Paula Bonet ilustra las Heroidas

En efecto, una traducción de las Heroidas de Ovidio realizada por Adriana Beltrán del Río e ilustrada por Paula Bonet ha salido a la calle la semana pasada (Ovidio, Cartas de las Heroinas, ed. Catedral, prólogo de Marta Sanz, 20.90). A la espera de verla en directo os dejamos aquí este enlace a la presentación de la obra que la ilustradora ha colgado en su página de Instagram. Agradecemos la noticia a Bartomeu Obrador y Diego Corral.

La mirada de Briseida

La novela The Silence of the Girls, de Pat Barker (Penguin Books, London 2018), traducida al español, El silencio de las mujeres, y publicada por la editorial Siruela en 2019, fue calificada por el diario The Guardian como una narración feminista de la Ilíada, y por la prestigiosa helenista E. Hall como la mejor novela basada en la Ilíada que se ha escrito en lo que va de siglo. Haremos unas consideraciones a partir de estos asertos.

            Una vez capturada la ciudad  de Lirnessos,  sus mujeres, prisioneras de guerra, son convertidas en esclavas de los vencedores tras un reparto del botín en el que participa todo el ejército. Las jerarquías se observan tanto en el ejército vencedor como entre las vencidas: las princesas suelen corresponder a los príncipes de los aqueos. La captura de las ciudades, empezando por la Iliou Persis, era uno de los elementos persistentes en la épica, la tragedia, la historia  y la retórica antiguas; el reparto como botín de las mujeres de los vencidos es objeto de varias tragedias de Eurípides. En esta novela asistimos desde el principio a la captura de Lirnessos, que anticipa la de Troya, siendo la novedad el punto de vista narrativo colocado en una mujer. Briseida es una  princesa que conoce perfectamente que su destino, si sobrevive,  es ser reducida a esclava, alguien sin derechos, una cosa, alguien en cuyo mundo reinan la arbitrariedad y el azar más absolutos. No tiene futuro, no puede esperar nada, no debe.

            No es la primera vez que la esclavitud de la mujer adquiere expresión propia. Ya en Atenas, en los siglos V y IV, los poetas trágicos se acostumbraron a relatar los acontecimientos heroicos concediendo la palabra a las mujeres que los sufrieron. Hécuba, Polixena, Andrómaca, Casandra, antaño reinas y princesas convertidas ahora en esclavas de los príncipes vencedores, dejan de ser  solo «daños colaterales» para adquirir en Eurípides la expresión elocuente de sus penas como derrotadas y esposas forzadas de los asesinos de sus esposos.

            En The Silence of the Girls el punto de vista de Briseida da forma a la primera parte del relato, que es para mí la más brillante y novedosa, sin que esto vaya en detrimento de las otras. La brillantez se origina a partir de la claridad con que se tienen en cuenta las determinaciones que llenan la perspectiva del personaje: es una princesa que ve matar a sus hermanos por el héroe al que todos admiran y que todos conocemos por la literatura y la cultura en que hemos sido educados. La princesa ve en Aquiles al asesino que en realidad está dentro del héroe, y el azar del reparto del botín guerrero le depara el convivir con él como su esclava, alguien de su exclusiva propiedad. La concreción y el buen pulso a la hora de seleccionar sensaciones nos presenta a una mujer sensata y sensible que ve en detalle lo que está pasando: los asesinatos perpetrados por los vencedores, las violaciones de las víctimas, los gritos y soeces palabras de los guerreros, el carácter sistemático del acopio del botín por unos profesionales del saqueo. La mujer, ya antes, pero sobre todo después de ver esto,  es bien consciente que ha sido rebajada al estatus de cosa.

