras Jagger lo mira de soslayo y trata de sincronizarse, pasando del terror al enojo.

Mucho más interesante, la grabación de Muddy Waters atrajo la atención de ese músico tan increíblemente dotado que se esfumó cuando Jimi Hendrix abusó por última vez de los barbitúricos. Primero grabó su “Catfish blues”, que serviría de base para dos de las piezas de un disco perfecto como es Electric Ladyland, el tercero y último de The Jimi Hendrix Experience y en el que, curiosamente, se incluyó una versión de Dylan, su “All along the watchtower”. Descendientes del “Catfish blues” son tanto su “Voodoo Child (slight return)”, una de sus canciones más conocidas, como “Voodoo Chile”, cuya grabación le precedió en un día ­―se escuchan las voces en el estudio― y que está mucho más apegada al blues. Una semana antes de que se publicara Electric Ladyland, la Jimi Hendrix Experience dio tres conciertos en la célebre Winterland Ballroom de San Francisco. Entre el material en directo que ha sido continuamente reditado y publicado se encuentra una interpretación del ‘Like a rolling stone’ que conscientemente recupera un sonido más blues y que, con esa rara virtud de todas las versiones de Hendrix o Cash, supera al original. No era la primera vez que se grababa ya que en el Montery Pop Festival de 1967 tocaron, de una manera algo distinta, también “Like a rolling Stone”.

Pasada ya la resaca sentimental de la visita a Madrid de lo que queda de los Rolling Stones, un viejo adagio cuyo pasado latino es invisible ahora es una excusa tan buena como otra para escuchar… a Muddy Waters o Jimi Hendrix.

Diego Corral Varela


Nebrija y el Humanismo Latino

Os enviamos información sobre las Jornadas «El Humanismo latino en el Studium de Salamanca: Nebrija y Europa», que tendrán lugar en la Facultad de filología de la Universidad de Salamanca, 23-24 de junio de 2022.

Organizan:

Dra. Da. María Adelaida ANDRÉS SANZ, Prof.a Titular de Filología Latina
Dr. D. David PANIAGUA, Prof. Titular de Filología Latina
Dra. Da. Carmen CODOÑER, Prof.a Emérita Honorífica

¿Qué le dirías al alumno con mejor nota en la Selectividad de Madrid, que quiere matricularse en Filología clásica?

Nos mandan la noticia, que ha sido publicada en agencias (Europa Press) y de la que se han hecho eco La Vanguardia y la Cadena Ser, Esperanza González y Emilio de Miguel. Se trata de Gabriel Plaza, que ha obtenido en el examen de la EvAU un 10. Su nota en Bachillerato es un 9.94, así que la media es 9,964. Podríamos hacer varios comentarios y estoy segura de que habrá tenido que escuchar cosas como «¡qué desperdicio!», quizá en su propio insituto, pero prefiero proponer un ejercicio a nuestros lectores: ¿qué le diríamos cada uno a Gabriel?

Susana González Marín

Presentación del buscador de paratextos de la Biblioteca de Ediciones de Clásicos Latinos en el Renacimiento (BEClaR)

Begoña Alonso Monedero nos envía la convocatoria de la presentación del buscador de paratextos de la Biblioteca de Ediciones de Clásicos Latinos en el Renacimiento (BEClaR), destinada a profundizar en el conocimiento de esta tradición impresa en los siglos XV y XVI. Tendrá lugar en el Salón de Actos de la Biblioteca Nacional de España el miércoles 22 a las 18.30. La entrada es libre hasta completar el aforo y además se retransmite en directo.

Reproducimos el texto que acompaña a la convocatoria:

«Las ediciones de los clásicos latinos impresas en el Renacimiento constituyen un fascinante patrimonio editorial de gran valor histórico, cultural y textual, en el cual convergen perspectivas de estudio tales como la historia del libro, la bibliografía material, la transmisión y crítica de la obras clásicas así como la recepción cultural del legado antiguo.

Entre los recursos desarrollados por BECLaR se encuentran las bases de datos en abierto sobre el acervo de ediciones impresas en talleres hispanos: del Corpus de Incunables de Clásicos Latinos en España (CICLE) y el Corpus de Ediciones de Clásicos Latinos en España (CECLE, cuya primera fase, 1501-1550, está disponible).

En este acto se presentará una nueva herramienta que enriquece sensiblemente el potencial de estas bases de datos: un buscador de paratextos, integrado dentro de CICLE y de CECLE. Su importancia reside en que los paratextos ofrecen información muy valiosa para reconstruir múltiples aspectos del contexto histórico y cultural de estas ediciones. Esta nueva herramienta permite conjugar diversos criterios de búsqueda con el fin de extraer información sobre una amplia tipología de paratextos de estas ediciones proporcionando indicios de primera mano de las formas de recuperación de la literatura clásica en el Humanismo y el Renacimiento.

El buscador de paratextos se ha desarrollado gracias al proyecto «Las ediciones de los clásicos latinos en el Renacimiento: tipología de los paratextos y su integración en la base de datos de BECLaR”, financiado por la Fundación BBVA a través del Programa Logos de ayudas a la investigación en Estudios Clásicos.

Participan en el acto: Mercedes Fernández Valladares (Catedrática UCM), Ana Moure Casas (Catedrática Emérita UCM), Laura Alba Juez (Vicerrectora de Internacionalización, UNED), Antonio Moreno Hernández (Catedrático de Filología Latina, UNED), Rosa Díaz Burillo (UNED), Irene Villarroel Fernández (UNED), Manuel Ayuso García (UNED), Rocío Giménez Zálvez (UNED): Elvira Rodríguez Martín (UNED), Adelaida Caro (BNE) y Rocío Blasco (BNE).

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