«Han salido unas 300 ánforas enteras o fragmentadas, pero completas, con un estado de conservación único porque tienen los opércula (los tapones) puestos, restos del contenido interior y las inscripciones pintadas que dicen qué producto llevaban y su procedencia», explica Darío Bernal. Han contabilizado un centenar de estos ‘tituli picti’, con nombres de varios mercaderes, cuyo estudio permitirá conocer mejor el comercio de la época. «Probablemente es el barco que cuenta con más inscripciones pintadas en ánforas de todo el Mediterráneo», sostiene el arqueólogo gaditano. En España solo se han encontrado otros dos barcos hundidos destacados por sus ‘tituli picti’, el pecio Gandolfo, en Almería, que tiene unas 20 inscripciones, y el de la Albufereta, en Valencia, con unas 25. Según Bernal, «solamente por las inscripciones este pecio es excepcional».
Un crismón y una Diana
Pero el barco romano de Ses Fontanelles ha deparado más alegrías. El análisis de las ánforas, entre las que se ha identificado un tipo desconocido que han bautizado como Ses Fontanelles 1, ha revelado que provienen de talleres del sudeste peninsular. «Es el primer barco procedente de la zona de Cartagena, de Carthago Spartaria, que se localiza en el Mediterráneo», continúa el catedrático de la UCA.
En los sellos de los tapones de uno de los lotes comerciales han descubierto además un crismón con el monograma constantiniano que revela su pertenencia a una autoridad eclesiástica, quizá al obispado de Cartagena o a un monasterio, y permite datar el naufragio con posterioridad al 313 d.C., año del Edicto de Milán, que estableció la libertad de culto y permitió la expansión del cristianismo. Se trata de un elemento de gran interés para los investigadores ya que además de revelar la actividad comercial de la Iglesia en esa época de los inicios del cristianismo, muestra la convivencia entre lo pagano y lo cristiano. En el mismo barco han encontrado una lucerna con la imagen de la diosa romana Diana, claramente pagana, que debía ser propiedad de alguien de la tripulación.
En las excavaciones se han recuperado además otros elementos, como dos zapatos, uno de piel y otro de esparto, restos de la cabuyería del barco… incluso un taladro de arco usado por los carpinteros de ribera para las reparaciones. Entero y en un increíble estado de conservación, es el único encontrado en España y de los pocos que se conservan en todo el mundo. «Creo que es el cuarto que aparece en todo el Mediterráneo», apunta Miguel Ángel Cau.
El ambiente falto de oxígeno en el que ha permanecido enterrado el barco durante siglos ha conservado en buen estado también el casco del barco de 12 metros de eslora por 6 metros de manga. Según describe Darío Bernal, «está entero, conservado por encima del pantoque como un metro. Tiene el pozo de la sentina, mamparos de separación de la carga y varios puntales colocados in situ».
Los investigadores, entre los que se encuentran Carlos de Juan, Sebastià Munar, Felipe Cerezo, Soledad Solano, Miguel San Claudio, Elisa Fernández o José Antonio Moya, han cumplido su objetivo de recuperar todo el cargamento aunque se ha quedado a las puertas de excavar las claras entre cuadernas. Los pequeños objetos que caen en un barco acaban colándose por ahí y a veces dan con restos que ayudan a datar con más precisión un hundimiento. «Sabemos que es un barco del siglo IV por la tipología de las ánforas y demás, pero si encontráramos unas cuantas monedas que nos permitieran acotar las fechas sería un dato histórico importante», señala por su parte el arqueólogo de la Universidad de Barcelona.
No es casual que se hundiera en esa zona de la bahía de Palma. Según explican los investigadores, por documentación antigua saben que toda esa ensenada era navegable hasta el interior. Este barco en tránsito se aproximaría a las Baleares, una encrucijada estratégica de rutas, para refugiarse, aprovisionarse de agua o víveres o hacer alguna reparación a las Baleares. «Posiblemente -especula Cau- estando fondeados en el puerto (no hemos encontrado ningún ancla estibada en el interior del barco), les sobrevino un temporal y debió de ser un hundimiento muy rápido». Tal vez llegaron a recuperar algún objeto de valor, como la bomba de achique que no han encontrado en las excavaciones o el mástil, pero la carga, quizá porque al sumergirse se echó a perder, se quedó allí, prácticamente intacta. Hasta el verano de 2019.