            Al escoger el género novela, Barker comunica a su obra una vívida representación de cada episodio y un desarrollo sostenido. La perspectiva puesta  en una mujer, cuyo estatus y circunstancias en seguida conocemos, supone un despliegue de valores femeninos, por ejemplo,  la imagen doméstica de un campamento en guerra. Vemos los interiores que soportan y mantienen la exterioridad de la guerra: se concretan en las labores del telar y otros oficios aún más humildes como fregar, cocinar, acarrear agua y asistir como doncellas al guerrero que regresa de los trabajos bélicos o como concubinas atentas al menor capricho de su dueño. También, ocasionalmente, ayudan cuidando heridos, convertidas en una especie de enfermeras a cuyo frente está Macaón.  Son estas humildes labores las que les permiten a las mujeres estar dentro de las grandes escenas de la épica homérica. Son las criadas, las siervas que traen vino y comida a unos hombres que hacen tratos, trazan planes, refuerzan su camaradería, fanfarronean, ríen, disputan. El mundo que se desenvuelve ante los lectores va creciendo no desde la voz del poeta, sino desde la mente de Briseida, pero las cosas que pasan son las mismas que desde hace treinta siglos nos viene  ofreciendo la tradición épica. Vemos a Crises, se insiste en su aspecto cansado y viejo, oímos a Agamenón despreciarlo y expulsarlo del campamento en  triste despedida. Pero cuando el sacerdote ora al dios Apolo llamándolo  señor de los ratones, Esmintio, jamás nos imaginamos la conversión del dios del arco de plata, del que hiere de lejos, del dios de la plaga, en señor de una asquerosa plaga de ratones.

            La plaga del comienzo de la Ilíada, la epidemia provocada por un conflicto de vanidades -ya lo dijo Horacio, cuando los príncipes riñen lo pagan los Aqueos- y que causará infinidad de muertes en los hombres del ejército, adquiere una vividez extraordinaria cuando los ojos de Briseida notan persistentemente la presencia de las ratas en el campamento. Sí que recordamos a Camus, naturalmente, pero vemos apropiado e imaginativo que estas mujeres que se ocupan de los menesteres más humildes, también estén pendientes de las montañas de basura que se acumulan entre las tiendas de los vencedores y sean las primeras en percibir el pulular de las ratas en número creciente. Reducir, como hace Pat Barker, las flechas de Apolo a las terribles ratas, es pasar desde los valores épicos de los dioses Olímpicos al sucio mundo de los vencidos, puro desperdicio. Homero, tan natural, sin embargo no podía caer en el naturalismo, esa fase intensificada del realismo novelesco, que en este relato que aprovecha tantas cosas de él, viene traído, naturalmente, de la mano de una mujer esclava que ve las cosas a ras de suelo, como las ven las humildes y vencidas, las mujeres derrotadas. La escala del mundo épico se ajusta, se afina y se altera cuando las mujeres esclavas ofrecen su visión de la suciedad que esconde el interior del campamento aqueo.

            La relación intertextual con Homero orienta los principales episodios de la novela, que en realidad se reducen a unas pocas escenas: el conflicto de vanidades, la cólera, la peste, el implacable avance troyano que es visto desde la cabaña-hospital del médico Macaón, la  devolución de la esclava, los intentos de reconciliación, las dudas de Patroclo, la muerte de Patroclo, la muerte de Héctor, la visita de Príamo y la devolución del cadáver de su hijo, la muerte de Aquiles, la (breve) toma de Troya, las troyanas prisioneras, Polixena.

            La Ilíada de Homero era el texto magistral de la cultura griega, en cuyo seno fue transmitido ininterrumpidamente desde el s. VIII a. C. Los textos magistrales, como ocurre también con la Biblia, nunca pueden permanecer en su forma prístina, sino que sufren continuas reediciones, comentarios, discusiones, readaptaciones, traducciones, exégesis, etc., que son necesarias para adaptar sus valores originarios a otros públicos diferentes de aquellos para los que había sido originariamente concebido. Aquella famosa Guerra de Troya contenía tanta información, tantas historias, tantos personajes, y tantos puntos de vista (hombres y dioses, héroes y gentes del común, hombres y mujeres nobles, griegos y extranjeros, vencedores y vencidos, libres y esclavos), que necesariamente habían de ser desarrollados a medida que nuevos públicos (Atenas, Alejandría, otras ciudades griegas, ciudades itálicas, Roma), provistos de otros valores e incluso de otros dioses, se incorporaban a la audición de la Ilíada, o, mejor dicho, a las numerosas obras que forman su secuela. La Ilíada sufre un proceso de poda.  Se elimina lo que no sirve, se transforma lo que sirve a medias, se adapta todo lo que se puede, se buscan formas nuevas que no podían estar en el original porque fueron inventadas más tarde para adaptarse a contenidos nuevos.

