La conferencia del lunes 22 de febrero «Dánae, de los griegos a la modernidad» cerraba el ciclo de conferencias «Mujeres del Mundo clásico. Entre la sumisión y el poder». Y fue Alberto Bernabé, Catedrático de Filología Griega de la Universidad Complutense, quien se encargó de ello.
Alberto Bernabé no solo se limitó a contar la interpretación de los distintos autores sobre la imagen de Dánae en la literatura, sino que también mostró la repercusión que tuvo posteriormente en los artistas. Arte y literatura mantienen una correlación muy importante, pues, a pesar de que se dice que una imagen vale más que mil palabras, un cuadro no podría ser interpretado si no se conoce en profundidad la historia o mito al que se refiere.
El mito original plasmado por el mitógrafo Ferecides de Atenas, del s. V a. C. cuenta que de Acrisio y Eurídice nace la bella Dánae. Son cuatro los episodios fundamentales del relato:
- Acrisio fue a consultar el oráculo para preguntar si iba a tener un hijo varón. El oráculo le dijo que no, sino que sería su hija la que tendría uno y que éste le mataría. Acrisio construyó una torre o, en esta versión en concreto, una habitación de bronce bajo tierra y allí encerró a Dánae para evitar su posible fecundación. Es el mismo motivo por el que Zeus engulló a Metis, temiendo que le destronara el hijo que esta esperaba.
- Zeus, enamorado de ella, fecunda a la muchacha en forma de lluvia de oro. Esto va a tener posteriormente varias interpretaciones, pues el oro se relaciona con la realeza pero también con el dinero; los autores y los artistas escogerán una de ellas según los casos.
- Acrisio, al enterarse, la encerró a ella y a su hijo en un arca y los lanzó al mar. Este, el abandono de un niño en una cesta, es un tema que aparece en otras culturas; por ejemplo, en el caso de Moisés o de Rómulo y Remo. ¿Por qué no los mata? En Grecia, si alguien mata a un familiar, sería perseguido por las Erinis; sin embargo, si se le dejaba morir “solo” no habría culpa alguna.
- Finalmente Dánae y su hijo fueron rescatados por unos pescadores y ella pudo criar a su hijo Perseo.
Esta leyenda existe en Grecia desde al menos el s. VIII a. C. En Homero Zeus, mientras hablaba con su esposa Hera en el lecho, alababa la gran belleza de Dánae. No es un relato detallado porque el autor sabe que su público conocía el mito y no tiene que explicarlo. Lo mismo sucede en autores como Píndaro, que simplemente menciona la forma en lluvia de oro de Zeus.
En un fragmento de la Dánae de Eurípides quien habla es el propio Acrisio, quejándose de lo difícil que es encerrar a una mujer y expresando el deseo de los hombres griegos de controlar a sus mujeres. Sin embargo, el mito muestra que la mujer es un ser imposible de encerrar.
En cambio, Simónides muestra en un precioso poema el contraste entre el sufrimiento y miedo de Dánae, encerrada en el arca en medio del mar, y la tranquilidad del niño. La madre insiste en tranquilizar a su hijo aunque es ella quien más necesite la calma.
Marcial se inclina por resaltar el valor monetario de la lluvia de oro, presentando el comportamiento de Dánae como similar al de una prostituta a la que Zeus hubiera pagado por sus favores. Lo mismo sucede en un fragmento de comedia anónima, donde alguien utiliza la expresión: “Ni tú tienes la belleza venerable de Dánae ni yo tengo tantos recursos como Zeus”.
En cuanto a las representaciones artísticas, se produce una gran evolución iconográfica que llega hasta la actualidad.
En este vaso, Dánae se encuentra en el gineceo, como indican el espejo situado a la derecha y sus gestos colocándose la cinta del pelo. Va bien vestida y no hay actitudes ni gestos eróticos en la escena. Las gotas situadas en el centro de la imagen, un lugar relevante, representan la lluvia de oro de Zeus.
La segunda parte del mito está plasmada en la cara opuesta de la cratera. A la izquierda se encuentra el carpintero trabajando el arca con la madre y el hijo dentro de la misma, ambos listos para ser arrojados al mar. A la derecha se encuentra Acrisio con una actitud seria y levanta la mano con gesto autoritario. Se trata del momento de rechazo.
Incluso en épocas posteriores se produjo una pequeña asimilación entre la representación de Dánae y la Virgen María, que tendrá un recorrido muy corto. Se mantiene la idea de que, si Dánae fue fecundada por la lluvia de oro de Zeus, no se puede negar la fecundación de la Virgen María por el espíritu Santo, simbolizado por el rayo de luz.
Hay claras semejanzas en la representación del mito de Dánae y de la Anunciación de la Virgen María. Por ejemplo, los cuadros siguientes, de Gossaert y Fra Angelico: la mujer iluminada por los rayos dorados, vestida con mantos azules y en un lugar cubierto.


Por lo demás, el resto de los cuadros poseen características muy parecidas: Dánae se encuentra tumbada con los vestidos a medio destapar, casi siempre en la misma postura, con una pierna flexionada. Con un rostro muy expresivo mira la lluvia dorada que cae sobre ella. La evolución se produce en lo que pasa alrededor, no tanto en la figura de ella.
Con frecuencia aparece un amorcillo que acompaña a Dánae: unas veces sujetando a la nodriza atemorizada, otras veces jugando con los mantos de Dánae, o simplemente observando la acción.
La variación más importante se produce introduciendo la lluvia de oro en forma de monedas, de manera similar a lo dicho anteriormente respecto a los autores literarios. Esto deja ver imágenes de codicia: la nodriza que cobra de su cliente como celestina, incluso la propia Dánae que cambia la expresión de la cara y se preocupa más por el dinero recibido.




Finalmente ¡qué mejor ejemplo que el de Gustav Klimt para ver cómo ha llegado a la actualidad! La Dánae de Klimt se encuentra acurrucada como si estuviera en un lugar cerrado y, desnuda, recibe a Zeus en forma de lluvia dorada.

Sara Bonilla Rodríguez
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