El jefe de Arqueología del Consell, Jaume Cardell, recuerda la urgencia que imprimió el hallazgo. «Teníamos una playa con miles de turistas que se estaban bañando sobre las ánforas». Tras las primeras actuaciones para verificar el descubrimiento y proteger los restos, el Consell «consideró que este era un proyecto serio y apostó por la excelencia», relata Cardell. El acuerdo firmado con las universidades de Barcelona, Cádiz y las Islas Baleares para desarrollar un proyecto trianual llamado Arqueomallornauta estudia no solo este pecio, sino el tráfico marítimo en Mallorca en la Antigüedad Tardía a través de los hallazgos subacuáticos.
El proyecto, que cuenta con la financiación de Puertos de las Islas Baleares (Ports IB) y en el que han colaborado también la Armada y la Guardia Civil, llevó a cabo prospecciones en la bahía de Palma que han detectado 31 anomalías geofísicas. Algunas están sirviendo para comprender mejor cómo era ese entorno en la Antigüedad y otras han permitido identificar en las inmediaciones restos arqueológicos, como los de un pecio tardopúnico cargado con ánforas de Ibiza. De momento su excavación no entra en sus planes. «Nos ocuparemos de Ses Fontanelles y de estudiar otros barcos para encuadrar el hallazgo y entender este tránsito económico durante la Antigüedad tardía en Mallorca, pero no descartamos poder continuar en esta labor en un futuro», avanza Cau.
La ubicación del pecio, a tan escasa distancia de la concurrida playa, a tan poca profundidad y en la rompiente de las olas, supone un riesgo patente de expolio y de destrucción en caso de un nuevo temporal. Consciente del peligro, el Consell está valorando la posibilidad de extraer el barco y ha pedido la opinión de especialistas de reconocido prestigio, como Juan Blánquez, catedrático de Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid; Luis Carlos Zambrano, restaurador del Museo de Cádiz; Christopher Dostal, director del Center for Maritime Archaeology and Conservation de la universidad Texas A&M y Xavier Nieto, ex director del Centro de Arqueología Subacuática de Cataluña y del ARQUA.
Tanto Blánquez como Nieto han podido ver in situ el pecio y conocer las investigaciones. Ambos destacan la importancia del Ses Fontanelles por el lugar donde se ha encontrado, su estado de conservación y su cronología. «No hay otros barcos de esa época del siglo IV tan bien conservados ni en el resto de España ni en el Mediterráneo», apunta el catedrático de la UAM. Por todo ello, tienen clara la postura que transmitirán en su informe. «La prudencia aconseja sacarlo de ahí porque se va a romper», afirma Blánquez. Dejarlo en una playa turística como la de Palma a tan poca profundidad «obligaría a crear una especie de isla artificial para conservarlo» y, a su juicio, solo sería una solución temporal.
«Tenemos la experiencia de Mazarrón II, ubicado en unas condiciones similares de profundidad y estado de conservación y se ha visto que 25 años más tarde se tendría que haber sacado hace años porque todo lo que se ha hecho son parches», sostiene Nieto, convencido de que «antes o después, tanto el Mazarrón como el Ses Fontanelles tendrán que salir por una cuestión de protección del patrimonio, porque la erosión provocada por el cambio climático, la misma que motivó que ambos aparecieran porque retiró metros de arena que tenían encima, es imparable».
«Partiendo de la experiencia nefasta del Mazarrón, que se ha invertido cantidad de dinero para protegerlo y se ha visto que no hay manera, cuanto antes se extraiga el Ses Fontanelles mucho mejor», añade el reconocido arqueólogo. Antes de tomar la decisión, sin embargo, Nieto explica que hay que establecer dónde se va a exponer, trazar un boceto de su exhibición museográfica y garantizar un presupuesto plurianual para 7 u 8 años. Después habría que estudiar la mejor fórmula para su extracción y conservación. Ambos expertos reconocen que sería un procedimiento complejo, pero técnicamente posible. Se han extraído otros barcos y España cuenta con profesionales muy capaces, recuerdan.
«Es una muy buena oportunidad para hacer de esta urgencia que plantea el pecio una virtud y aprovechar la extracción y exhibición al público del Ses Fontanelles para hablar de las rutas del Mediterráneo», propone Blánquez.
Desde el Consell no tienen prisa por tomar una decisión que quieren que sea meditada, pero ven «perfectamente asumible» su extracción. El jefe de Arqueología, Jaume Cardell, cree que el Ses Fontanelles «no presenta los problemas del Mazarrón» y su rescate «puede marcar la dinámica» y suponer «un antes y un después para bien» en la arqueología subacuática española.
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