            Una pregunta de estudioso es hasta qué punto interesa al lector de esta novela la intertextualidad con Homero, y una respuesta automática es que al lector actual  la obra le es accesible sin haber leído a Homero y sin saber nada de lo que él ha contado antes. El placer de la novela no reside en el placer del reconocimiento, aunque el que reconoce esta visión de los grandes personajes desde abajo, desde el interior doméstico, desde las charlas de las mujeres, desde las obscenas chanzas de las esclavas: «la vía trasera», no puede por menos que  gozar con la diferencia. Como Virgilio corta la acción de la Ilíada seleccionando el ataque al campamento, la muerte en combate del amigo del héroe, su entierro y la posterior venganza de Eneas, Pat Barker ha reducido la acción de la Ilíada a unos cuantos episodios significativos y los ha reelaborado desde otro centro de valores, diferentes de los épicos. Pero la autora ha tenido gran interés en no salirse nunca de la falsilla homérica, supongo que guiada no por un afán de rivalidad o de imitación, sino por un reconocimiento de la insuperable tensión que el aedo ha sabido comunicar a sus principales acontecimientos. Es como si no quisiera perder el tono, como si Homero le diera el tono, como si comunicara una dignidad a la narración y provocara un alejamiento de la trivialidad de la libre invención de algunos acontecimientos. La selección de lo que narra, aparte de la forma en que lo hace, muestra el buen pulso de la autora, tan segura en lo que elige desarrollar como en lo que omite.

            El objetivo de Barker es narrar desde valores contemporáneos, y su gran reto consiste en hacernos ver de una manera novelística lo que sabemos de una mujer del siglo VIII a.C. que ha sido reducida a la esclavitud. Si la novela, hablando en general,  es una forma literaria más compatible con los valores de la «realidad» que la forma épica, con menos dioses, menos punto de vista omnisciente, más relativismo en  los variados enfoques de lo que pasa, etc.,  los actuales estudios sobre el «silencio de las mujeres» nos han aportado una gran cantidad de material histórico, sociológico y psicológico con el que poder contemplar la tradición occidental desde la perspectiva del «otro». En nuestro caso, se trata de sumar la forma novelesca y los estudios sobre mujeres. El problema novelístico supongo que consistía en lograr una perspectiva de mujer que resultara creíble sin desmentir lo que nos dicen las actuales investigaciones. La forma, además tenía que ser efectiva y brillante, capaz de  parangonarse, nada menos, con la de la obra homérica, que fue la fundadora de la masculinidad occidental basándola en la guerra y en los valores guerreros.

            Como cabe esperar, Barker desacraliza el mundo de la Ilíada privándolo de sus pintorescos dioses. La relación de Aquiles con su madre, algo indispensable para entender al personaje visto por los ojos de la mujer que comparte (algo de) su vida, es retratada poniendo de manifiesto  una aguda sensación de carencia y de vacío por parte del hijo de la diosa. Es bien cierto que, en la Eneida por ejemplo, ya Eneas se queja con amargura de la falta del pábulo del cariño en su relación con Venus, pero aquí la autora da un paso más propio de la sensibilidad actual. Briseida huele como la madre de Aquiles, el sabor de su cuerpo es marino, Barker se atreve a imaginar una relación física con Aquiles, a la altura de nuestra propia época, sin trivializar la figura del héroe gracias a la adecuada perspectiva que coloca en la mujer que narra.

            Es la cierta sobriedad y reticencia en la visión de la mujer quizás el rasgo más logrado de la obra. No hay nunca una explosión de amor entre el dueño y la esclava, las palabras de Aquiles a Briseida llenarían apenas dos páginas, las efusiones físicas no son largas ni detalladas en exceso y se evitan siempre los detalles sentimentales. No es una novela popular, no es una novela histórica en la que los personajes del siglo VIII a.C., viven la sexualidad como nosotros, ni siquiera la sexualidad destaca como una de las metas de la novela.

            Tampoco, como  Ovidio, en sus cartas de las Heroínas,  el sentimiento amoroso lleva a Briseida a aceptar y a suavizar el yugo de la esclavitud sustituyéndolo por el yugo del amor. La primitiva esclavitud de las prisioneras de guerra, cuya dureza Eurípides no disimula, no es sustituido por el seruitium amoris, la esclavitud amorosa. Las lágrimas de odio de Briseida y su anhelo de venganza no se convierten en la novela de Barker en los dulces llantos del amor propios de la elegía.

