Cortázar es considerado uno de los grandes escritores del siglo XX. Toda su obra, sobre todo Rayuela, es mundialmente conocida por su originalidad y fantasía, con ese toque de realidad y contemporaneidad que tanto caracteriza al autor. Centrándonos en la influencia clásica, es, sobre todo, en sus cuentos, al igual que en los de Borges, donde esta se manifiesta de manera más evidente.
Julio Cortázar, argentino, nacido en Bruselas en 1914, vivió en Argentina hasta 1951 y, a partir de entonces, se instaló en París.
Obtuvo el grado de profesor y desempeñó esta actividad en provincias de su país y, posteriormente, en una cátedra universitaria en Mendoza. Durante muchos años se ganó la vida como traductor para organismos internacionales y llevó a cabo, para diversos editores, versiones magistrales del francés y del inglés. Formó parte del Tribunal Russell, y los problemas político-sociales del continente americano no solo eran una de sus máximas preocupaciones, sino que a ellos consagró gran parte de su esfuerzo.
Cortázar fue un escritor-traductor con una inmensa cultura. Podríamos decir que el conocimiento profundo del mundo clásico, así como el análisis profundo del mismo, le llega a través de los estudios y traducciones que hace sobre Keats, quien estuvo fuertemente influenciado por la mitología en particular y el mundo griego en general. Tras la gran labor analítica realizada sobre Keats, Cortázar comienza su propia trayectoria literaria, dentro de la cual tienen cabida algunos cuentos y relatos en los que aparece plasmada cierta influencia mitológica.
Empezaré por Los Reyes, poema que ya analizó Maite Jiménez, de Grand Tour, y a cuyo enlace recomiendo sinceramente acceder pulsando aquí. Los Reyes es un poema dramático, publicado en 1947 y dividido en cinco escenas, cuyo contenido tiene como base el mito de Teseo y el Minotauro. Desde un punto de vista estructural, el poema recuerda a una tragedia griega en la que el coro no está presente. Incluso se puede decir que Cortázar respeta las unidades de tiempo, acción y espacio dictadas por Aristóteles. Hasta aquí todo normal, sin embargo, lo más significativo de Cortázar es el tratamiento único que hace del mito griego y su peculiar manera de utilizar la historia, otorgándole una visión más contemporánea, en la que los sentimientos juegan un gran papel.

En primer lugar, Minos se presenta como un protagonista trágico, esclavo del mecanismo que utilizó para aislar a su propio hijo. Pero es, en realidad, Ariadna (Ariana) la que marca la ruptura con el mito en la tercera escena. El desenredo del ovillo marca el desarrollo de la acción y da pie a la protagonista a ir plasmando su pensamiento hasta llegar a la conclusión final: su amor corresponde, en realidad, a su hermano y no a Teseo. Toda esta escena desemboca en el arrepentimiento de Ariana por haber sido la causante de la muerte de su propio hermano, al que le pide, por favor, que regrese junto a ella.
Ariana: “¡Ven, hermano, ven, amante al fin! ¡Surge de la profundidad que nunca osé salvar, asoma desde la hondura que mi amor ha derribado! ¡Brota asido al hilo que te lleva el insensato!”
En la cuarta escena se produce el enfrentamiento dialógico entre Teseo y el Minotauro, con la victoria de la mentalidad mítica frente a la heroica, lo que permite la desmitificación del propio mito, valga la redundancia. Es el minotauro el que cede, otorgándole el poder a Teseo de acabar con su vida; sin embargo, queda de manifiesto que el verdadero héroe de la acción es el Minotauro, cuya bondad, benevolencia y humanidad resaltan en las últimas escenas. De nuevo vemos cómo Cortázar utiliza el mito a su antojo y lo orienta desde otra perspectiva totalmente distinta.
La quinta escena presenta la agonía del Minotauro, que muestra, a su vez, tres tiempos distintos: el pasado feliz, el presente doloroso y el futuro que él mismo plantea, como si fuera una verdadera tragedia griega. Sin embargo, expone una visión de la muerte que no esperaríamos del mito:
Minotauro: “Cuando el último hueso se haya separado de la carne, y esté mi figura vuelta olvido, naceré de verdad en mi reino incontable. Allí habitaré por siempre, como un hermano ausente y magnífico. ¡Oh residencia diáfana del aire! ¡Mar de los cantos, árbol de murmullo!”
El mito, como vemos, otorga solo la base estructural para la creación de otra historia distinta, que innova la visión clásica.
Ariana: “Los ojos de Teseo me miraron con ternura. «Cosa de mujer, tu ovillo; jamás hubiera hallado el retorno sin tu astucia.» Porque todo él es camino de ida. Nada sabe de nocturna espera, del combate saladísimo entre el amor a la libertad, ¡oh habitante de estos muros!, y el horror a lo distinto, a lo que no es inmediato y posible y sancionado.”
En Los Reyes es manifiesta la influencia del mito, sin embargo, en otras obras no es tan evidente la presencia del componente mitológico. Pero, ya es suficiente por hoy, en otra entrada tendremos más, e intentaré que mejor. Hasta entonces, os dejo tiempo para descubrirlo por vosotros mismos.
Marina López Molina
Me gusta esto:
Me gusta Cargando...
Debe estar conectado para enviar un comentario.