Safo y Renée Vivien

“Et je cherche et je regrette”.

Así es como reinterpeta Renée Vivien uno de los versos, quizá más bellos, de Safo: “καὶ ποθήω καὶ μάομαι…” (“y añoro y ansiosa busco…”). Si bien es cierto que no conocemos en qué contexto escribió esto Safo, sí podemos más o menos hacernos a la idea de qué era lo que pasaba por la vida de Renée.

Tras marchar de su casa en Londres haciendo uso de la herencia de su padre en 1901, Pauline Mary Tarn renace como René Vivien, aunque añadiría una segunda “e” tres poemarios más tarde. Es la Dama de las Violetas, epíteto que es promesa a su primer amor, fallecido ese mismo año: Violet Shillito. La poesía de Renée se caracteriza por la pulsión romántica entre la violencia interna y la delicadeza. Joven, ansiosa de recorrer y conocer mundo, sin escrúpulos ni temor a probar nada que envenenara su cuerpo, Vivien se asimila al París bohemio que todavía conservaba retazos del fin de siglo, especialmente a lo que es la esfera lésbica y protofeminista del momento. Ensalzando su propia sexualidad y cantándola por doquier, se convierte en sacerdotisa de Safo, igual que lo fuera esta de Afrodita. No le avergüenza mostrar su amor, pasearse con sus amantes femeninas por las calles o los salones. Hélène de Zulyen le proporcionaría la necesaria estabilidad emocional y económica en su vida, y Kérime Turkham Pasha el exotismo y orientalismo que le apasionaban, junto con la simbología propia que recogería la tradición de Safo: el uso de las violetas, como las que colocaría en el lugar de su corazón en su último intento de suicido. Si Pierre Louÿs escribió una Safo para un público masculino, Renée la abrazaría por completo, reclamándola por completo a su esfera/para su espacio, el territorio de lo femenino.

La búsqueda de algo que se ha perdido y ya no se puede encontrar, el amor con un afectuoso remordimiento, la búsqueda de un deseo inalcanzable, la añoranza envenenada, forman parte de las sensaciones que Vivien suele reproducir en sus poemas, aunque con un elemento más tóxico, más desesperado, en su última etapa: tras ser abandonada por Kérime y Zulyen con apenas un año de diferencia, y después de su último viaje a Japón y Hawaii, Vivien se encuentra sola, desgastada, enferma. La poca cordura que había conseguido mantener desaparece, maltratando su cuerpo y abusando de alcohol y drogas hasta el extremo. Es en esta última etapa en la que situamos la reinterpretación del fragmento 36, en el poemario Sillages, “Estelas”. La enfermedad y el cansancio psíquico que había estado acumulando la arrastrarían a ese suicidio con zumo de láudano ya mencionado, que, en vez de a la muerte, solo la llevaría a una desesperación aún mayor y marcaría el final de su vida como poetisa.

No solo la codificadora de la Safo moderna, sino una reencarnación oscura y turbulenta, Renée Vivien no moriría creando un impacto, de manera romántica y rodeada de musas, sino por la lenta agonía de la neumonía.

Pequeño poema erótico

Y yo lamento, y busco tu dulce beso.
¿Qué mujer sabría deleitarme y apaciguarme?
¿Cuál traería antiguas voluptuosidades
Sobre los labios sin maquillaje y semejantes?
Yo sé que tú mentías, tu risa sonaba cruel.
Pero tu beso fue lento, estrecho y delicioso
Se retardaba, y ese beso alcanzaba el alma,
Porque tú eras a la vez la serpiente y la mujer.
Pero recuerda la forma en que te amaba…
¿Acaso yo no soy nada para tu carne? Si jamás
Tañes mi nombre en el instante de mi defensa
Recuerda ese grito seguido de un gran silencio.
Ya no sé amar los bellos cantos ni los lirios,
Y mi casa me parece un gran mausoleo.
Yo, que quisiera cantar, permanezco muda.
Deseo y busco y sobre todo lamento.

(Sillages, 1908)

 

Paula Pavón Rodríguez

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