            Se trata de exponer los sentimientos complejos de una mujer prisionera que está obligada a convivir con el asesino de toda su familia. Se trata de ver a ese asesino en consonancia con lo que ha sido para la mujer y no con la tradición occidental que lo ha convertido en figura sublime. Se trata de reescribir sus virtudes y defectos, de acuerdo con la tradición homérica, pero también con lo que sabemos ahora que debía sentir una mujer esclava de entonces. Una esclava que había sido princesa y que había sido educada en una etiqueta cortesana que ahora despliega en los barracones de las mujeres prisioneras. Barker tenía que hacer creíble las partes decisivas de la Ilíada desde la perspectiva de Briseida y para ello tenía que presentar a Aquiles, Agamenón, Patroclo, Néstor, Ulises o Áyax, sin desmentir el heroísmo en que Homero los había institucionalizado, pero añadiéndoles muchas cosas nuevas, las que aportaba esta mujer (y otras como ella) que conocían unas interioridades que Homero no se iba a rebajar nunca a narrar. Además de su obligación de ver a los otros, Barker debía hacer a Briseida que se viera a sí misma, debía poner al personaje en evolución, debía exponernos las tremendas inseguridades derivadas de su condición social, pero también tenía que convertirla en un personaje vivo que no sólo estuviera dotado de sentimientos, amistosos u hostiles,  hacia las sacralizadas figuras de la saga homérica, sino sobre todo hacia sí misma. Briseida tenía que saber cuánto apreciaba a Patroclo o si en su aborrecimiento a Aquiles por sus brutalidades en la guerra y en el trato cotidiano, no se ocultaba también una no confesada admiración por algunos rasgos de finura y nobleza.

            Finura de sentimientos, nobleza de estilo, riqueza de pensamientos, que añaden algo significativo, incredibile dictu, a la saga homérica. Decía Virgilio (según sus biógrafos) que resultaba más difícil robarle un verso a Homero que robarle a Hércules la clava. Barker no roba, no creo que fuera esa su intención, pero es indudable que suma y añade. A los clásicos hay que moverlos. Y hay que cambiarles (sin trivializarlos) la mirada heroica. Barker ha conseguido que Briseida nos devuelva algo muy diferente a la mirada de Homero.

José Carlos Fernández Corte

Rebusca entre las numerosísimas imágenes que ilustran las obras de Ovidio: Ovidius pictus

Nos llega por varias vías (entre ellas José Carlos Fernández Corte y el Mercurio Salmantino) la noticia de la inauguración de una nueva web, fruto del trabajo realizado en varios proyectos de investigación desarrollados desde el año 2007 y encabezados por Fátima Díez Platas (Dpto. de Historia del Arte. Universidad de Santiago de Compostela): la Biblioteca Digital Ovidiana. Los proyectos han perseguido la recopilación, estudio y digitalización de todos los ejemplares de las ediciones ilustradas de las obras ovidianas, impresas entre los siglos XV y XIX, que se encuentran en las bibliotecas españolas públicas y privadas, y la creación de una base de datos de estas ilustraciones. Además, dentro de esta página se aloja un blog, Ovidius pictus, sobre los libros y las bibliotecas que los contienen. Lee aquí su primera entrada: Ovidio en la biblioteca más antigua de Galicia. Damos la enhorabuena a esta iniciativa que sin duda utilizaremos muy frecuentemente y les deseamos la mejor suerte.

Susana González Marín

El confinamiento y Ovidio

En la serie inacabable de ejemplos diversos que los periódicos nos ofrecen de situaciones similares a la de confinamiento que vivimos, Jacinto Antón publicó en el País el viernes pasado (24/04/2020) un artículo sobre el destierro de Ovidio: El exilio más cruel y triste para el poeta romano más mundano. La visión que arroja es un tanto superficial, pero al fin y al cabo responde a la idea general que la gente tiene del poeta. Si te apetece recuperar la poesía triste de Ovidio en una versión distinta, la de Maite Jiménez, lee la entrada de Grand Tour Distancia social.

Abril, el mes consagrado a Afrodita

Abril es el mes de la primavera por definición, donde las flores crecen, el sol relumbra y las lluvias cubren con generosidad el campo, que acrecienta su verdor y valor.

Según el Etymological Dictionary of Latin and the other Italic Languages (2008) de Michiel de Vaan, Aprilis “April”, es posible que esté formado con ab, *ap(e)rilis ‘el próximo, el siguiente’. Podría reflejar la misma  preforma *aperi- (apertura’) que se propone para apricus. El sufijo -ilis podría ser analógico a los meses quinto y sexto del calendario romano (Quintilis y Sextilis, respectivamente), lo que lo convertiría también en un adjetivo sustantivado.

Pero este mes, para los romanos, está consagrado a la diosa Venus, y de ahí también la probable procedencia de Afrodita. Esta etimología, que aparece ya en Varrón, la encontramos también en Isidoro, Etym. V, 33: [7] Aprilis pro Venere dicitur, quasi Aphrodis; Graece enim AFRODITE Venus dicitur; vel quia hoc mense omnia aperiuntur in florem, quasi Aperilis. «El mes de abril se dice por Venus, igual que Afrodita; pues Venus se dice Afrodita en la lengua griega; o bien porque en este mes todo se abre en flor, como aperilis.

Afrodita o Venus, diosa del deseo y del amor, nació de la espuma del mar, arquetipo de la fuerza vital y de los nuevos inicios.

El poeta Ovidio habló del calendario romano y de los orígenes de los meses del año en su obra Fastos. Mediante la lectura de estos versos, podemos darnos cuenta de lo que la diosa Venus significa, como iniciadora de la primavera, por un lado, y como diosa que trama ardides de índole amorosa.

«[…] Pero yo adivino que el mes de Venus recibió su denominación de la lengua griega; la diosa fue llamada en base a la espuma del mar. […]

[…] Pues, dado que la primavera abre entonces todo y cede la intensa aspereza del frío y la tierra fecunda se abre, dicen que se llamó abril por la estación abierta, mes que reivindica la nutricia Venus, poniendo su mano en él. […]

[…]  Ella dio sus orígenes a los sembrados y a los árboles; ella condujo a la unión el carácter selvático de los hombres y enseñó a cada cual a juntarse con su pareja. […]

[…] Y ningún tiempo era más apropiado para Venus que la primavera. En primavera relucen las tierras, en primavera está el campo blando; ahora rompen la tierra y levantan sus guías las plantas, ahora brotan las yemas de la vid en la corteza hinchada. Y la hermosa Venus es digna de una estación hermosa, y como suele hacerlo, acompaña a su querido Marte. En primavera aconseja a los bajeles curvilíneos surcar los mares de que ella nació y dejar de temer ya las amenazas del invierno. […]»

Ovidio, Fastos IV, 61-64; 88-91; 96-98; 125-134. Trad.: Bartolomé Segura Ramos.

En suma, este es un mes propicio para el renacimiento y la renovación, es la antesala al verano.  Las flores que se abren en primavera, son símbolo de juventud. Para muchos poetas la juventud y la primavera significan lo mismo, alegóricamente.

Elena Villarroel Rodríguez

Un ejemplar especial de las Metamorfosis de Ovidio (absténganse los estómagos sensibles)

Nos envía Diego Corral un enlace para comprobar que las librerías, desesperadas en estos tiempos obligados de confinamiento, recurren a estrategias efectistas para atraer nuestra atención. Es el caso de La mar de libros.Screenshot_2020-04-08 Fwd Libros encuadernados en piel humana - sana usal es - Correo de Universidad de SalamancaSi pinchas en el enlace, te remite a la siguiente pantalla:Screenshot_2020-04-08 458 pdf

Y si pinchas en Más información, te reconduce a  un pdf informativo sobre libros encuadernados en piel humana. o, por decirlo con un término técnico, a la bibliopegia antropodérmica.

Bien, pues entre ellos, si tienes estómago para leerlo, comprobarás que en Countway Library’s Center for the History of Medicine de Harvard hay un ejemplar (Lyon 1597) que contiene una traducción al francés de Las Metamorfosis de Ovidio encuadernado en piel humana.

Manuela Carmena y el fingimiento del orgasmo femenino en Ovidio

Unos días después del 8-M, el programa Quatre Gats de la Televisió de Catalunya (TV3) emitió un programa dedicado a la mujer en la política, un ámbito en el que el techo de cristal más ha actuado tradicionalmente. El programa se centra en tres mujeres que han alcanzado el cargo de máxima responsabilidad en su ámbito: Manuela Carmena (exalcaldesa de Madrid), Uxue Barkos (expresidenta de Navarra) y Teresa Rodríguez (líder de Podemos en Andalucía). En un determinado momento, la primera de ellas, Manuela Carmena habla de cómo la sexualidad siempre ha sido algo tratado desde una perspectiva únicamente masculina y, para ejemplificar su argumentación, comenta que hay unos versos del Ars Amatoria de Ovidio (III 793-803) en los que se recomienda a la mujer que, en caso de no hacerlo espontáneamente, finja tener un orgasmo en el coito para satisfacer al hombre. El video completo puede encontrarse en este enlace (para la cita de Ovidio, véase a partir del minuto 45:00). Los versos a los que hace referencia son los que siguen:

Sentiat ex imis venerem resoluta medullis
     Femina, et ex aequo res iuvet illa duos.
Nec blandae voces iucundaque murmura cessent,
     Nec taceant mediis improba verba iocis.
Tu quoque, cui veneris sensum natura negavit,
     Dulcia mendaci gaudia finge sono.
Infelix, cui torpet hebes locus ille, puella,
     Quo pariter debent femina virque frui.
Tantum, cum finges, ne sis manifesta, caveto:
     Effice per motum luminaque ipsa fidem.
Quam iuvet, et voces et anhelitus arguat oris.

“Sienta el amoroso deleite en lo hondo de sus entrañas la mujer entregada, y que la cosa esa les dé gusto a los dos por igual. No paren quejidos tiernos y susurros gozosos, no queden sin pronunciar frases descaradas en medio de los retozos. También tú, a la que naturaleza negó sentir el amoroso deleite, aparenta dulces gozos con engañosos sones. ¡Pobre la mujer que tiene fría y embotada la parte esa donde a la par deben hembra y varón hallar disfrute! Eso sí, al aparentar, debes procurar no delatarte: inspira con tus meneos y con los ojos incluso confianza. El gusto que sientes demuéstrenlo en tu boca quejidos y jadeos.” (Traducción de Francisco Socas para Alma Mater, 1995).

Bartomeu Obrador Cursach

Bernini, Klimt y Scorsese: Apolo y Dafne

La Filología Clásica es una de las disciplinas menos valoradas por nuestra sociedad actualmente. Apenas es tenida en cuenta y los que nos dedicamos, o queremos dedicarnos a ella, lo sufrimos. No obstante, a pesar de todo, seguimos descubriendo referencias día tras día, obra tras obra, hacia lo clásico; ya no sólo en marcas comerciales o en la literatura, sino que también lo encontramos en el cine, es un recurso inagotable para las producciones de Hollywood: todos conocemos la “famosa” película de Troya con un Brad Pitt encarnando al héroe Aquiles, o alguna de las versiones realizadas a partir de la obra de Homero, la Odisea. Todos estos son ejemplos claros de la apropiación clásica.

Pero también encontramos una serie de ejemplos, en muchas ocasiones velados, que evocan o hacen referencia a algún momento de la antigüedad clásica, inspirados en los grandes autores latinos o griegos. En esta entrada vamos a hablar del mito de Apolo y Dafne, que aparece en las Metamorfosis de Ovidio, y su pervivencia artística.

A modo de breve resumen, esta historia cuenta con Apolo y Dafne como protagonistas. Apolo, maldecido por Eros, recibe un flechazo áureo por el que se enamora de Dafne, mientras que ella recibe otro flechazo, de plomo en este caso, que le provoca un odio desmesurado hacia la figura de Apolo. Dafne, incitada por su padre a contraer matrimonio, siempre se había mantenido reacia a él y prefiería las artes cinegéticas en honor a la diosa Artemisa, a quien rendía culto. En un arrebato incontrolable de pasión, Apolo comienza una persecución por el bosque. En cambio, Dafne, aterrorizada, escapando del dios y a punto de ser apresada, decide invocar a su padre, pidiéndole que le permita conservar su virginidad, tras lo que su piel comenzó a volverse corteza, sus brazos ramas y sus cabellos hojas de laurel, culminando su transformación en laurel. Tras este hecho, Apolo juró amarla por siempre y rendir culto a ese árbol, de modo que todo aquel que resultase vencedor o campeón llevaría esas hojas como símbolo de grandeza.

Llegados a este punto, nos viene a la mente la sublime imagen que Bernini, entre 1622 y 1625, proyectó en mármol “dando vida” al momento exacto en el que Apolo ha alcanzado a Dafne y ésta se está convirtiendo en laurel.Bernini

Esta imagen, y por ende este mito, ha servido de inspiración en algunas manifestaciones artísticas mucho más actuales, prácticamente contemporáneas. La obra a la que nos referimos es la de El beso de Gustav Klimt,  realizada a principios del siglo XX y que pertenece al canon del simbolismo; actualmente reside en el Palacio de Belvedere, en Viena. Esta obra representa el momento exacto en el que Apolo está besando a Dafne y ella está a punto de convertirse en laurel. Algunos estudiosos del arte y del autor manifiestan que el cuadro se complementaría con otro lienzo donde se ve ya la conversión en laurel. La obra a la que nos referimos es un friso situado en uno de los comedores del Palacio de Stoclet.

Klimt 1

Dos imágenes que se retroalimentan mutuamente y que conforman el mito contado por Ovidio en sus Metamorfosis.

Klimt2

No obstante, también encontramos una representación artística de este cuadro, y por lo tanto del mito, en el cine. Se trata de Shutter Island (Martin Scorsese, 2010), película protagonizada por Leonardo Di Caprio, quien da vida a un policía al que le han asignado un caso en un psiquiátrico situado en una isla, donde la trama cada vez se complica más por lo retorcido de la historia. El propio protagonista nos presenta mediante flashbacks escenas de su vida para que podamos conocer mucho mejor al personaje, atormentado y lleno de zozobra por un terrible suceso que ha agitado y sacudido su vida, el asesinato de su mujer e hijos. Dentro de esos flashbacks que se nos muestran en forma de pesadillas, llega un momento en el que Di Caprio imagina una escena idílica de amor junto a la que fue su esposa en el salón de su antigua casa, donde la música suena y bailan abrazados. Tras el baile llega la representación de la escena del beso de Klimt y la figura de Bernini mediante un abrazo y un beso cómplices, seguidos por la desaparición de ella convirtiéndose en ceniza, símbolo de su muerte. Por lo tanto, tenemos aquí una interpretación actualizada del mito de Ovidio en una superproducción de Hollywood donde, en vez de convertirse en laurel, se convierte en ceniza, pero su sentido será el mismo, la privación del amor y la separación de ambos, la transformación de una y el tormento de otro.

Leonardo di caprio

Ésta es una de las innumerables representaciones artísticas e iconográficas de nuestra cultura actual, heredera de Grecia y de Roma, que siguen más vivas que nunca.

Rubén Díaz Nieto

Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer

La violencia contra la mujer es una lacra muy antigua, como se puede comprobar leyendo a los clásicos. Sí, en efecto, hoy ninguna mujer querría vivir en la Atenas de época clásica ni en la Roma de Augusto (es probable que tampoco ningún hombre; sin embargo, los hombres podían tener más o menos suerte, pero ninguna mujer, por muy afortunada que fuera en el reparto de riqueza y status social, la tenía. Lee Mujeres y poder de Mary Beard.)

A este respecto, las discutidísimas obras de Ovidio, entre otras las Metamorfosis, consideradas por algunos «un manual de la violación», han dado pie a una saludable polémica académica que demuestra la complejidad de su recepción y la riqueza del texto, un ejemplo excelente de cómo la interpretación de los clásicos no puede reducirse a su idealización ni puede pasar por alto la alteridad del mundo antiguo. A este respecto también encontramos posiciones extremas, desde los que consideran que la obra debería censurarse o ser apartada del canon a los que, desde posiciones ultraderechistas, recurren a los clásicos como  soporte de sus peligrosas ideas acerca de la mujer. (Aconsejamos la lectura de Donna Zuckerberg, Not All Dead White Men: Classics and Misogyny in the Digital Age, Harvard University Press, 2018, sobre este tipo de prácticas en las redes sociales estadounidenses)

Pero, como prueba de que no todo es tan sencillo, nos despedimos con este verso que Ovidio dirige a los maridos (Amores 3, 4, 7): nec corpus servare potes, licet omnia claudas («No puedes vigilar su cuerpo, aunque cierres todas las entradas»)

Susana González Marín

Nuevas Heroidas en el IES Maestro Haedo

Rodrigo Río nos informa de que en el IES Maestro Haedo de Zamora la profesora Rosa Arribas ha propuesto a sus alumnos de Cultura Clásica de 4º de E.S.O. la redacción de cartas según el modelo de la Heroidas de Ovidio. Mostramos aquí tres de ellas seleccionadas del conjunto; felicitamos a profesora y alumnos y agradecemos a Rodrigo su envío.

I

Llegarás, lo sé

Luna Manzano Alzate

Son ya seis años, seis largos años sin ti, sin tus besos y caricias cada mañana a la salida del alba, sin tus susurros bajo todos y cada uno de los catasterismos que contienen cielo y tierra e historias tan bonitas como la nuestra.

Ulises, cuando te fuiste te llevaste mis sonrisas e ilusiones, las mismas que he tenido que crear para Telémaco.

¿Sabes? Te echa de menos, casi tanto como yo, va vagando por Ítaca y ha perdido la ilusión y la vida que le caracterizaba. Pero creo y sueño con que estaremos bien, y seguiremos adelante, tal y como te prometí.

Es mucha la gente que me dice que te olvide, que seguramente ya habrás cruzado la laguna Estigia y que ya no volverás, que me case y pase página. Pero me niego, te prometí amor eterno y eso precisamente te voy a dar. Mientras tanto, tejo todo el día. Todo lo que sale de mis manos y se plasma en la obra tiene que ver contigo, con  nuestras historias. Y, tan solo cuando termine, prometí olvidarte y casarme, pero todo lo que tejo durante el día lo destejo en la noche porque me niego a hacerlo.

Sueño con que vuelvas, con que vuelvas a abrazarme y hacerme sentir querida, y espero que sea pronto, mientras tanto te espero aquí tejiendo, tejiéndote y tejiéndome, para no olvidarte y para no olvidarme a mí en el camino.

Y recuerda, te espero, siempre te esperaría…

                                                    Con amor, tu esposa,

                                                                                                          Penélope.

 

II.

De Ulises a Penélope

Malena Castronuño Ganado

Mi querida Penélope:

Hace ya muchos años de mi partida, durante los cuales he tenido que librar una guerra sangrienta y dolorosa. Todo este tiempo he pensado en ti y he intentado ponerme en contacto contigo, pero me ha sido imposible. Siempre surgían obstáculos que me lo impedían. Las guerras son impredecibles y cada día que pasaba era diferente al anterior. He tenido que librar muchas batallas para sobrevivir, lo cual no me ha sido fácil. Todos los días tenía que luchar con la seducción de la maga Circe, la ninfa Calipso o la princesa Nausícaa. Solo sé que no hay quien se interponga en nuestro amor, eres la única a la que siempre he amado y a la que amaré.

Espero que me estés esperando aún, tras estos largos años. Estoy luchando porveros a ti y a nuestro hijo sanos y salvos. Con todo mi amor,

Ulises

 

III.

DE HÉCTOR A ANDRÓMACA

Estela Álvarez Sebastián        

Querida mujer,

En tiempos de guerra los hombres mueren en el campo de batalla mientras que vosotras, cuidando de nuestros hijos, lloráis y esperáis con angustia nuestra llegada. Es algo que yo, general del ejército troyano, no puedo cambiar para quedarme a tu lado, como pides.

Escribo esta carta, ya que cuando tú despiertes yo ya estaré esperando al heleno Aquiles fuera de nuestras fuertes murallas. Sabes que todo esto es por un error, el error de matar el hombre más querido por Aquiles. El error que jamás perdonará y que sé que me costará la vida.

Tal día como hoy rezo al grandioso Apolo por nuestro hijo, para que crezca sano y fuerte, para que se convierta en el mejor soldado troyano jamás visto, para que todos los aqueos tiemblen al escuchar su nombre y para que las mujeres y niños lo comparen con el mismísimo Ares.

Ahora, con lágrimas en los ojos, solo me queda decirte que te he amado siempre. Desde que el sol aparece en todo lo alto hasta que desparece detrás de la muralla. Te amaré hasta que las Parcas decidan cortar tu hilo de la vida, hasta que Caronte te guíe por la laguna Estigia hasta mis brazos para estar juntos por toda la eternidad. Solo pido que los dioses escuchen mis plegarias y esto ocurra pronto para poder volver a ver tu dulce cara.

                                                                                                Héctor

 

 

 

 

 

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